lunes, 20 de abril de 2020

Oviedo....dormida...

Cuando Vetusta durmió la siesta

El confinamiento deja un Oviedo silencioso y con estampas impensables hace poco más de un mes

La habitualmente transitada calle Uría, más silenciosa que nunca./
La habitualmente transitada calle Uría, más silenciosa que nunca.
SUSANA NEIRA
Incluso más de lo que nunca se imaginó Leopoldo Alas, 'Clarín', Oviedo duerme con el confinamiento por el coronavirus una larga siesta que dura ya más de un mes. Especialmente los domingos, y ya van seis de cuarentena, cuando se escucha como nunca el sonido de las campanas de las iglesias y el canto de los pájaros en los balcones, y cuando retumban los pasos de aquellos que salen a comprar el periódico y el pan. Como si hubieran peinado la ciudad para conservar perpetuamente la Escoba de Platino.
Desde la plaza de la Catedral y alrededores, con el continuo bullicio hace poco más de un mes de aquellos que la recorrían y disfrutaban en sus bares del vermú que ahora se toma en los balcones, a la plaza de la Constitución, donde ya no suenan los fines de semana los grupos folclóricos; o el paso de peatones frente al Teatro Campoamor, donde a diario se cruzaban miles de ovetenses y foráneos que, bien por trabajo, trámites o compras, recorren el eje comercial. Nadie disfruta de la ciudad. El COVID-19 incluso aparcó el debate por la renovación de los bancos de la solitaria plaza de la Escandalera o la necesidad de someter a una profunda mejora el Campo de San Francisco. Ni Mafalda, ni Woody Allen, ni Rufo, ni Tino Casal sufren desgaste alguno por los selfis.
No hay vitalidad y tampoco tráfico. Hasta el punto de que los niveles de contaminación, habitualmente altos en la entrada de Oviedo por la Cruz Roja, bajan a mínimos. La zona lució ayer domingo un aspecto muy similar a las ocasiones en que sufrió un corte al tráfico para bajar esa alta polución. Tampoco hay tráfico en la avenida de Santander, ni el la Ronda Sur o El Cristo.
En las jornadas festivas solo rompen ese silencio de vez en cuando los vehículos de la Policía o del Ejército que vigilan que nadie sale de sus casas más allá de esos recados o para pasear a los perros, y el sonido de las ambulancias.
Las calles, avenidas, teatros, parques, colegios, instalaciones deportivas, comercios... Todo está mudo. Oviedo solo se despierta de esa siesta con la que arrancaba el escritor 'La Regenta' a las ocho de la tarde, cuando los vecinos salen a sus balcones a aplaudir.

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