sábado, 14 de noviembre de 2020

Sabatína ( 1 ) A.Papell.

Presupuestos para la reconstrucción. El turismo. La juventud Antonio PapellPor ANTONIO PAPELL 11 horas 0 El euro UE presupuestos Los Presupuestos Generales del Estado para 2021, que deberán sustituir nada menos que a los de 2018, prorrogados desde entonces, son, como en todos los casos, la hoja de ruta del Gobierno hacia sus objetivos y su continuidad. Pero este designio parcial, lógicamente partidista, se enriquece esta vez con otro objetivo mucho más relevante y trascedente que tiene escasa carga ideológica: el de sacar a este país de la crisis provocada por la gran pandemia, servir de plataforma financiera de despegue de la reconstrucción, que ha de sacarnos del pozo en que nos ha introducido la COVID-19. Con nuestro esfuerzo y con la ayuda vital de la Unión Europea, que aporta una sustanciosa ayuda mutualizada, es decir, solidaria y a fondo perdido en buena parte. Aunque no haya que descartar todavía que esta ayuda tenga que ser revisada al alza cuando se constate que el quebranto provocado por la segunda oleada de la pandemia a la mayoría de socios comunitarios ha provocado nuevos y exorbitantes gastos y lucros cesantes con los que nadie contaba. Como es conocido, el desembolso público total programado en el proyecto presupuestario español es de 383.542 millones de euros, de los que casi 240.000 serán gasto social. En cuanto a inversión real, que es la que da la medida de la política expansiva que se planea, los PGE consignan 10.172 millones de euros en inversiones reales del Estado, la mayor cuantía en una década, cifra a la que hay que añadir los 29.168 millones de las transferencias de capital, el dinero que la Administración central y sus organismos transfieren a otras entidades para que acometan inversiones; esta cantidad es casi el doble de la mayor de la historia, los 15.123 millones de 2010. De esos 29.168 millones, 19.325 provendrán del fondo de recuperación de la UE, que también aporta 1.884 de los 10.172 de inversiones reales. La descripción de los Presupuestos merece ser leída con cierto pormenor porque introducen elementos nuevos de gran valor. Así por ejemplo, se incrementa la inversión educativa con la intención de alcanzar cuanto antes el 5% del PIB y en 2021 se realiza ya un gran salto: el presupuesto de educación crece un 70,2%, pasando de 2.876 millones en 2020 a 4.893 millones en 2021, gracias en buena parte a la inyección prevista de 1.803 millones de los fondos europeos. Las mayores beneficiarias de esta inversión extra son las becas (514 millones más), la educación infantil (200 millones) y la modernización de la Formación Profesional (370 millones). Estos Presupuestos deben resumir una resurrección colectiva de un sistema económico dañado Hacia un turismo distinto La marginación de los jóvenes Estos Presupuestos deben resumir una resurrección colectiva de un sistema económico dañado En definitiva, estos PGE deben resumir una resurrección colectiva de un sistema económico dañado por una exorbitante fuerza mayor. Con la particularidad de que, con buen criterio, quienes van a financiar en gran parte la salida de la crisis quieren aprovechar la oportunidad para generar un salto cualitativo el desarrollo de los países, también de España. No se trata de reconstituir los aviejados negocios de antaño sino de desembocar en un sistema económico modernizado mediante la digitalización, la descarbonización y la formación, de manera que se produzca un verdadero cambio de modelo productivo, una resurrección de la Industria y una mejora de la calidad del empleo. En el actual escenario parlamentario, es impensable un consenso general, pero todo indica que el Gobierno conseguirá un respaldo incluso superior al que logró Pedro Sánchez en la investidura. Las siete enmiendas a la totalidad presentadas han sido las del PP, Vox, Junts, Foro Asturias, la CUP, Coalición Canaria y el BNG, y a ellas se ha sumado UPN, que votó en contra del proyecto aunque no presentó enmienda propia. Han mostrado por tanto su disponibilidad todos los demás; por una parte, el bloque de la investidura (PSOE, Unidas Podemos, PNV, Más País, Compromís, Nueva Canarias y Teruel Existe), del que solo ha desertado el BNG, y por otra Ciudadanos, los cuatro diputados del PDeCAT y el Partido Regionalista de Cantabria (PRC), que en enero votaron en contra. En definitiva, el Gobierno ha conseguido 198 votos y los partidos de devolver el proyecto presupuestario al Ejecutivo, 150. Es significativo reseñar que la coalición gubernamental en solitario, con 155 escaños, superó a los adversarios de estos presupuestos. Ciudadanos, cuya lideresa sufre los subrepticios embates del exlíder, está en una encrucijada puesto que Albert, que no ha asimilado el ridículo en que quedó en noviembre de 2019, quiere obstruir cualquier acercamiento de Arrimadas al PSOE. Por lo demás, el PSOE tiene la obligación histórica de intentar integrar a ERC, que, aunque todavía no se ha asentado en la plena racionalidad, ha dado algunas muestras de distanciamiento del nacionalismo étnico, de la derecha pospujolista catalana, cuyas corrupciones no conocen límites. Es evidentemente falso que el PSOE esté dispuesto a negociar la implantación del castellano en Cataluña, como lo es también que el partido socialista acaricie la idea de permitir un referéndum de autodeterminación. Un referéndum puede y quizá debe poner fin al conflicto catalán, pero ese referéndum habrá de ser de ratificación de un nuevo Estatuto de Autonomía (o de una reforma constitucional incluso) pero en modo alguno del estilo del que pretendía el soberanismo. Un nuevo presupuesto capaz de canalizar las ayudas y de iniciar con prudencia la senda de una inevitable reforma fiscal dará consistencia a la legislatura Las cuentas públicas esa semana han iniciado su andadura parlamentaria son muy complejas y quedarán probablemente desfiguradas por el efecto brutal de esta segunda fase de la pandemia, aunque en sentido contrario se beneficien quizá de la pronta consecución de una vacuna. Habrá que improvisar mucho para ajustar la realidad a las previsiones y habrá que hacerlo de buena fe porque los ciudadanos ya no soportan el sectarismo que todavía se derrama sobre la gran pandemia. Un nuevo presupuesto capaz de canalizar las ayudas y de iniciar con prudencia la senda de una inevitable reforma fiscal dará consistencia a la legislatura y acelerará el retorno a las magnitudes macroeconómicas anteriores a la crisis, pese a que el país futuro deberá parecerse poco al antiguo si se toman en cuenta las indicaciones de modernización que están implícitas en el progreso europeo. Hacia un turismo distinto Quienes pensaron al desencadenarse la pandemia que sería posible un desarrollo en “V” del proceso, han podido ya ver hace tiempo que las cosas discurrirán de otra manera. Primero, el trazo será como mínimo en forma de “W”, si se consigue evitar la tercera oleada gracias a la (s) vacuna (s) en ciernes; pero, además, aunque con toda probabilidad consigamos a plazo no muy largo recuperar el nivel de vida anterior a la grave crisis sanitaria, muchas cosas ya no serán como antes. Una de las actividades que experimentará una transformación profunda a corto y medio plazo es el turismo, un negocio importante que lo seguirá siendo pero en otras condiciones y probablemente con una envergadura más racional, sostenible y limitada. El turismo y sus actividades asociadas, la hostelería, la restauración y el transporte (aéreo, marítimo, etc.) forman una industria muy dependiente de factores externos, como el desarrollo de la economía y el devenir de los ciclos, la estabilidad internacional, las crisis sanitarias y políticas, etc. Esta actividad absorbe gran cantidad de mano de obra en trabajos de mala calidad, en gran parte temporales, que aportan escaso valor añadido y por tanto no son susceptibles de mejoras significativas. La brutal terciarización de nuestra economía está detrás de un desempleo crónico excesivo, que habría que remediar mediante reformas estructurales del modelo de desarrollo. Muy especialmente, impulsando la industria en detrimento delos servicios como recomienda Europa y como hacen los países punteros de nuestro entorno. No es fácil adivinar hacia dónde se encaminará el turismo global, que es muy intenso, o el que incumbe a nuestro país, que es la segunda potencia turística mundial. Dentro de las numerosas modalidades de turismo, el llamado de sol y playa —turismo masivo, muy barato, destructivo del medio ambiente y del paisaje, con una productividad mínima— realizado mediante vuelos chárter que forman verdaderos puentes aéreos, tendrá que pasar el filtro de la racionalidad y de la sostenibilidad. Explica Enrique Dans en su uno de los últimos artículos de su blog que la descarbonización en curso hace inviable mantener estos flujos absurdos de personas que responden al reclamo de la publicidad y viajan a destinos que ni siquiera consiguen localizar del todo en el mapa para pasar unos días borrachos, distendidos y en la playa. Países como Alemania están favoreciendo el transporte por ferrocarril, que es el menos contaminante, para disuadir del uso del automóvil y el avión. Y aerolíneas como Easyjet están pensando en políticas más basadas en la calidad que en la cantidad, reduciendo sus flotas y adaptando sus expectativas a un mundo más limpio y por lo tanto menos susceptible de admitir la quema diaria de millones de toneladas de queroseno de aviación. Asimismo, el negocio de los cruceros, exacerbado en tiempos de bonanza, debe encontrar unos límites que salven los mares y las costas, acaben con las invasiones pacíficas de localidades del litoral que se están convirtiendo en decorados de cartón piedra y permitan limpiar las aguas de residuos y desechos casi sin límite que actualmente se vierten. Tampoco es razonable ni contribuye a la calidad de la vida que las zonas céntricas de las grandes ciudades sustituyan su tejido social por flujos de advenedizos que ocupan los apartamentos unos días o unas horas como si la ciudad se hubiera convertido toda ella en un gran, detestable y deshumanizado hotel. Ciudades como París o Barcelona están a punto de convertirse en escaparates de ficción inhabitables pensados para atraer al visitante y no para acoger ciudadanos y servirles de residencia estable. Dans se responde, en fin, a la pregunta clave: ¿Volverá el turismo? “Sin duda —escribe—, pero volverá de otra manera. Más responsable, más respetuoso, sin sobredimensionamientos monstruosos y con planteamientos centrados en la sostenibilidad. Quienes no lo entiendan así, quienes crean que el único problema es el virus, no llegarán siquiera a salir de esta crisis”. De hecho, ya es incuestionable que muchos negocios del sector, cogidos con alfileres, han cerrado definitivamente. Es la oportunidad en muchos casos de volver a empezar. La marginación de los jóvenes El desempleo juvenil es un problema crónico español, que ya guardaba proporciones inaceptables antes de la gran crisis financiera de 2008-2014, que lo agravó. Y la situación ha empeorado de nuevo con la pandemia. España se ha convertido en el Estado miembro de la UE con peores datos de desempleo entre los menores de 25 años: registró un 43,9% de tasa de desempleo juvenil en el mes de agosto, solo por delante de Grecia y casi triplicando la media de la Unión, que se situó en un 17,6%. El problema abarca todo el espectro de niveles de formación: la tasa de paro entre los jóvenes españoles de hasta 29 años con estudios universitarios era el año pasado del 16,7%, la más alta de Europa junto a Italia (16,8%). España, el enfermo más grave en esta materia, no es sin embargo una excepción en el mundo: durante la crisis financiera 2008-2014, el desempleo juvenil subió en los Estados Unidos del 10 al 19% y en Europa, del 16 al 26%. Quiere decirse que en cuanto aparecen dificultades, los jóvenes las padecen en mayor medida y en primer lugar. Y sin embargo, como recordaba hace días en la prensa española el director del centro de reflexión de Bruegel, Guntram Wolff, ni los líderes europeos ni los norteamericanos sitúan el empleo juvenil entre sus preocupaciones preferentes. En España, el elevado desempleo general, no sólo el juvenil, es estructural, es decir, no se podrá reducir sistemáticamente si no se cambia el modelo económico. Y el desempleo juvenil es doblemente estructural ya que sigue la tendencia general y lo hace con mayor intensidad. Esta es la cruda realidad, que podría mitigarse y orientarse hacia un principio de solución si se aprovechase convenientemente la reforma que lleva implícita la ayuda europea contra la crisis provocada por la COVID-19. En efecto, las ayudas a la reconstrucción, créditos a bajo interés y subvenciones gratuitas, llegan con una condicionalidad genérica que nos obliga a poner énfasis en la formación. Deberíamos estar, pues, a las puertas de una gran reconversión, para la que deberíamos preparar a los jóvenes y resolver así uno de los déficit históricos de nuestro sistema productivo: la gran distancia que ha habido siempre entre el sistema formativo y la demanda de mano de pobra de la economía real. Wolff lamenta que, en todas las etapas críticas, la reducción de la financiación de oportunidades para los jóvenes haya sido una constante. Los sistemas educativos no han mejorado con la subida del nivel de vida de las naciones ni mucho menos se han ido adaptando a las nuevas circunstancias. Con la particularidad de que en la crisis de la COVID-19 la educación ha salido particularmente damnificada: se han cerrado centros durante largas temporadas, la educación a distancia por vía telemática ha ofrecido un resultado mediocre, la brecha digital se ha ampliado en todo caso… Podría decirse que los niños y jóvenes han perdido un año de su formación. Es decir, que, además de no haberse aportado más recursos a la integración de los jóvenes, se ha interrumpido el proceso de formación. ¿Puede alguien extrañarse de que los jóvenes se sientan poco concernidos por la gran pandemia, ya que se les reclama sentido de la responsabilidad después de haberlos abandonado a su suerte en todos sentidos? No puede haber estabilidad social en un país en que la juventud encuentra barreras inexpugnables al término de la etapa formativa para instalarse en la vida; está condenada a salarios ínfimos porque los trabajos que se le reservan son los de más bajo valor añadido; está desorientada porque la formación que ha recibido le sirve de bien poco porque no coincide con la demanda real de habilidades para el empleo que se le ofrece. En España, el abandono escolar prematuro es elevadísimo y hay coincidencia en que la enseñanza universitaria no se ha adaptado a la realidad de los mercados… Quizá fuera preciso dar preferencia a esta cuestión ahora que vamos a conjugar el verbo reconstruir sobre bases nuevas y con innovadoras herramientas. El actual desequilibrio que margina a los jóvenes es disolvente y destructivo, y probablemente impedirá que consigamos plenamente el objetivo de la resurrección tras la gran epidemia. FacebookTwitterEmailCompartir

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