Helios F. Garcés. / Abdiel D. Segarra Ríos
Helios F. Garcés. / Abdiel D. Segarra Ríos En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí Me encuentro con Helios F. Garcés (Cádiz, 1984) en una sala que La Virreina Centre de la Imatge de Barcelona nos cede amablemente. Acaba de publicar Literatura y Raza (Ona Ediciones) y a finales del año pasado publicó Religión vs. Revolución. Malcolm X, musulmán de la liberación (Bellaterra Edicions). En este ensayo, se propone debatir, por un lado, con la izquierda convencional, que por regla general mantiene una mirada eurocéntrica frente al hecho religioso, particularmente hacia el Islam, y que debe poner en el centro de su agenda la lucha contra el racismo; y, por otro, con los creyentes, a quienes les recuerda que toda religiosidad debe asumir la lucha por la liberación de los pueblos y clases sometidas, y que debe estar al servicio de una sociedad justa. De hecho, Helios (Ilyas) F. Garcés no ha escrito una biografía sobre Malcolm X, sino que aprovecha su figura como símbolo de nuevas utopías en las que conjugar luchas emancipatorias con un enfoque diferente de la espiritualidad y abordar, desde esa confluencia, temas como el racismo, el colonialismo o la lucha de clases. ¿Cree que ni las comunidades musulmanas ni las izquierdas revolucionarias han entendido la figura de Malcolm X en su dimensión completa? Sí, tanto de un lado como de otro suele erigirse una imagen sesgada de Malcolm X. Por una parte, la izquierda lo ensalza como una de las grandes figuras revolucionarias del siglo XX. Por otra, las comunidades musulmanas lo reivindican como el paradigma del gran converso, alguien que en un momento de su vida toma contacto con el Islam y eso produce en él una extraordinaria revolución interior. Las dos imágenes son parcialmente ciertas, pero a menudo desde cada relato se obvia una parte importante de la realidad. Hay musulmanes que no se hacen cargo del papel fundamental que la justicia cumple en el Islam –que no es una cuestión aleatoria, sino que es un principio– y construyen una imagen beata de Malcolm X, alejada del nacionalista negro revolucionario y del panafricanista internacionalista que dialogó con gente como Fidel Castro, Kwame Nkrumah, Gamal Abdel Nasser y otras grandes figuras del socialismo revolucionario del Tercer Mundo de los cincuenta y sesenta. Y, también, hay izquierdas que ocultan deliberadamente la dimensión espiritual de Malcolm X y de muchas de estas figuras, obviando que, para ellos, la liberación estaba también ligada a su compromiso espiritual. Por supuesto que la división rígida entre ‘izquierdas’ y ‘comunidades musulmanas’ es completamente falaz, pero la uso estratégicamente para activar la conversación. Hay izquierdas que ocultan deliberadamente la dimensión espiritual de Malcolm X Malcolm X era musulmán devoto, pero también era producto de la violencia racial estructural que sufría y sufre la población negra en Estados Unidos. ¿Cuál es el interés de Malcolm X hoy? Rescatar la memoria de una figura como Malcolm X es vital porque, lamentablemente, los problemas contra los que él luchó siguen existiendo. Y esto es fundamental de cara a las luchas de los pueblos africanos, de los pueblos del Sur Global, de sus diásporas en Occidente y de las clases trabajadoras contra el capital, el neocolonialismo y el neoliberalismo. Por otra parte, Malcolm X nos ayuda, como nos ayudan tantas otras figuras y movimientos, a desarmar la falacia dogmática de que no se puede conciliar la dimensión espiritual con la idea de un proyecto revolucionario. Al mismo tiempo, el libro se publicó en octubre de 2023, y lo cierto es que lo que está sucediendo desde entonces en Palestina, que no es sino continuación del proyecto colonial sionista desde hace más de 76 años, ha vuelto a despertar un gran interés internacional sobre Malcolm X. A través del legado revolucionario de Malcolm X, una parte importante del mundo occidental puede acercarse a esa realidad desde la cual espiritualidad y liberación se vinculan, se unen y son una misma cosa. Sobre todo, en momentos en los que estamos presenciando el genocidio sionista en la Palestina histórica y su ataque sobre el mundo árabe musulmán. Podemos ver cómo uno de los métodos predilectos usados por el colonizador es la demonización de la resistencia ante la ocupación y el apartheid, y esta estrategia alcanza su clímax a través de la demonización del lenguaje espiritual que una parte muy importante de los palestinos, libaneses, yemeníes y sirios usan para nombrar y articular su resistencia ante la ocupación de sus territorios y la masacre de sus familias. La tesis principal del libro es que la espiritualidad, la religiosidad, también es un espacio de compromiso político. En el caso del Islam, ¿cómo relaciona la espiritualidad islámica actual con la lucha contra la explotación y la sumisión de las clases subalternas? Efectivamente, toda espiritualidad es un campo de disputa, en tanto que existe una confrontación teológico-política entre quienes instrumentalizan la religiosidad para legitimar formas de gobernabilidad injustas y quienes se inspiran en sus tradiciones espirituales para combatir tales injusticias. Es importante tener en cuenta que lo que está sucediendo en Palestina, Líbano, Yemen, etcétera, está sacudiendo este debate a un nivel inimaginable. A pesar de que en todo el llamado mundo musulmán siempre han existido formas revolucionarias de entender el Islam fieles a la historia profética, la heterogénea tradición islámica ha sufrido, especialmente durante los últimos dos siglos, un profundo proceso de colonización ideológica a través del proyecto wahabi. En los medios y tertulias, se habla con mucha ligereza de wahabismo, de salafismo, de islamismo, etcétera, pero muy pocas de esas voces demuestran saber de qué están hablando, mucho menos la ultraderecha, que utiliza estas categorías como muñecos de paja. Si le pides que definan con rigor a qué se refieren, o cuáles son las bases fundacionales, históricas, políticas, sociológicas, filosóficas o teológicas de cada una de estas corrientes, cuántas subcorrientes existen en el interior de las mismas o cuáles son las diferencias entre ellas, no saben responder. El proyecto wahabi, que nace en Arabia Saudí, interesó a la inteligencia británica, y posteriormente a la yankee, como una oportunidad de frenar el impulso revolucionario musulmán –y no musulmán– que se estaba produciendo en el mundo árabe y africano del siglo XX, en los que existían movimientos revolucionarios que reclamaban una manera de entender el Islam afín al socialismo anticolonial: en Egipto, Argelia, Marruecos, Guinea Conakry, Sáhara Occidental, Senegal, Indonesia, Pakistán, etc. Esto asustaba a una parte muy importante de las oligarquías del llamado mundo árabe, interesadas en una interpretación del Islam que fagocitara esas corrientes y que legitimase gobiernos neocoloniales. La agenda imperial puso su ojo en la ideología wahabi, una versión atrofiada, puritana y sectaria del Islam La agenda imperial puso su ojo en la ideología wahabi, una versión atrofiada, puritana y sectaria del Islam obsesionada con un pasado falseado que convierte a la persona creyente en un sujeto neurótico pretendidamente alejado del mundo social y finalmente comprometido con proyectos políticos reaccionarios. El wahabismo no se comprende como un fenómeno netamente teológico, se entiende en el contexto del gran proyecto imperial y de dependencia neocolonial de ciertas élites decadentes de los países árabes. Usted se pregunta por qué los imames no hablan del genocidio en Gaza, de los intereses armamentísticos de Occidente, de los desahucios, de las desigualdades, del paro, de los cortes de luz y entiende que esos problemas también son religiosidad. En ese abordaje de luchas liberadoras, ¿cómo debería el Islam abordar luchas como el feminismo o las conquistas del colectivo LGTBI? Estos debates han existido siempre de formas muy diversas en el interior de las propias sociedades musulmanas y se han traducido en múltiples maneras de enfrentar toda forma de opresión, explotación y desposesión en el seno de tales sociedades. Por ejemplo, existe un interesante debate entre los llamados feminismos islámicos, en plural, e intelectuales musulmanas que, sin definirse como tales, abordan todas estas cuestiones desde diversas lecturas emancipatorias del Corán y de la tradición profética. Pero la mirada monolítica y colonial que prima sobre el mundo musulmán hace que toda esa diversidad teológico-política y sociológica sea borrada de un plumazo y se construyen fetiches, obsesiones y reclamos que no favorecen la liberación de las sociedades musulmanas. Más bien, las banderas de la liberación de las mujeres y de los colectivos LGTBI son utilizadas como propaganda imperial para invadir, menoscabar, colonizar y masacrar a la población de estos pueblos, así como para demonizar a sus diásporas y a las comunidades musulmanas occidentales. Por ejemplo, los sionistas, como grandes herederos del proyecto orientalista, saben que a través de la instrumentalización de estas banderas han podido legitimarse de cara al mundo occidental. Han podido otorgar más legitimidad moral a su plan de exterminio contra la población palestina. Muchos colectivos feministas y LGTBI de la propia Palestina y de todo el mundo árabe lo advierten. Es una manera de seguir exigiéndole al denominado mundo musulmán que se adhiera a un supuesto horizonte emancipador que Occidente no respeta ni cumple dentro de sus propias fronteras de muerte. Es difícil que estos debates puedan desarrollarse en los términos ideales, pues el mundo musulmán es constantemente asediado para abordarlos de la forma en la que las sociedades occidentales lo desean. En este sentido, es interesante escuchar lo que, en una reciente entrevista, el musulmán afroamericano, erudito en historia islámica en África occidental y candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos por el Green Party, Rudolph Butch Ware, respondió al respecto: “Como musulmanes, nuestro principio fundamental es que defenderemos a cualquiera que esté siendo oprimido en función de su identidad”. En el libro, se afirma que el neoliberalismo necesita del racismo para funcionar, así como necesita del patriarcado y de otros sistemas de dominación y que no es posible ejercer racismo si no hay estructuras de poder que lo pongan en marcha, porque el racismo siempre es institucional. ¿Cómo cree que es posible abordar este asunto desde nuestro país? Es muy importante esta cuestión porque el Estado español tiene un problema muy serio en lo que respecta no solo a la memoria de la represión franquista sino también a la revisión de su memoria imperial y colonial. Esto se traduce en la negación neurótica de una parte muy importante de su historia y en un abordaje tibio y completamente inútil de problemas que, al mismo tiempo, niega. El caso del racismo es muy paradigmático, porque se ha puesto de moda la retórica de los llamados ‘discursos del odio’, que ha convertido el racismo en una cuestión emocional. Y esto es importante remarcarlo, porque el racismo es un problema institucional y estructural que tiene que ver con el legado colonial, racial e imperial de las instituciones modernas y que ha impactado en nuestra psicología y estructuras materiales, económicas y sociales a un nivel muy profundo. Por eso, raza, clase, género, etcétera no se dan de forma aislada, sino que funcionan como una misma estructura de opresión que reúne jerarquías. Y mientras que estemos obsesionados con combatir el odio, mientras estemos poniendo toda nuestra energía en eso, estamos obviando que todas estas luchas irán a parar al agujero de la historia y no cumplirán la función que deberían cumplir mientras existan estructuras económicas, políticas y materiales que permitan al racismo seguir operando. Se ha puesto de moda la retórica de los llamados ‘discursos del odio’, que ha convertido el racismo en una cuestión emocional Se me ocurre, al escucharle, pensar en aquellos que argumentan que movilizarse por los migrantes, el colectivo LGTBI o el feminismo es olvidarse de lo esencial que es la lucha de clases. Afirmar que hay que centrarse en la lucha de clases y que lo demás ya vendrá es una trampa. Los llamados rojipardos no han entendido la herencia del marxismo en lo que respecta a la extraordinaria crítica de la economía política elaborada por Marx ni en lo que respecta a la crítica del origen del propio capital y de cómo funcionan los procesos de acumulación y recomposición del capital. Es evidente, y así nos lo enseñan los y las marxistas del llamado Tercer Mundo, que no existe capital sin raza, así como no existe raza sin capital. Y esto es extrapolable al género. Es decir, el capital necesita que exista un excedente de población humana desechable. Eso no quiere decir que el racismo sea una herramienta del capitalismo, como muchas veces desde la izquierda convencional se mantiene, sino que raza, capital, género, etc., son todas estructuras de poder ligadas desde el principio y solo una mirada eurocéntrica, atrofiada y economicista de la lucha de clases puede obviar esto. No niego que haya articulaciones identitarias desligadas de la lucha de clases en muchas de estas batallas. Existen y somos los primeros en señalarlo, de la misma manera que existe una izquierda liberal aspiracionista que busca gestionar el sistema capitalista, no romper con él. Sin una comprensión seria de cómo funciona el problema de la raza o el problema del género, nuestra comprensión de la lucha de clases es una comprensión atrofiada y provinciana. Malcolm X apuntaba a tres cuestiones urgentes por abordar: la necesidad de una educación emancipatoria, la revisión del papel de las mujeres en la lucha de liberación y la desunión entre los pueblos o comunidades subalternas. Las tres cuestiones siguen pendientes hoy en día. Totalmente. Una de las facetas más fascinantes de Malcolm X era su capacidad para transformar constantemente su visión del mundo y de sus estructuras de poder. Eso lo dice en el último año de su vida. Un año muy especial, porque vuelve a viajar a África, a Europa y al mal llamado Medio Oriente. Al mismo tiempo, está evolucionando desde una interesante ligazón entre el nacionalismo negro revolucionario y el panafricanismo internacionalista, apelando a la unión estratégica de los pueblos subalternos. Cuando está en Gaza, Malcolm X percibe claramente cómo el sionismo es un proyecto colonial que también viene a dividir a los pueblos árabes y africanos. Además, está en diálogo con grandes revolucionarias del momento como Vicki Garvin, Queen Mother Eloise Moore, Yuri Kochiyama, Grace Lee Boggs, etc. Es decir, con figuras del panafricanismo y de las luchas antiimperialistas de otros pueblos que, en aquellos momentos, no se autodenominaban como feministas, pero que fueron pioneras en la lucha de las mujeres revolucionarias de estas comunidades por la liberación de sus pueblos y por supuesto, por la liberación de las mujeres. En sus viajes, Malcolm X se da cuenta de que no hay liberación de estos pueblos sin liberación de las mujeres y llama la atención sobre ello cuando vuelve a Estados Unidos e intenta organizar a su propia comunidad política. En sus viajes, Malcolm X se da cuenta de que no hay liberación de los pueblos sin liberación de las mujeres Entonces, ¿el Islam le sirve a Malcolm como argumento para defender esa liberación de la mujer? En los sesenta, Malcolm X entra en contacto con figuras del mundo musulmán revolucionario de su momento, entre las cuales también hay innumerables mujeres, también mujeres negras, asiáticas y árabes no musulmanas. Todo esto, le hace replantearse anteriores limitaciones. Esto es teología de la liberación. Cuando el profeta Muhammad emerge en la Arabia en la cual le tocó vivir, interpela a los sectores subalternos de su sociedad, a las mujeres, a las comunidades esclavizadas, a los explotados. Malcolm X siempre tuvo claro que el Islam o es justicia o es fraude. Esta es la pulsión que genera gran parte de sus cambios vitales e intelectuales. De hecho, aquí hay una cita que he tomado del libro y que dice: “El Corán obliga al mundo musulmán a tomar partido del lado de aquellos cuyos derechos humanos están siendo violados sin importarle la creencia religiosa de las víctimas. El Islam es una religión que se preocupa por los derechos humanos de toda la humanidad, independientemente de su raza, color o credo, y reconoce a todos como parte de una única familia viva”. Esa es una de las razones por las cuales Malcolm X hoy es reivindicado en todo el mundo musulmán como un imam, como un líder espiritual. Porque entendió de forma muy clara el corazón del mensaje profético. Entendió lo que diferencia una forma de religiosidad colonizada de una espiritualidad que es fiel a la tradición profética. Mientras que desde la primera se reivindica una religiosidad individualista útil al gran capital, la segunda reivindica que la práctica profética es una práctica ética, y no hay ética sin compromiso con los márgenes, con aquellas comunidades que son oprimidas en la sociedad en la que vivimos. Hay gobiernos de países árabes que son cómplices de lo que está pasando en Palestina o en Sudán Malcom X visita Gaza en 1964, denuncia la ocupación y el genocidio cometidos por el Estado de Israel y advierte del problema que causaría un sionismo colonialista, pidiendo la reacción panarabista y del resto de naciones africanas. Hoy más que nunca, asombra el silencio del mundo árabe, del mundo africano y del resto del mundo ante la barbarie sionista. ¿No le parece? En este sentido, habría que diferenciar entre los gobiernos de estos países y sus pueblos, porque los pueblos de muchos de estos países árabes y africanos lideran la solidaridad internacionalista con Palestina. Dicho esto, incluso hay gobiernos de países árabes que no solo están manteniendo silencio, sino que son cómplices directos de lo que está pasando en Palestina o de lo que está pasando en Sudán. Los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, son responsables directos del genocidio invisibilizado que está aconteciendo en Sudán, en el que también están comprometidos los intereses económicos y militares de Israel, de Estados Unidos y del resto de Europa. Los liderazgos políticos comprometidos con el gran capital también callan ante el genocidio que acontece en el Congo. Las poblaciones de todos estos países claman en masa contra el genocidio, la ocupación y la colonización de Palestina por parte de los sionistas, pero son las élites, que desean seguir manteniendo una relación completamente clientelar con el liderazgo occidental neocolonial, las que callan ante lo que está sucediendo. También hay que recordar que la mayor solidaridad con Palestina se está produciendo desde naciones árabes oprimidas como Yemen o Líbano, o desde naciones africanas como Sudáfrica. El liderazgo internacional contra el apartheid, la ocupación y la colonización de Palestina está en el Sur Global.
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