miércoles, 7 de mayo de 2025
Dando luz al apagón...RECOMENDADO.
Nortes | Centraes na periferia
ActualidáTemesCulturesMemoriaOpiniónGaleríesXenteHazte socia de Nortes
ActualidáDestacaesOpinión
Moral, objetivos y estrategia. Convence el que vence.
¿Qué pinta el Gobierno elegido rogando a empresas privadas sobre actividades estratégicas?
Por
Enrique Del Teso
3 mayo 2025
Sede de Hidroeléctrica del Cantábrico-EDP Energía, en Uviéu. Foto: Iván G. Fernández
Recomendados
Enrique Del Teso
Enrique Del Teso
Es filólogo y profesor de la Universidad de Oviedo/Uviéu. Su último libro es "La propaganda de ultraderecha y cómo tratar con ella" (Trea, 2022).
David Martín, un ganadero contra la demagogia en el debate del lobo
6 mayo 2025
Toque de atención de Medio Ambiente al Principado por su política anti-lobo
6 mayo 2025
El Gobierno asturiano busca alianzas industriales con la OTAN
6 mayo 2025
La Romería Cuir rendirá homenaje a Gloria Fuertes
6 mayo 2025
Uno de esos juegos de paradojas visuales consiste en un rectángulo negro, cuadriculado por unas rayas grises. Las intersecciones de esas rayas, vértices de los pequeños cuadrados que se forman, se resaltan con un punto, negro o blanco. Según miramos el rectángulo, vemos cuadraditos cuyos vértices son puntos negros o blancos. El juego consiste en contar los puntos negros. No hay ninguno. Mirando la imagen de conjunto, hay puntos blancos y negros, pero cuando centramos la atención ningún punto es negro. Pasamos de punto a punto y siempre es blanco y siempre vemos por el rabillo del ojo puntos negros, que se desvanecen al concentrar la atención en ellos. Intenté entender los rudimentos del mercado eléctrico, sin esperanza de entenderlo del todo. Es evidente que en España y Portugal hubo un apagón rarísimo que no tendría que haber habido, que el apagón provocó en poco tiempo enormes daños y que alguien tiene la culpa. Por lo que llegué a entender del mercado eléctrico, sospecho que la culpabilidad será como los puntos negros del juego visual. Mirando el conjunto y luego por el rabillo del ojo, veremos una culpabilidad clamorosa pero, según vayamos fijando la atención en cada punto de la maraña eléctrica, la culpa se desvanecerá y parecerá una ilusión óptica. No habrá un punto del sistema donde esté el culpable. Cualquier culpabilidad se puede camuflar hasta parecer una ilusión del entendimiento. La información me temo que tardará y que, como no se recurra a una IA que junte los trozos de información de cada sitio, no será una información coherente.
El apagón creó una situación mejor y peor que otras. Las horas de apagón fueron una perturbación intensa y rápida, no como el confinamiento, que se fue haciendo demoledor con el paso de los días. La conducta colectiva del apagón fue de buen rollo, de echar una mano y de cierta complicidad, en buena medida como la del confinamiento. Pero en el confinamiento la mala baba y el odio silbando por las esquinas chirrió desde el principio. En poco tiempo todos estábamos indignados con alguien. Con el apagón solo hubo buenos gestos. Se creó el tipo de situación de excepción compartida que, según Alba Rico, impulsa bondad y alegría. Sospecho que se debe a que el apagón cortó internet y las redes sociales y no hubo algoritmo que amplificara ladridos y nos hiciera nadar en mala baba. Por eso fue mejor que otras situaciones críticas. Pero, como digo, la explicación de lo ocurrido será difícil de sintetizar y lenta de completar. En ese sentido, la situación es peor que otras porque en ella es más operativo el principio de asimetría de la estupidez, de Brandolini, que dice que la energía necesaria para rebatir una estupidez es mayor que la necesaria para producirla. Si en condiciones normales, la verdad juega con desventaja porque es larga y lenta, mientras la estupidez es corta y rápida, peor será ahora cuando ni siquiera tenemos una verdad que oponer a la estupidez que se le ocurra a cualquiera.
Parece una contradicción que en la sociedad de la información sea más fácil que nunca la desinformación. Pero no lo es. Información tiene un sentido técnico y otro coloquial. En sentido técnico, la información se parece mucho a reacción. Si acercamos la mano a una mesa, no hay información porque la mesa no reacciona. Si se acerca nuestro coche a una columna en una maniobra de aparcamiento y da pitidos, hay información porque el coche reacciona con un pitido a la proximidad del obstáculo. La serie V, de los 80, empezó tan anónimamente como todas las series. Se hizo popular en el episodio en que un extraterrestre, de aspecto humano, se tragó una rata entera viva. No es que a la gente le guste ver cómo alguien engulle una rata, pero fue reactivo, atrapó la atención. Eso es información en sentido técnico. En sentido coloquial la información se parece a conocimiento. No hay contradicción. En tiempos en que es fácil provocar reacciones intensas en la gente mediante algoritmos y patrañas, el conocimiento manda poco. Como digo, no hay contradicción. Los algoritmos se encargan de que algo nos retenga en la red social el mayor tiempo posible y eso se consigue con estridencias que no se detienen ante la verdad y los hechos. Así es nuestro hardware.
Parece una contradicción que en la sociedad de la información sea más fácil que nunca la desinformación
Es más cierto que nunca que se convence venciendo y no se vence solo con la verdad. Vemos continuamente ejemplos del llamado galope de Gish (lo utilizó Feijoo en el debate contra Sánchez). Si te dicen que Sánchez llegó a España en un platillo volante, te ríes. Si te dicen que la culpa del apagón es de las energías limpias impulsadas por los comunistas, que por tener un gobierno comunista hubo apagón y que el siniestro es parte del triunfo de ETA, la estupidez es igual que la del platillo volante, pero tu impulso no es reír. Como hay un hilo con la realidad, desquiciado pero lo hay, el cuerpo te pide aclarar, objetar, explicar, razonar. Si te sueltan muchas estupideces en cada frase y encadenan frases con rapidez, el estupor y el impulso de negar y explicar es más intenso que el tiempo que tienes para ello y se produce una sobrecarga cognitiva y una impotencia que se vive como actitud defensiva desorientada y casi perturbada. El galope de Gish. La audiencia percibe más quién gana que quién tiene razón y no recibe más mensaje que el del galopante delirante o, al menos, que todo es confuso y nada es fiable: manda la reacción (información en sentido técnico), no el conocimiento (información en sentido cotidiano). No basta tener razón. Hay que vencer. Las fuerzas progresistas no deben mentir para vencer. Pero deben vencer.
Deben cobrar moral. Tener moral es lo contrario de estar desmoralizado. No se coge moral sin definir objetivos y elaborar estrategias, es decir, si no se ve un camino para vencer. Se necesitan afirmaciones breves, simples pero no simplonas, que no sean patrañas que haya que desmentir en una explicación larga y rigurosa, pero que sean rápidas. Algunos ejemplos. No hay nada violento creciendo en el entorno de Bildu, pero sí en el de Vox. Una minoría de jueces son activistas de derechas, pero una mayoría son corporativos y por eso el lawfare ultra es evidente. La guerra de Ucrania disparó el precio de la luz y Gobierno rogó a las eléctricas que moderaran los precios; el Gobierno quiere saber cómo se produjo el apagón y ruega colaboración a las eléctricas; ¿qué pinta el Gobierno elegido rogando a empresas privadas sobre actividades estratégicas? Esas empresas deben ser de control público. ¿Qué sentido tiene rearmarse dentro de la OTAN cuando la nueva amenaza que justifica el rearme es EEUU? ¿No es esa la sumisión que exige, que Europa pague la OTAN? ¿Alguna vez habrá un gasto súbito y excepcional para robustecer la sanidad europea o su sistema educativo? Parece claro que sí se puede hacer un gasto súbito y excepcional.
El galope de Gish y la desinformación no se atacan desmintiendo, sino ignorando el mensaje y centrando la réplica en el emisor del mensaje y sus propósitos. Les gusta que se les insulte, pero no que se les describa. Si se desmiente algún disparate, debe seleccionarse uno, el más fácil de desenmascarar, y ponerlo como ejemplo para no insinuar que es el único que podemos replicar. No sé si hay faquires capaces de acostarse en un colchón con muchos clavos, pero seguro que nadie se acuesta sobre un solo clavo. Un caso bien elegido hace más presión que atolondrarse en réplicas confusas sobre una catarata de falsedades. Cuando se desmonta una afirmación, se proyecta desconfianza sobre todas las demás. Si una seta es venenosa, no confiamos en ningún plato de setas del restaurante.
Hay que reafirmarse en principios y fundamentos. Pero hay que vencer para convencer. En EEUU no se percibe más energía que la que proyecta Trump y así gana, no por razones, sino por iniciativa. Moral (en el doble sentido de ánimo y cultivo del bien), objetivos y estrategia. Si no hay actividad para esas tres cosas, no importará que el adversario delire.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario