sábado, 12 de febrero de 2022

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La estructura de hormigón del Tartiere también presenta daños generalizados por corrosión Aunque los problemas no afectan a la seguridad del estadio, sí comprometen «la durabilidad y vida últil», según un informe GONZALO DÍAZ-RUBÍN OVIEDO. Sábado, 12 febrero 2022, 00:57 4 Vaya por delante que «estos daños no comprometen la seguridad estructural parcial o total del edificio», pero el armazón de hormigón del Carlos Tartiere presenta problemas que «se extienden de manera generalizada en las gradas y en torno a las juntas de dilatación», causadas por la corrosión y la falta de mantenimiento. Esas manchas color óxido que hacen visible la armadura del hormigón tienen también otra causa, según el informe de Ingenieros Asesores sobre el estado del estadio al que ha tenido acceso este diario. «Los daños de las estructuras de hormigón que se manifiestan en fisuración del recubrimiento y armaduras vistas con corrosión de las mismas, son atribuibles a un escaso recubrimiento de las estructuras de hormigón, durante el proceso de ejecución», señalan. Una mala ejecución que no compromete la seguridad actual del estadio, pero que «si afectan a la durabilidad y vida útil de la estructura». El informe, encargado el pasado mandato, dio pie a la elaboración de un proyecto para arreglar las cuestiones más urgentes, empezando por los problemas de la estructura de la cubierta, donde al menos 140 vigas presentan lesiones o deformaciones. Los daños más graves aparecieron ahí. «La corrosión de los perfiles» era tal, que había «afectado a la unión rompiendo parte del cordón de soldadura» de dos nudos de la estructura, advertía el informe. El Ayuntamiento estudia contratar un nuevo proyecto para la estructura de la cubierta y la iluminación De nuevo la falta de mantenimiento, pero, de nuevo también, problemas de ejecución de las obras. La capa de pintura protectora de la estructura metálica de la cubierta no alcanzaba, según las catas hechas, los 160 micras que marcaba el proyecto «en el caso de los tirantes y casquillos de conexión». El informe planteaba una serie de actuaciones «inmediatas»; entre ellas, solucionar las filtraciones y reparar los nudos dañados por la corrosión en la cubierta y asegurar los paneles prefabricados de hormigón, que soportan tensiones para las que no fueron diseñados. También, un completo plan de mantenimiento a cinco años, que incluía picar el hormigón para sanear las armaduras y aplicar tratamientos contra la corrosión. Seis años después, el deterioro de la cubierta avanza y tras descartar el proyecto encargado por el anterior equipo de gobierno, el Ayuntamiento trabaja para encargar uno nuevo. Uno que no será ni barato ni sencillo. El escaneado del campo demostró que hay daños en 140 vigas a cuyo arreglo se le estima un coste de tres millones de euros. Además, habrá que actuar en la cubierta para frenar las humedades. Parte del equipo de gobierno quiere sustituir parte de los paneles por otros traslúcidos para mejorar el soleamiento y, además, se quiere aprovechar para cambiar la iluminación. El objetivo es doble. De un lado, tratar de reducir el consumo eléctrico de la instalación y de otro, adecuarse a las exigencias y estándares de La Liga para las retransmisiones deportivas. Al Real Oviedo le cae una multa por falta de iluminación de 3.600 euros por cada partido disputado como local. Los daños en la estructura de hormigón no comprometen la seguridad y quedarán para más adelante. Una pieza que no encaja El Carlos Tartiere es como una pieza que no acaba de encajar. Sin bajos ni aprovechamientos comerciales, con problemas de humedades, costoso de mantener y con problemas de diseño que complican o imposibilitan una explotación racional. Después de décadas de abandono por parte del Ayuntamiento, el tripartito se encontró con el Real Oviedo de vuelta en el fútbol profesional y un estadio al que se había dejado decaer y deteriorarse más allá de lo razonable. De vuelta en La Liga, el Oviedo exigió mejoras. El tripartito invirtió más de 600.000 euros en el primer año y medio de mandato solo en las cosas verdaderamente urgentes: reponer luces, arreglar baños, asientos, equipos de seguridad o el césped, pero el Oviedo quería más. El entonces 'hombre fuerte' de Carso, Joaquín del Olmo, aprovechó la presentación de un jugador para pedir al Ayuntamiento «un estadio digno para Segunda». El club quería mejorar la explotación del estadio con una sectorización de las gradas, que le había prometido estudiar el anterior equipo de gobierno. Tampoco vale para eso. La propuesta hecha por el Real Oviedo era «inviable», según el informe del arquitecto Emilio Llano, autor del proyecto del estadio. El proyectista concluía que cualquier intervención, como las solicitadas, «en las gradas bajas» (el anillo azul y grada baja superior), «pondría en riesgo la correcta evacuación del estadio y su seguridad». El arquitecto recuerda que el anillo azul y la grada baja suman 16.440 localidades, cuya evacuación funcional se diseñó a través del «anillo que recorre todo el perímetro rectangular». Estas salidas son imprescindibles «sin que se pueda anular ninguna dada la cabida sectorial de cada área». El mismo problema se planteaba con la división que proponía el club para las tribunas altas, con dos alturas en los laterales del campo y una en los fondos y capacidad para 13.644 espectadores. Todas tienen sus vías de evacuación en las torres situadas en las esquinas, por lo que una división comprometería la seguridad de los aficionados. Tan solo «una reforma integral» permitiría abordar la sectorización. Hay parte de la afición azul que seguro que prefería la piqueta.

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