Íñigo Errejón y Yolanda Díaz se abrazan durante un mitin de Sumar en Gijón, junio de 2024. / YouTube (RTVE)
Íñigo Errejón y Yolanda Díaz se abrazan durante un mitin de Sumar en Gijón, junio de 2024. / YouTube (RTVE) En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí Los testimonios que afirman que Íñigo Errejón, cofundador de Podemos, de Más Madrid y de Más País, además de exdiputado y exportavoz de Sumar en el Congreso, llevaba años manipulando, maltratando y vejando a mujeres, suponen un amargo colofón a una década frenética, en la que las fuerzas políticas a la izquierda del PSOE consiguieron definir la agenda mediática, política y social hasta el punto de llegar a (co)gobernar el país y liderar ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Sin mucho temor a equivocarse, se puede trazar ya un balance del decenio: las nuevas izquierdas movilizaron a millones de electores descontentos con el Régimen del 78, llegaron al poder, lo perdieron por errores propios y ataques ajenos, y han acabado convertidas en memes de sexo duro misógino, con uno de sus símbolos más potentes desatando una terapia colectiva de mujeres humilladas y ofendidas. Creo que las luchas internas, las escisiones y la violencia política ejercida desde y entre las distintas familias y líderes (todo ello, deudor de un inconfesable y viejuno pero obvio machismo estructural) han pesado en este desalentador resultado tanto o más que la feroz e ilegítima persecución dictada por el poder económico: las cloacas policiales fabricaban acusaciones falsas, y periodistas, medios y jueces corruptos las convertían en rumores de primera página plausibles y duraderos. Es lógico que el tránsfuga Errejón haya emergido como la espoleta final que ha hecho trizas el multipartito Si se piensa, es lógico que el tránsfuga Errejón haya emergido como la espoleta final que ha hecho trizas el multipartito. Cofundador de cuatro espacios distintos en nueve años, ha sido el agente doble preferido del sistema mediático, y su caída en desgracia ha sido, por tanto, sistémica, morbosa y espectacular. Cabe recordar que el madridista cofundador de Más Madrid es el único diputado de izquierdas que ha conseguido que todos los grupos del Congreso firmaran una resolución transversal: la que denunciaba, a petición de Florentino Pérez, el racismo que sufre una sola persona, el futbolista brasileño Vini Jr. Si echamos la vista atrás, en 2015 la cosa era distinta. Errejón metía tanto miedo como Iglesias y Monedero, y la prensa pública y concertada se inventó enseguida un escándalo en la Universidad de Málaga para intentar desprestigiarlo. En CTXT le entrevistamos en enero de aquel año, y nadie se había atrevido hasta entonces a hablar con él un rato largo. Si leen la entrevista, verán que aquel agitador peronista no solo tenía la cabeza más analítica y creativa de la nueva izquierda española, sino seguramente de toda la clase política europea. Con el tiempo, sin embargo, Errejón fue convirtiéndose en un personaje trágico, en un pésimo perdedor (de niño vestía la camiseta de Buyo, aquel portero tan desagradable y fulero), y acabó siendo un traidor melifluo y sibilino, una eterna promesa. Endiosado por los halagos de catedráticos, politólogos y periodistas, y blindado por su séquito de prensa y redes sociales, Errejón aparentaba ser solo el intelectual de Podemos, pero reveló su verdadera ambición cuando intentó apropiarse del aparato mientras su amigo Pablo Iglesias estaba en Bruselas. La operación Jaque Pastor acabó de la peor manera por culpa de una chapuza: un ordenador abierto. ¿Vio alguien señales de aquello? Sí. Recuerdo que mi amiga Susana H. comentó, al salir de ver el documental de Fernando León, que Errejón terminaría “saliendo por peteneras” de Podemos. No sé qué notó, pero lo dijo (es listísima). La carrera política y la vida pública de Errejón cambiaron de carril en 2017, cuando perdió el congreso de Vistalegre II e Iglesias se convirtió en líder indiscutido del PCUS entre aclamaciones y peticiones de unidad. Tras pasar un par de años rumiando la derrota búlgara en la trastienda, leyendo, escribiendo artículos y libros (hizo el prólogo a La superioridad moral de la izquierda, de Ignacio Sánchez-Cuenca, que vendió cerca de 5.000 copias), Errejón decidió dejar el partido morado para cofundar, en 2019, Más Madrid con Manuela Carmena. La carrera política de Errejón cambiaron de carril en 2017, cuando perdió el congreso de Vistalegre II En ese momento se convirtió en el invitado favorito de todos los medios progresistas pro PSOE y también de algunos de izquierdas: incluso el consejo editorial de CTXT se dejó seducir por su labia. Llegamos a pedir en un editorial a Iglesias y a Podemos que se hicieran a un lado y le dejaran dirigir la campaña de las municipales. “Ni media tontería. El momento Errejón”, se titulaba aquella estupidez nada profética. Se dice pronto: el difusor de las teorías populistas de Laclau y Mouffe rompió primero a Podemos en dos, y luego pactó con Carmena (responsable última de la ampliación del Bernabéu y de la Operación Chamartín) para dinamitar Ahora Madrid y pelear las elecciones contra Podemos e IU. Iluminado, sí; pero sobre todo títere de la progresía para acabar con las izquierdas (aunque hay que entender a la persona y al personaje: cualquiera prometería cualquier cosa con tal de que se acabara pronto la cena con Escolar y Michavila). Nadie con mando en plaza le reprochó nada al muchacho. El PSOE estaba en guerra abierta. El PP de los Ayusos y Almeidas le debía la vida. Carmena se retiró tan pancha a La Duquesita. Más Madrid se conformaba con sacar un concejal y un diputado regional más que UP. Y lo que dijera Podemos no salía ya ni en La Sexta ni en PRISA. (Una vez me llevaron a la SER de suplente en agosto, hice unos chistes –sobre Errejón– y ya no me invitaron más). Pero sí; de aquellos lodos, estos polvos. Resulta que el ideólogo en jefe era como Jekyll y Hyde, bueno de día y malo de noche: modosito con el dúplex de Ferreras por la mañana, sumiso al Banco Santander, al Tito Floren y a El País por la tarde, y The Fucking Lobo de Wall Street of Lavapiés de madrugada. ¿Tú sabías lo del gran fornicador, Mora?, me preguntan las amigas estos días. NPIO. Ni puñetera idea, oiga. Lo de la farlopa era un secreto a voces, pero a quién rayos le importa eso. De su patología machirula, no creo que nadie, salvo sus víctimas, supiera nada relevante hasta 2023. Es verdad que yo no frecuento los cenáculos, y que me interesa cero patatero a qué dedican el tiempo libre (y el otro) los líderes políticos (menos todavía si son merengues y chaqueteros). Cené dos o tres veces con Yolanda Díaz, eso sí, pero aquello fue antes de que naciera Sumar, récord mundial de lentitud en fundar un partido para que al final no sea un partido. Iglesias había cometido su mayor error político designando sucesora a la lideresa entrenada por Sánchez para acabar con Podemos, y unos meses después de dimitir, PIT se había incorporado al consejo editorial de CTXT. De repente, Díaz dejó de contestarme a los whatsapps. Así que nunca supe gran cosa de lo que se cocía en las bambalinas madrileñísimas, ni ganas. Recuerdo que pasaron los meses y empezó la guerra. Rufián negó el voto de Esquerra a la reforma laboral en el Congreso. Casero, el extremeño miope, salvó a Yolanda de la dimisión anunciada y a su amigo Unai Sordo del infarto. Proceso de escuchaZzzzz. De bolos por los pueblos. Primer acto de Sumar en Valencia. Ni Ione Belarra, ni Irene Montero ni Mónica Oltra. Guerrilla en Andalucía. Deciden IU, Errejón y Díaz. Podemos, cero. Armas químicas de cara a las municipales y autonómicas. Belarra pide primarias abiertas. Díaz se niega. Negociaciones rotas. Más madera: pinza de Pedro Sánchez, sus amigos incómodos de 40 o 50 años y la líder no electa de Unidas Podemos contra la ley del ‘solo sí es sí’ impulsada por la ministra de Igualdad de Unidas Podemos. Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros. Acaba, ¡por fin!, el proceso de escucha / baño de masas. Díaz vuelve de Argentina levitando, se cree Evita Perón. Piensa que puede hacerse un Macron (acabar con PSOE y PP de un solo golpe electoral). Los 35 grupos de sabios que han elaborado el proyecto de país (entre ellos, varios consejeros de CTXT) para Sumar entregan sus papelotes. Y por fin, gran acto en el Magariños. “Es el tiempo de las mujeres”, proclama Díaz. Abrazo largo con Errejón. Ya no queda ni rastro de Podemos. Elecciones: los morados se hunden y pierden casi todo su poder municipal y autonómico. Pedro convoca generales porque él lo vale. Yolanda les da todo lo que piden a Mónica García, a Compromís y a la Chunta Oscense Turolense y coloca de número dos por Madrid a uno que pasaba por allí. Errejón va de número cuatro (el dorsal de Sergio Ramos, emoticono llorar de risa). Irene Montero, vetada: por encima de su rubio cadáver. La gente, asistada, vota en masa y salva los muebles de milagro. Feijóo se niega a ser presidente, que tiene mucha plancha. PSOE y Sumar necesitan a Junts para gobernar. AmnistíaZzzzz. Foto en Waterloo. Nace el segundo gobierno más progresista de la historia. Rebobinamos. Julio de 2023, precampaña. Una joven cuenta en Twitter que una diputada de Más Madrid, Loreto Arenillas, ha intentado convencerla de que no cuente en Twitter que Errejón le ha molestado (tocado el culo) durante un concierto punk en Castellón de la Plana. Todos, incluidos los tardones de CTXT, vimos aquello. Seguramente debimos alertar a los lectores, preguntar a Sumar si había investigado el candidato, inquirir a Más Madrid sobre el cierre abrupto del caso. Pero quia. El trumpismo y el fascismo estaban a punto de llegar al poder y no era el momento de hacer tonterías. Otra vez: ni media tontería con Errejón. El trumpismo y el fascismo estaban a punto de llegar al poder y no era cosa de hacer tonterías Todos callamos y lo dejamos correr como un episodio más de Twitter, contribuyendo así a la omertá que ayuda a sostener la impunidad de los depredadores cegados de poder y de testosterona. La joven toqueteada acaba borrando el tuit. Como premio, Díaz nombra al tocón portavoz parlamentario de Sumar. El pollo había pedido ser ministro, pero la jefa le dice (fuentes muy fidedignas) con su mejor sonrisa: “Tú tienes que pensar mucho, queridiño, tú no puedes ser ministro”. Hace unos días. Acción Comadres (Cristina Fallarás) publica en Instagram varios testimonios de mujeres que se dicen fascinadas, agredidas, humilladas, manipuladas u ofendidas por el diputado. El Núcleo Manipulador dimite con una carta indescriptible. Neoliberalismo, patriarcado, salud mental, primera línea, segunda línea, tercera línea, esto es un sinvivir, amigos y amigas, lo que tenemos que sufrir los personajes y las personas. La prensa progre da cumplida y detallada cuenta de los relatos, firmados y anónimos. Si el morbo monetiza y contribuye de paso a la estigmatización de todas las izquierdas, es valor añadido. Llega la hora del triste balance. La (in)cultura política de las izquierdas, su violencia interna (demasiada endogamia, muy humana, muy sexualizada pero poco sexy y nada creativa) y la abdicación del buen periodismo, el que vigila, el que interroga, el que pone en aprietos a los suyos aunque eso suponga dar pistas a los contrarios (el primero, CTXT), han causado autolesiones enormes y han destrozado la ilusión y la esperanza de demasiada gente. La década perdida. Sumar ha resultado ser un experimento fallido, líquido y caótico, dañino para cuantos firman debajo. Más Madrid asume su fracaso feminista dando bastante vergüenza ajena. Podemos trata de zafarse de quienes intentan acusarle tanto de haber creado el pecado original hace una década como de no haber vetado a Errejón de las listas de Sumar hace un año. Como si aquel diktaat humillante de Yolanda Díaz hubiera sido un toma y daca negociable. La culpa de todo esto la tiene seguramente Madrid, ese lugar que se cree el centro del universo y que es un agujero negro donde las élites y las camarillas mediáticas y políticas (el nacionalmadridismo) deciden el destino de un país irreformable y corrupto, de la Corona hacia el novio de Ayuso. La pena es que hubo una mínima oportunidad de cambio. El 15M enseñó el camino. Pero los que cogimos el relevo no estuvimos a la altura. Casi todos, todas, todes se han (nos hemos) comportado como madrileños: soberbios, pijos y caprichosos. Machistas, egoístas, cainitas, descuidados, autorreferenciales, poco profesionales. No hemos sabido cuidar un patrimonio enorme, de millones de votos, y todo apunta a que tardará mucho tiempo en volver, si es que vuelve. ¿Y ahora? ¿Resistirá el Gobierno de coalición? La alternativa a esta larga agonía de las nuevas izquierdas dispersas es obviamente muchísimo más peligrosa que el actual Gobierno paralizado. Pero mucha gente ya no puede ni alquilar una casa y la desigualdad no deja de crecer. Y PSOE-Sumar no han sido capaces siquiera de plantear esos problemas en serio. Nos queda el feminismo, sí. Y la lucha contra el genocidio de los palestinos. Bienvenidas sean la terapia colectiva, las catarsis, los desahogos y las denuncias públicas de las víctimas de agresiones y malos tratos. Ojalá sigan señalando a sus respectivos monstruos muchas mujeres más. Pero ojo con las cazas de brujas exprés, los cargos anónimos, los juicios mediáticos sin derecho a defensa que suponen la muerte civil inmediata porque ignoran los derechos políticos, civiles y procesales. Errejón ha aceptado, según Díaz, que trataba de forma vejatoria a las mujeres. Ahora habrá que ver si esa confesión se convierte o no en sentencias condenatorias. Entretanto, el Estado debe dotar ya el desarrollo de la ley del Sí es Sí para poder acompañar de cerca a ese 90% de mujeres que no se atreven a denunciar ante la policía lo que han sufrido. El muro de Instagram no es de las mujeres. Es del magnate ultraconservador que se compró la plataforma. Y cualquier día, si se le antoja, la puede cerrar. En cuanto a las organizaciones políticas que piden disculpas, pero no aplican mecanismos democráticos para elegir ni despedir a sus cargos, y no han activado siquiera los protocolos antiabusos que exige la ley, quizá sería bueno que al menos se quiten durante un tiempo la coletilla de “partido feminista de izquierdas”. Dejar de fingir lo que uno no es o no quiere ser realmente podría ser un buen principio para tratar de recuperar la credibilidad perdida; eso, si se quiere cambiar algo de verdad y dejar de jugar al feminismo blanco, intermitente y de clase media, cómodo para los amigos de Pedro y totalmente ineficaz para miles de mujeres racializadas y vulnerables. Salud y libertad.
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