sábado, 14 de enero de 2023

Grandes olvidados...

“Nosotros podíamos ser hippies, pero éramos revolucionarios” Rosón, veterano sindicalista de la CNT, fue uno de los militantes más activos en la huelga de la construcción asturiana de 1977 y es vocal de memoria histórica en la Fundación Anselmo Lorenzo Por Bernardo Álvarez 14 enero 2023 Alberto Rosón FOTO: David Aguilar Sánchez Recomendados “Nosotros podíamos ser hippies, pero éramos revolucionarios” 14 enero 2023 Ni Variante, ni Estatuto, ni Amazon 13 enero 2023 La agrovoltaica y las cosas del comer 13 enero 2023 Fermín Muguruza presenta en MUSOC su nueva película 13 enero 2023 Bernardo Álvarez Bernardo Álvarez Graduado en psicología y ahora periodista entre Asturias y Madrid. Ha publicado artículos en ABC, Atlántica XXII, FronteraD y El Ciervo. La casa en la que nació Alberto Rosón, ubicada en la cúspide de un alto un poco más allá de Olloniego, es como una atalaya desde donde se domina el valle del Nalón y los montes que circundan a esta antigua zona minera. Rosón sale de su casa, adonde ha vuelto al jubilarse tras cuatro décadas en Madrid, y observa, señala y explica. De aquí salía un viejo camino, hoy comido por la maleza, que bajaba al Pozo San José. En aquellos montes de allá enfrente hay grabados prehistóricos en varias rocas, hoy roídos por la lluvia y el frío. Por allí pasaba la vía que usaban los romanos para sacar el oro. En aquel alto estaba el castillo del noble Gonzalo Coalla, el primero en declarar la independencia de Asturias. Hoy no quedan ni las ruinas. En ese risco de allí atrás había un castro celta que se lo comió una cantera. Alberto Rosón se sienta en el murete de la carretera, construido durante la dictadura de Primo de Rivera, y sigue hablando de vías muertas, de senderos borrados y memorias que se desvanecen. Su empeño desde hace unos años es desbrozar caminos y revivir la memoria. Rosón, veterano sindicalista de la CNT, fue uno de los militantes más activos en la huelga de la construcción asturiana de 1977: un paro asambleario de 4 meses, al margen de partidos y sindicatos, que logró doblegar a la patronal y al gobierno. Sobre aquel conflicto Rosón escribió La huelga de la construcción asturiana en la transición española, editado por la Fundación Anselmo Lorenzo (FAL). En la junta directiva de esta fundación, encargada de cuidar del legado del anarquismo español, ejerce desde hace varios años como vocal de memoria histórica. Como parte de su actividad en la FAL, Rosón está confeccionando una base de datos de libertarios leoneses y asturianos desde finales del XIX hasta el final de la Guerra Civil. Lleva ya casi 5000 nombres: la mayoría muertos en combate o en campos de concentración, fusilados o exiliados. “Trabajo a diario en ello. Soy como un anacoreta, aquí con mis perras y mis libros”, dice. El sol se mete entre las montañas y entramos en casa para seguir la conversación. Naces en 1954 aquí en La Cabaña, una aldea próxima a Olloniego, en una familia minera Sí. A mi padre le pilló de muy joven la guerra, y también a mi tío. Mi padre se quedó sin padre en el 41 y tuvo que pelear con su madre. Ella, para sacarle a él y a su hermano, bajaba al río a coger carbón, que se depositaba en polvo en determinados sitios. Bajaba con una burra al otro lado de este monte, mirando para Mieres, en el valle del Caudal. Allí mi abuela cogía el carbón que traía el río y lo vendía luego o lo usaba en casa. Mi padre llegó a estar estudiando en la escuela de capataces de Mieres, pero donde él vivía no había luz eléctrica, y estudiaba con un candil. Mi padre políticamente no ha estado significado, aunque hubo una época en la que estuvo de enlace del Sindicato Vertical. Cuando yo tenía 9 o 10 años nos fuimos a vivir a Mieres para que mi hermana y yo pudiésemos ir al colegio. Supongo que lo convencerían allí, porque en Mieres había gente del Partido Comunista, que eran los únicos que se oponían organizadamente a la dictadura. Los comunistas tenían la Asociación de Amigos de Mieres, y mi padre estuvo en la fundación y yo fui vocal juvenil. Y mi padre estuvo así de enlace sindical. Yo el primer libro sindical que leí fue un libro que se llamaba El pensamiento sindical de Franco, uno de esos manuales que le daban a mi padre: negaba la lucha de clases como un invento de los bolcheviques, decía que el sindicalismo debía integrar a los empresarios y a los trabajadores… Antes habías estado en Brasil, donde tu padre consiguió trabajo en una fábrica A Brasil me fui cuando yo tenía 7 años, en el 61, y estuvimos durante un par de años. Vivíamos en un barrio de Sao Paulo enorme. Allí todo es enorme. Ya en aquella época la ciudad de Sao Paulo ocupaba la misma extensión que la mitad de Asturias, y crecían las cosas muy rápido. Supongo sería una vida y una cultura muy distinta a la que estabas acostumbrado en Mieres y Olloniego Sí, sí, por supuesto. Para empezar tenías la diversidad étnica. Tenia vecinos con una de las hijas negra, la otra más blanca, otro era negro con rasgos blancos, había un alemán…unas mezclas enormes. Aparte de que allí, por ejemplo, cuando yo llegué aquí la televisión todavía no había llegado. En Sao Paulo me encontré con que había doce cadenas de televisión. Era como ir al futuro comparado con lo que había aquí. Y luego la mentalidad de la gente era más liberal: las familias se hacían y se deshacían, que sí cuernos, que si líos…Era una cosa normal. Las madres llevaban a sus hijas de 10 años casi en tetas el carnaval (Risas) Un espíritu muy distinto al del puritanismo que había aquí. Tu educación, primero en la escuela de Casares y luego en el instituto de Mieres, ¿era la típica educación de la época, muy católica y puritana? Sí, sí. Teníamos el libro con capítulos que iban de Falange, de la España imperial…En esta zona, por ejemplo, fue un escándalo cuando se supo que había una mujer por aquí que se había puesto pantalones. Aquello era la hostia, ¿qué hacía aquella con pantalones? Aquí la mentalidad era muy puritana. Pese al espíritu obrero y combativo de las cuencas, la moral sexual y familiar era más bien conservadora Yo cuando nací en el 54 en Asturias aún había guerrilleros. Y la pareja de la Guardia Civil, con sus capotes y sus tricornios, una imagen típica de la época, yo la viví. Subía la pareja de Olloniego caminando por la carretera y ya todo el mundo temblando. Alberto Rosón frente a su casa en La Cabaña FOTO: David Aguilar Sánchez ¿Aunque no hubiese hecho nada? Por supuesto, ¿qué ibas a haber hecho? Un día vinieron aquí, yo debía tener 7 años, porque el cura de Aguilar, de allí arriba, había denunciado a mi padre porque no iba a misa. Entonces vino la pareja con la pregunta: ¿por qué no iba a misa? Y mi padre respondió más o menos qué tenía que trabajar y esas cosas. En aquella época trabajaba en la mina, pero luego tenía que ayudar en el trabajo de la huerta, tenían maíz, tenían patatas, había vacas, mi abuelo tenía un burro…y eso ayudaba económicamente. Al economato de Hunosa, que estaba allí abajo, se iba una vez al mes con un burrito, y lo que se compraba era aceite a granel en una lata que hacían los gitanos que andaban por aquí. ¿Había muchos gitanos en esta zona? No, pero en aquella época todavía andaban con carromatos y en plan ambulante. A veces se ponían en una curva que hay allí abajo y ya todo el mundo por aquí alerta y a esconder las gallinas. Pero se dedicaban a arreglar calderos, paraguas, latas de aceite, ponían parches en los cubos de zinc…Y andaban nómadas por ahí. Donde acampaban siempre había algún robo de una gallina. Después del instituto te vas a Oviedo a estudiar en la universidad El primer curso de COU que cambiaron los planes de estudio me tocó a mí, y recuerdo que en Mieres lo autogestionamos los alumnos, porque los profesores no sabían muy bien cómo enfocar el tema. Los alumnos nos dividimos en grupos de trabajo, y cada grupo presentaba un tema en clase cada día, y la puntuación era para todo el grupo. Exigimos que la puntuación académica fuera colectiva: la misma para todo el grupo. Por cierto, ese año el instituto de Mieres recibió el premio a instituto ejemplar o algo así. Y de ese COU José Ramón Palacios, también de la CNT, otro que se llamaba Cuartas, que fue juez en Mieres y murió hace poco y yo fuimos los tres que sacamos matrícula de honor global. En esa época hubiese querido estudiar oceanografía, pero para eso hubiera tenido que ir a Vigo y mis padres hubieran tenido que pagar. Me gustaban las ciencias, aunque luego hice el COU por letras y estudié filosofía y letras en la universidad. En mi adolescencia se produce un cambio: hasta entonces era un niño que iba a misa los domingos, que tenía una fe cristiana como la de cualquier otro niño, era un estudiante empollón, que era lo que se valoraba en aquella época-había que retirarlo, no entenderlo-,pero en mi adolescencia cambió la cosa. Dejó de interesarme tanto el estudio memorístico y empezó a interesarme la observación del paisaje, la pintura, la literatura…Entonces en COU me cambié a letras y empecé la carrera de geografía e historia. Ese cambio en tu adolescencia, ¿coincidió con tu politización? La adolescencia supuso un cambio en el cual dejas de creer en los cuentos que te han contado y empiezas a pensar por ti mismo. En esa época se daba un fenómeno que era el conflicto generacional. Entre la generación de nuestros padres y nosotros hubo una ruptura brutal que coincidió con mi adolescencia. Fue una ruptura cultural con el mundo de tus padres de obedecer, trabajar, ser disciplinado, obediente, no cuestionar a la autoridad y todo esto. Porque la dictadura empieza en el dictador, pero acaba en tu casa. Yo recuerdo, por ejemplo, en COU, después de escribir una carta al ministro oponiéndonos a las pruebas de selectividad, la directora se lo contó a nuestros padres, y luego a cada uno de nosotros en casa nos dieron pal pelo. Fue una acción de protesta mínima que hicimos de manera autónoma y colectiva, y ese era el problema. Y en casa mi padre me reventó las costillas. Entonces la dictadura empezaba con Franco pero acababa en cada casa, porque la estructura social era autoritaria. También entiendo que la generación de tu padre era una generación traumatizada por la guerra Sí, fueron víctimas: del hambre, del miedo…claro. Entonces a nosotros nos tocó romper con eso. Había una lucha entre dos mentalidades: la de nuestros padres y la nuestra, que empezábamos a escuchar a Pink Floyd y estas cosas. Alberto Rosón FOTO: David Aguilar Sánchez ¿Qué ambiente social y cultural te encuentras cuando llegas a la Universidad de Oviedo? Cuando llegué a la universidad en el año 71 yo ya era anarquista. Era anarquista porque había tenido oportunidad de leer algún libro en francés en el instituto de Mieres. En las librerías había material de marxismo, algo de trotskismo o estalinismo, pero no había nada de la historia de la CNT ni cosas de estas. El marxismo era dominante en la universidad. estaba Gustavo Bueno, por ejemplo. El marxismo estaba instalado en la universidad, pero el anarquismo era un desconocido. Yo me consideraba anarquista. pero los compañeros de la universidad no habían llegado a ese punto. Entonces formamos un grupo de acción de base que no tenía ninguna ideología. Nuestra única ideología era no seguir consignas ni tener jefes, tomar las decisiones de manera democrática y autogestionada e ir aprendiendo y labrando nuestro propio camino sin ninguna definición política. Esto lo montamos donde casi todo el mundo de la universidad trabajaba, que eran las Juventudes de Estudiantes Cristianas, la versión estudiantil de HOAC, que era legal y tenía un piso muy cerca del Campoamor. En ese piso se juntaba toda la oposición: PC, trotskos, prochinos…de todo. Era el único lugar donde podías hacer una reunión sin ser ilegal. Ahí empezamos a hacer contactos y a defender una manera de actuar de un grupo autónomo que no depende de nadie por encima ni de ninguna infraestructura de ningún tipo que te diga qué pensar o qué decir. Poco a poco nos fueron colocando la etiqueta de anarquistas, más desde el exterior que por autodefinición. Entonces los grupos de acción de base fueron cayendo hacia el lado anarquista. Teníamos presencia en todas las facultades y escuelas de Oviedo y mucho peso a la hora de movilizarse en un salto, una huelga o lo que sea. Cuando se quería hacer algo, incluso la gente socialista, se tenía que hablar con nosotros. ¿Cuántas personas erais? No sé, no las he contado, pero varias decenas, que para la época de la clandestinidad en ambiente universitario puedes mover mucho. Éramos profundamente antiautoritarios, lo que evidentemente nos alejó del Partido Comunista. Estábamos descubriendo un mundo con ojos nuevos, no con los de nuestros padres. ¿Era habitual que entrasen familias obreras en aquella universidad? Tengo entendido que tuvisteis un conflicto con el profesorado, porque os hacían comprar muchos libros, y no precisamente baratos Eso era normal. Si la de literatura te pedía ocho libros, el de geografía pedía otros tantos, y eran muy caros. Fue un enfrentamiento con la querida del decano, de Alarcos Llorach, por eso la llamábamos la Venus de Emilio (Risas) Y eso fue un enfrentamiento porque, claro, había gente que éramos hijos de trabajadores, que no lo podíamos pagar…y dijo la tía: “Ah, pues ya se sabe, el que no tiene dinero no puede estudiar”. Se armó. Unas monjitas que había empezando primero se pusieron a defenderla y les dijimos de todo, que eran unas frustradas sexuales y que se callasen la boca (Risas) ¿Y cuál era el ambiente cultural? Me dijiste que habíais empezado a escuchar a Pink Floyd y esas cosas Ya había habido gente que había ido abriendo camino musical y estéticamente. Pero todavía eran, digamos, más rockabilly, no sé, no pretendían cambiar la sociedad. Nosotros sí. Nosotros no estábamos de acuerdo con la sociedad que nos tocó, que era una dictadura, una sociedad autoritaria a todos los niveles, y nosotros queríamos cambiar la sociedad. Esa fue una diferencia fundamental con la generación anterior. Nosotros podíamos ser hippies, pero éramos revolucionarios. Por muy hippies que fuéramos asumíamos compromisos, dábamos la cara, nos perseguía la policía, andábamos en la clandestinidad, luchábamos por reconstruir la CNT. Había un matiz social. En esa época de los años anteriores a la muerte de Franco no tomar compromiso era tomar compromiso. Si no tomabas compromiso era porque ya lo habías tomado. Era inmoral no tomar postura en esa situación de cambio entre el franquismo y una situación que no se sabía lo que iba a ser. ¿Qué hay de la vida nocturna?, ¿sexo, drogas y rock n roll? Vida nocturna no, porque nosotros no teníamos dinero. Ni consumimos drogas, porque no las podíamos comprar, ni había, como hubo después. Fumábamos un canuto una vez al mes, pero no era significativo. Discotecas y eso no. Éramos de vida comunal. Vivíamos en pisos sin un puto duro, y a lo mejor las bombillas las robábamos por los portales. El sexo sí era mucho más liberal. Todas las chicas de mi época tomaban la píldora. Por lo menos las de ambiente universitario, no te digo la gente que tuviese menos cultura o menos acceso. En el ambiente universitario siempre tienes alguna amiga en medicina que te consigue recetas o lo que sea. Se movía de otra manera en los barrios. Entonces la pastilla era normal, pero no había una excesiva promiscuidad. Funcionábamos en parejas estables, y ya cada uno…yo siempre he sido un poco pichabrava y no perdía oportunidad, pero lo normal era una estabilidad en pareja, y nada de orgías , drogas ni esas cosas. Llegó el LSD también, y fue importante. Fue importante porque no es la cantidad de ellos que te tomes, sino que te abren una perspectiva diferente. Te ayudan en un momento de cambio, donde quieres descubrir el mundo que quieres, y no es en el que vives. El LSD, como decía Aldous Huxley, te abre las puertas de la percepción. Es una manera de percibir las cosas de otra forma no cultural, no bajo la perspectiva de la cultura dominante, sino bajo un punto de vista más personal. Recuerdo tomarnos un LSD y pintarnos las caras con acuarela: la nariz de morado, lunares por aquí, rayas por no sé donde, y bajar a la cafetería más burguesa y cara de Oviedo. Venía el camarero a decirnos que no admitían a hombres maquillados y nosotros decíamos, no, no, no estamos maquillados, estamos decorados. Luego también hacíamos teatro. Era una ruptura cultural que abarcaba todos los aspectos de la vida, desde el sexual, la convivencia, los gustos estéticos y artísticos… Alberto Rosón FOTO: David Aguilar Sánchez No llegas a acabar la universidad, ¿verdad? No, y te cuento cómo fue. Nosotros habíamos estado en la clandestinidad hasta que mataron a Puig Antich, y la poli no nos tenía localizados. Dábamos guerra, pero no sabían por dónde íbamos, porque tampoco firmábamos pintadas ni nada. Pero cuando iban a matar a Puig apretamos en la campaña contra la dictadura y, después de que lo mataran, hubo pintadas en Oviedo y Mieres que decían dictadura asesina y tal. Entonces la policía pensó que yo había estado pintando por Mieres y fueron a por mí a casa de mis padres para detenerme. Y yo no había pintado en Mieres…pero había pintado en Oviedo (Risas) En ese momento no estaba en casa, y pasé a la clandestinidad. Estuve bastante tiempo cubierto por gente que no conocía: en Oviedo, Gijón, Avilés, Madrid, Burgos, Santander…a la familia no la podía marcar. En Madrid estuve incluso en casa de gente carlista. Luis Menéndez de Luarca me acogió y estuve escondido en su despacho laboralista. Llegó un momento en el que me llamaron para tallarme para la mili, aunque no me tocaba por apellido, y yo lo sabía. Y dije yo: “estos lo que quieren es ligarme”. Estaba un poco harto de correr por ahí. Al fin y al cabo, ¿de qué me acusan? Pues de propaganda ilegal, que era una multa de 30.000 pesetas que me negué a que mi padre pagara, porque mi padre no pagaba eso ni en un año. Le dije que no se preocupase, que con un mes de cárcel lo pagaba yo. Era mejor que me cogiesen cuando yo quisiera, que no un día por ahí de cualquier manera y me pegasen un tiro. Porque entre la policía se creían que todos los anarquistas íbamos armados, y eso era muy delicado. A la hora de que te pillaran te podían joder. Y dije, bueno, me voy a tallar. Me quité de encima todo lo que me pudiese comprometer, teléfonos y así, y me fui solo con el carnet y un abrigo largo, de esos tipo ruso, al ayuntamiento de Oviedo. Cuando me estaban midiendo, en una cabina pequeña, aparecieron dos policías con una pistola, me la meten por la costilla: !quieto! !manos arriba! Y yo les dije: tranquilos, tranquilos. Estaban tan nerviosos que se les podía ir el dedo. Me hincharon a hostias en comisaría, donde estaba Ramos [Claudio Ramos, jefe de la Brigada Político Social en Asturias], y estuve un mes en la cárcel de Oviedo, donde coincido con Gerardo Iglesias. En ese momento los únicos que estábamos en la galería de políticos éramos él y yo. Y cuando salí de la cárcel me tocó correr otra vez, Me sacaron una hora después de lo que estaba previsto, y estaban mi madre y mi novia de entonces, que me dijeron que habían estado los secretas esperando por mi y que justo se habían ido a tomar un café. Esto a la puerta de la cárcel. Y tuve que salir por pies. ¿Y por qué te buscaban esta vez? Porque habían encontrado, en un pueblo de aquí de Mieres, unas máquinas multicopistas y fotocopiadoras que habían sido robadas en Oviedo, y éramos sospechosos Palacios y yo. Y, efectivamente, esas máquinas las había robado yo en una tienda que asaltamos en Oviedo. Entonces me tocó salir corriendo de nuevo y, entre lo uno y lo otro, me jodieron el año en la facultad. Cuando ya pude volver a aparecer el curso estaba ya acabado, en el año 75. En noviembre murió Franco, y en diciembre me metieron en un tren y me llevaron para la mili a Jaca. Era una compañía que, de 112, 90 habíamos estado en la cárcel, por temas políticos o sociales. ¿Era una especie de batallón de castigo? Era para tenernos controlados. Allí había gente ETA, había anarquistas catalanes, había gente abertzale de Navarra…Allí monté unos comités antimilitaristas dentro del cuartel y en otros cuarteles de esa zona militar y también entre la población civil. Había un comité en el cuartel de cazadores de montaña de Jaca, y en la ciudad de Jaca había otro comité antimilitarista de civiles, y trabajamos coordinados. Cuando terminó la mili me vine para Asturias y Palacios estaba trabajando en la construcción. En la universidad estaba la cosa revolucionaria muy muerta, y la CNT ya estaba reconstruida. En la construcción había ambientillo prehuelga. La gente estaba descontenta, y allí me metí a trabajar. ¿Qué hacían esos comités antimilitaristas? Era una situación difícil. Acababa de morir Franco y podía haber un golpe de estado desde el ejército. Era una cosa que se presentía. Entonces nuestro papel, aparte de hacer propaganda antimilitarista entre los compañeros del cuartel, e incluso hicimos cursillos de métodos anticonceptivos y esas cosas, era procurar tener siempre munición. Cuando estás en la mili no tienes munición. Para desfilar y todo eso llevas un fusil descargado. Solo te dan munición cuando vas a hacer una guardia. Entonces te dan una munición contada, y cuando terminas la guardia tienes que entregar esa munición y la cuentan. Pero si devuelves 20 y te habían dado 21, una se iba para el bolsillo. Siempre procurábamos tener munición, y de hecho la teníamos. Alberto Rosón FOTO: David Aguilar Sánchez ¿Y cómo la escondíais? La llevábamos siempre encima, en el cuerpo. Porque cuando estabas de marcha o de guardia a lo mejor te abrían las taquillas o te registraban la cama o cosas de esas, pero nunca te cacheaban. Nuestra idea era, si había un golpe militar, que al menos en nuestra zona no prosperase: tomar el puesto de guardia, tomar el polvorín, entregar las armas a las organizaciones civiles y boicotear el golpe. De hecho, cuando la huelga famosa que hubo con Arias Navarro,sacaron retenes de los cuarteles entre la población civil. En esos vehículos iba gente de los comités antimilitaristas, con munición y dispuestos a cargarse al sargento o al alférez si pretendía reprimir a la población civil. ¿Aquello no os supuso ninguna represalia dentro del ejército? No, porque no nos ligaron nunca. No tenían ni puta idea. No sabían que llevábamos munición encima. Los mandos que teníamos eran exlegionarios que acababan de dejar el Sahara, todos con heridas y medallas y experiencia de combate y eso. Estaban piraos. No es que fueran fascistas, es que son militares, A mí me respetaban porque yo también estaba muy loco. Te pasas al sector de la construcción por el ambientillo que dices que había pero, sin embargo, la construcción no era un sector históricamente combativo ni con una gran tradición sindical, ¿cómo llegó entonces a hacer una de las huelgas más importantes de esa época? Era, como decíamos, la legión extranjera del mundo laboral. Si no tenías una especialidad, no tenías estudios ni profesión ni oficio, y querías trabajar, en construcción siempre había trabajo. Trabajaba mucha gente, y no solo profesionales, sino gente que eventualmente se enganchaba a eso porque no tenía otra cosa. Era el tercer mundo del mundo laboral, los olvidados. En todos los convenios que se habían firmado, hasta este de la huelga, jamás se había pedido la opinión a los trabajadores. Siempre se habían firmado a sus espaldas, y ese también lo pensaban hacer así los del PC. No eran solo reivindicaciones económicas, también de seguridad laboral Seguridad ninguna. Ahora hay más seguridad y está mucho más mecanizado. Antes las obras estaban llenas de gente trabajando. Los camiones de ladrillos, por ejemplo, llegaban a granel. No venían en palés, y se descargaban a mano. Los camiones de escombro se cargaban a pala. No había seguridad en el trabajo. De hecho, tradicionalmente la construcción daba más muertos que la minería y que cualquier otro sector. ¿Había más trabajadores en la construcción que en la minería? Sí, probablemente sí. En aquella época en Asturias había unos 30.000 trabajadores de construcción. ¿Cómo fueron los inicios de la huelga? La cuestión la provocaron los de CCOO-PC. El PC no estaba aún legalizado cuando empezó la huelga. Trataba de demostrar que tenía capacidad para lanzar al sector a la huelga, pero también para frenarlo y meterlo al tajo de juevo. Con la huelga de la construcción pretendió imponer su visión negociadora a la patronal. Querían firmar el convenio ellos y demostrar que era con los que había que negociar. Utilizaron el sistema de asambleas, pero de asambleas manipuladas, donde solo hablaban ellos y los trabajadores estaban allí para patalear y para aplaudir. Ellos querían hacer una huelga de demostración de dos días. Nosotros sí sabíamos lo que era la autogestión, y les rompimos el monopolio de la megafonía en la asamblea de Oviedo. Las asambleas eran locales: en la de Oviedo eran más de 2000 personas, y la de Gijón llegó a ser de casi 4000. En la de Oviedo nos hicimos con el control de la megafonía, es decir, impusimos que cualquier trabajador que quisiera decir algo pudiera hacerlo. La megafonía quedaba a disposición de todos. Manifestación en la calle Uría durante la huelga de la construcción Es decir, que la huelga empezó democratizando el uso de la palabra Eso es. ¿Y cómo lo hicimos? Pues había gente en la asamblea de Oviedo de más edad que nosotros, porque yo era muy joven todavía y no me conocía nadie en el sector. Nos arrimamos a gente mayor, conocida y con prestigio entre los trabajadores, y les convencimos para que asaltaran la megafonía y que todos pudiesen dar su opinión. Así pudimos democratizar la asamblea. Al democratizar la asamblea, cuando CCOO dijo “ya hemos demostrado la fuerza, ahora vamos a entrar a trabajar”, la asamblea dijo no. Ya que estamos en ello, seguimos hasta conseguir lo que queremos. A partir de entonces conseguimos que el movimiento fuera autogestionado, y las asambleas empezaron a funcionar como asambleas donde las decisiones se tomaban por mayoría a mano alzada. Se creó una coordinadora provincial, con lo cual el movimiento empezó a tener independencia con respecto del Partido Comunista. Así empezó a funcionar por sí mismo y con una proyección mucho más grande de la que hubieran querido darle los de CCOO, que era una huelga de demostración de capacidad. Y no pudieron meter a los trabajadores en los tajos. Perdieron el control del movimiento. UGT se había opuesto desde el principio, USO también estaba fuera, y quedamos la gente de CNT que, aunque no hacíamos campaña de afiliación, pese a todo el sindicato de construcción creció muchísimo. Cuando empezó la huelga éramos dos, Palacios y yo, y cuando acabó seríamos 400 y pico. Fueron 100 días de huelga en los que se consiguieron la totalidad de los objetivos planteados En el libro están todas las reivindicaciones detalladas, que eran muy amplias. El básico era el salario mínimo para el peón, que era la categoría más baja. Lo pusimos en 720 pesetas, que estaba en menos de 400 antes de la huelga. Subió más del 22% el salario en su conjunto, pero los más beneficiados eran el peonaje. De repente los trabajadores de la construcción ganaban más que los del metal, que económicamente habían sido los más privilegiados, lo cual abrió un periodo de luchas porque, claro, si los de la construcción lo habían conseguido, ¿por qué nosotros no? ¿Cómo era el día a día de la huelga? Había dos asambleas a la semana: una asamblea general y la asamblea de delegados de tajo. En cada tajo había uno o dos delegados que se reunían, prácticamente a diario, en la asamblea de delegados para ejecutar las decisiones de la asamblea general: para hacer piquetes, para ir a parar obras…En una huelga de este tipo no te puedes permitir que haya una obra trabajando, porque si hay una, coje otro y dice “yo también”. Entonces había que pararlo todo, y diariamente salían coches a parar obras desde oriente a occidente de Asturias, por todos los pueblos y rincones. Algunas obras estaban protegidas por la policía y hubo muchísimos detenidos. Cada día había piquetes y cada día había detenidos, pero volvían. Luego montamos las cajas de resistencia, a la que el PCE y CCOO se oponían porque, claro, no querían que la huelga se alargase. Montamos cajas de resistencia y se consiguió mucho dinero. Se repartía diariamente comida, no dinero. Se montaron economatos de huelga donde el dinero se transformaba en alimentos y se repartía a las familias necesitadas. Luego la gente tiraba mucho de la tienda de barrio. Todos los trabajadores de la construcción tenían su cuenta abierta en la tienda de barrio, que estuvo aguantando sin cobrar los 4 meses de huelga, porque había solidaridad y la gente te apoyaba. Incluso restaurantes de Oviedo de los caros dejaban comer gratis a trabajadores de la construcción. Contábamos con el apoyo de todo el mundo. Había solidaridad no solo de clase trabajadora, sino de la pequeña burguesía asturiana. Recuerdo un tío que tenía una ferretería en pleno centro de Oviedo, burgués de toda la vida, con una hija casada con un comandante de la Marina, que daba de comer en su casa a los trabajadores y lo que necesitasen. Al final se consiguió todo porque si no iban a tener que acabar matando a uno y, en aquella época, lo que menos les interesaba era tener muertos. Ya había habido lo de Vitoria y ya eran bastantes. Jiménez de Pargo, el primer ministro de Trabajo de la etapa democrática, lo primero que hizo oficialmente fue recibir a la comisión de la construcción y darnos lo que queríamos. Conseguimos arrastrar a mucha gente a nuestro espíritu autogestionario, consejista si quieres. La gente de la construcción coge un nivel de conciencia elevadísimo. No por leer libros revolucionarios, sino por su práctica. Mira, cuando la patronal nos amenazó con que si no entrábamos a trabajar hacían lock out y cerraban las obras, nos reímos en la asamblea. Pero si las obras ya están cerradas, y las tenemos cerradas nosotros y se abrirán cuando nosotros digamos. Supongo que fue un buen chute de autoestima colectiva, ¿no? La legión extranjera del mercado laboral, como dijiste, ganándole el pulso a la patronal Sí, sí, y de autoestima personal. A muchas personas la veías evolucionar. Yo he visto a gente que al principio de la huelga no eran nada, unos pintillas, y al final eran capaces de ir en representación de una asamblea, de moverse, de coordinar…Se veía que habían crecido. Se les veía más grandes, se les veía con una dignidad que antes no tenían. Tenían poder, que al fin y al cabo es capacidad de decisión, algo que normalmente los trabajadores no tienen. Y de repente los que nunca se contó con ellos, los olvidados, los parias, dicen esto por aquí y cuando yo diga, y poder doblegar a una patronal y al gobierno pese a que te persigan, pese a que detengan a gente… ¿Sufrió la economía asturiana durante esos meses de huelga? Al mes y pico sale un artículo en La Nueva España que dice “Crisis en Asturias: el primer mes se han perdido más de 100 millones de pesetas en sueldos”. Y si se perdieron en sueldos, más se habrá perdido en otros campos. Los constructores construyen a crédito, y de repente los bancos no cobran. No hay actividad. Hasta los taxistas vieron bajar su facturación. La construcción es uno de los motores económicos de la sociedad, y en aquella época lo era bastante. Y eso lo nota la banca, porque de repente no se mueve dinero. Los trabajadores demuestran que pueden parar, se dan cuenta de que tienen ese poder y de que solo depende de ellos. Darse cuenta de eso para mucha gente fue un cambio, una maduración. A las famosas jornadas libertarias de Cataluña yo fui con gente de la construcción, y de repente esa gente llega a un sitio con gente despelotándose, con enfrentamientos con la policía en medio de Barcelona, y ven un mundo que les abre los ojos. Economato de los trabajadores de la construcción en Colloto Hablabas antes de la solidaridad que hubo con la huelga, pero hay una ausencia notable: la minería Ten en cuenta que en Asturias había 30.000 obreros en huelga en la construcción y otros 30.000 de otras empresas. En total, 60.000 obreros en huelga. Eso, en sí mismo, ya era una huelga general de alguna manera. Vale que la minería no se sumó, ¿y por quó? Porque la minería estaba controlada por el PC, solamente por eso. ¿Hoy sería posible una huelga parecida, con un nivel de solidaridad semejante? La solidaridad se manifestaría de otra manera. Los procesos revolucionarios no se producen porque haya un programa. La revolución es un proceso de masas espontáneo, y si no es un proceso espontáneo, democrático y de masas no es una revolución. Será un golpe de estado o lo que quieras. Los procesos revolucionarios surgen ante necesidades de la psicología de esas bases, y no pueden ser programados. Puedes intuir que hay un ambiente, pero no puedes programarlo o dirigirlo. Lo que suele suceder es que ese movimiento se agota, por cansancio o por lo que sea, y entonces llegan los partidos a carroñear y a sacar tajada de lo que ha habido. Pero el movimiento en sí no es controlable. Los partidos no le entran, se vuelve impermeable a esas cosas y tiene su propia mentalidad y sus propios objetivos. Me decías que, durante la huelga, había detenidos a diario Había 30 o 40 al día, pero como no te podían tener indefinidamente, al día siguiente salías y volvías a la misma. Yo estuve detenido. Fui a avisar a unos trabajadores que estaban trabajando en Soto de que había una huelga. No fui a coaccionarlos, ¿cómo iba a coaccionarlos, si yo era un a chavalito menudo y aquellos eran unos tipos enormes y con herramientas de trabajo? Total que me detuvieron acusado de amenazar a los trabajadores y me llevaron al cuartelillo de la Guardia Civil y luego al de los municipales en Oviedo, donde recuerdo las celdas llenas de vómito, asquerosas. Enseguida nos tuvieron que soltar, y sin cargos. ¿Nadie acabó en la cárcel por algo relacionado con la huelga? Sí, por acontecimientos que ocurrieron durante la huelga. Durante las primeras elecciones generales andaban pegando carteles de los partidos políticos por Oviedo, y al mismo tiempo pegábamos nosotros los carteles de la huelga. Un día estábamos en un bar 15 ó 20 obreros, y nos avisa un chaval de que a uno del Partido Socialista unos Guerrilleros de Cristo Rey le habían pegado con una cadena de bici en la calle Uría, y que estaban arrancando carteles de la huelga. Estaban en una cafetería bocacalle de Uría, donde la estatua de Woody Allen. Así que fuimos para allá y yo entré dentro. Le pregunté al chaval si había sido el que estaba en la barra, y me dijo que sí. El que había sido me miró como riéndose, y le metí una hostia, y otra, otra y otra. Le seguía dando y a mi alrededor se desató una como de las películas del Oeste: sillas y mesas volando, los camareros pegados contra la pared detrás de la barra, los clientes lo mismo, y por el medio hostias. Al chaval que le pegaron le hicieron una brecha y sangraba, pero no era nada. A los de Fuerza Nueva nosotros les machacamos. Y en esto que estamos ahí vemos que pasa un coche y dentro un tío con un fusil, que eran fachas con un arma, y detrás un coche de policía, que se para frente a la cafetería. Yo fui a denunciarlos por agresión. A los fachas se los llevaron, y el titular del periódico del día siguiente decía: “Los fachas le pegan a un obrero de la construcción y le hacen una brecha en la cabeza”. La realidad es les habíamos reventado nosotros a ellos, pero la noticia fue que habían pegado a un obrero de la constriccion. A partir de entonces los obreros de la construcción, facha que veían, iban a por él y le daban donde lo encontraran. En la parte vieja de Oviedo un par de fachas quisieron entrar en el Cechini, donde estaban los de la construcción, y uno le dio con una botella rota y le dejó el ojo colgando. Total que, como resultado de esas movidas, hubo algún obrero de la construcción que después de la huelga tuvo juicios y cárcel por agresiones de este tipo. Recuerdo que después de una semana de ponerles finos, Falange sacó una nota en la prensa pidiendo perdón y diciendo que estaba a favor de los obreros de la construcción, porque ya no podían aguantar más (Risas) Así que ya te digo, hubo detenidos, y también hubo un muerto. ¿Sí? Sí, un obrero de la construcción. Como había una situación rara, a los del cuartel de Rubín les debieron de decir que en cualquier momento podían asaltar aquello. Total que un paisano de la construcción que siempre bajaba por allí borracho, porque el alcoholismo estaba muy extendido en el sector, solía parar allí a charlar con el guardia de Rubín de la que bajaba para casa, pero esa noche le pegaron un tiro. ¿Sin más? Se debió asustar el guardia. Debía ser novato y no conocer las costumbres del barrio. Le meterían en la cabeza que era el enemigo y lo mataron. Hubo una manifestación enorme, se rodeó el cuartel del Rubín y algunos compañeros tuvimos que parar a la gente porque iban a provocar una carnicería. De hecho se asaltó la comisaría de Oviedo, la del Reconquista, para liberar a gente. Una vez había detenidos dentro, estábamos en la asamblea, como 2000 o así, nos enteramos y fuimos para allá. La gente estaba dispuesta a tirarse a comisaría, y recuerdo que Palacios se subió encima de un coche y calmó a la gente. Enviamos a unos parlamentarios a hablar con el comisario, liberaron a los detenidos y nos fuimos. ¿Y hubo juicio contra el guardia? No, no creo. Quedaría exento de responsabilidades. Cuando la huelga estaba de Arzobispo de Oviedo Gabino Díaz Merchán, conocido por su sensibilidad progresista y su apoyo a las luchas obreras. Hubo también un encierro de trabajadores de la constricción en la iglesia de La Felguera ¿Cuál fue el papel de la Iglesia durante los cuatro meses de huelga? Ninguno. No tuvieron ningún papel. Cuando no nos dejaban la casa sindical para reunirnos nos reunimos en el seminario de Oviedo. Allí teníamos que pagar 1000 y pico pesetas y barrerlo al marchar. Teníamos que pagarles a los curas para que nos dejasen reunirnos, y con el dinero por delante. Ese fue el apoyo de los curas. Sí que había gente cristiana que apoyaba, e incluso en CNT teníamos a anarcocristianos y gente que venía de HOAC. Eso siempre hubo, pero no destacó la Iglesia para nada. Muchos huelguistas, tras la huelga, tuvieron que emigrar por las listas negras. Tú mismo acabaste marchándote a Madrid No fue una cosa inmediata. Después de la huelga aún tuve trabajo en muchas obras, pese a que era muy conocido porque salía en el periódico día sí y día no. No hacía falta que hicieran listas negras, porque ya sabían quién era. De aquella había el periodo de prueba de 15 días y, pasado ese tiempo, o te despedían o te tenían que hacer fijo. Normalmente me tenían 14 días, y el dia 14 me despedían. Tras la huelga de la construcción no había mucho trabajo en Asturias, y cada día cerraban nuevas empresas. La gente se veía obligada a escapar. Quien tuviera enchufe, bien, pero a mi nadie se atrevía a recomendarme dados mis antecedentes sindicales y revolucionarios. Monté un taller autónomo de diseño y fotograbado que nos permitió aguantar aquí unos años. Pero mi pequeña empresa fue objeto de competencia desleal, pues la otra empresa que se dedicaba al fotograbado en Asturias tiró los precios por debajo de los costes. Nos vimos con una clientela mermada hasta lo mínimo. La situación acabó siendo insostenible y me tuve que ir a Madrid, donde trabajé durante casi 40 años. Pero sí es cierto que había una lista negra, aunque más que nada lo que hubo fue una persecución dentro de los propios sindicatos contra la gente que se había destacado. Hugo gente expulsada de CCOO y de UGT por haber estado implicada en el movimiento. Dentro de CNT también teníamos gente haciendo una labor de guerra sucia. A mí me acusaban de barbaridades, que si era drogadicto y me pinchaba y tal, lo cual es totalmente falso. Era echar mierda, calumnias, aislarte socialmente y esas cosas. Y eso se hacía dentro de los propios sindicatos contra la gente que se había destacado, y algunos acabaron mal. Todo esto que me has contado sobre la huelga de la construcción me parece impensable que pueda suceder en la actualidad, con el nuevo modelo de relaciones laborales y de actividad sindical Entonces también era un poco impensable. Cn la gente de la construcción nadie hubiera imaginado algo así. Era una situación difícil, con represión. La CNT no había sido legalizada aún. De hecho, se legalizó durante la huelga. Éramos consentidos, pero consentían hasta donde querían. El nivel de conciencia y organización era muy bajo. En aquella época ni siquiera el 10% de los trabajadores estaban afiliados. Hoy tampoco. Hay un retroceso, porque la transición generó expectativas. La CNT hizo mítines en Barcelona con 60.000 personas, y en las campañas contra el Pacto de la Moncloa la CNT tenía una fuerza enorme. Tenía, cosa que ahora no tiene. Yo hacía el periodo de Asturias, el Acción Libertaria, y llegué a vender 4000 ejemplares. Ahora ningún periódico de izquierda distribuye 4000 ejemplares en Asturias. ¿Qué crees que ha cambiado para llegar a la situación actual? Ha habido un retroceso del movimiento obrero porque tenemos un neoverticalismo. El papel que jugaba entonces el Sindicato Vertical hoy lo juegan CCOO y UGT, que son el sindicalismo oficial. Eso ha desmovilizado muchísimo a la gente. Los convenios se siguen firmando sin contar con los trabajadores. El propio capitalismo moderno ha introducido un individualismo brutal y absoluto, una pérdida de la conciencia de clase y no hay la estabilidad laboral que había entonces. A una persona que está con un contrato temporal no le vas a pedir que destaque en la lucha sindical, porque no le van a volver a contratar. Un modelo económico que fomenta la desvinculación de los trabajadores Sí, sí, y la desconfianza de los sistemas organizativos sindicales. Evidentemente, ¿cómo no vas a desconfiar del sindicalismo actual? Lo curioso es que la CNT haya sobrevivido. Vale que está como está, pero que siga existiendo ya es un milagro. Tengo entendido que en los últimos dos o tres años ha ganado bastantes afiliados Hombre, porque el sindicalismo oficial ha dejado a los trabajadores. Para empezar, en España hay una gran tradición anarquista ya desde el siglo XIX. Es el país de Europa con mayor implantación del anarquismo. Históricamente, el movimiento obrero en España nació con el anarquismo, no con el socialismo. Durante toda la época de la monarquía y la restauración el gran enemigo de la burguesía y de las clases aristocráticas era el movimiento obrero, que en aquella época era el movimiento anarquista. No había otro. Luego la UGT creció mucho porque colaboró con la dictadura de Primo de Rivera, pero es un sindicalismo distinto. La CNT llegó al principio de la guerra civil con casi 2 millones de afiliados. En la posguerra la cantidad de gente que ha estado luchando hasta los 60 es brutal: la cantidad de presos, comités que han caído, esfuerzos…y sin hablar del exilio. Es cierto que a partir de lo años 60 desaparecen del mapa, pero en España existe una cultura anarquista. Las ideas del anarquismo han ido calando de forma transversal en toda la sociedad. Desde las ideas de la emancipación de la mujer, el aborto, el amor libre, cuestiones de educación y otros muchos conceptos de los que manejamos hoy en dia. El carácter del pueblo español lo facilita por un lado, y por otro lado el desamparo en el que han dejado a los trabajadores los sindicatos oficiales, que no necesitan afiliados porque viven de las subvenciones, ni necesitan locales porque no necesitan reunirse. El abandono de ese modelo sindical hacia los trabajadores ha permitido que algunas fuerzas sindicales se hayan desarrollado. Hace poco Carmen Calvo, la exvicepresidenta del gobierno, dijo en la Cadena Ser que los españoles somos, más que cualquier otra cosa, anarquistas Es que sí es cierto que ha influido en la cultura española. No puede dejar de influir. Son 200 años de acción revolucionaria y cultural en todos los ámbitos. Y olvidada intencionalmente. Para empezar, el franquismo trató de erradicarlo de la memoria y de la faz de la tierra. Nos han querido borrar. A Franco le interesaba echarle la culpa al comunismo por el tema de la Guerra Fría, pues como aliado de Estados Unidos tenía que acusar al comunismo internacional. Eso ha hecho creer a mucha gente que la única oposición que ha habido aquí a la aristocracia y a la burguesía fue comunista, y no fue así. El PC, cuando comenzó la guerra, no pasaba de 5000 afiliados. Yo me siento muy muy orgulloso del pasado anarquista español, de toda la gente que ha habido antes que nosotros dejando el pellejo durante años y años, miles y miles de personas que tenían una fe en un ideal mejor, más solidario, sin reyes ni déspotas. ¿En qué consiste tu labor en la Fundación Anselmo Lorenzo? Lo de la calle Peñuelas y el archivo de Toledo se debe a la junta de la que fue presidente Palacios y yo vocal, Fue una junta que tenía un presupuesto para arreglar el local de Peñuelas, y con ese presupuesto compramos dos naves en Toledo, montamos el archivo de Toledo y arreglamos Peñuelas. Es que si no hay corrupción, el dinero cunde. Lo que hay ahora lo siento de alguna manera como perteneciente a mi pasado y es parte de mi actividad. Yo mismo he cargado el material que había en Peñuelas para llevarlo al archivo de Yuncler. Lo hemos dejado funcionando, porque cuando entramos en la FAL estaba hecho una pena, abandonado. En el 2000 se habían comprometido a publicar un libro que se publicó en 2021. La FAL estaba muerta. Allí no se sabía ni quién tenía lleve ni quién no. El local estaba lleno de goteras y humedades. Me tocó currar mucho para que la FAL esté como está, y ahora me han elegido nuevamente como vocal de memoria histórica. Yo creo que había gente más capacitada que yo, pero bueno. Si acepto el compromiso es para trabajar. No soy un erudito, no soy un doctor en historia, pero tengo amigos entre los eruditos y los doctores (Risas) Ahora en Asturias he montado un grupito de memoria histórica con gente de CNT, y el Principado nos ha aceptado en el Consejo de Memoria Democrática, un organismo consultivo en el que hay organizaciones memorialistas. En la cuenta bancaria que abristeis para la caja de resistencia sobró dinero al final de la huelga, y decidisteis mantener la cuenta por si lo necesitabais en una futura huelga. Sin embargo, no ha habido otra huelga de la construcción y ahí se ha quedado ese dinero Cuando publiqué el libro había ciento y pico mil pesetas. Pero ese dinero lo único que generaba eran gastos y comisiones, y hoy no sé qué habrá pasado con él. Es posible que ese dinero de los huelguistas se lo haya quedado el banco.

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