miércoles, 12 de octubre de 2016

Stiglitz al habla...

“El euro reparte sufrimiento y así acabará por dividir a la UE”

 
Stiglitz es el economista más conocido del mundo, porque se preocupa del sufrimiento de los demás cuando otros sólo hablan de estabilidad, la de ellos, naturalmente. Conocerlo es certificar su bonhomía y apreciar su argumentada indignación cuando detecta una injusticia estructural que consolida los privilegios de una minoría. Su llamada de atención sobre el euro en la Fundació La Caixa puede ser criticada, pero es difícil negarle que nuestra moneda necesita un replanteamiento urgente. Tal vez el fin del dinero líquido, que el Nobel ve tan inevitable como –buena noticia– deseable, nos ayude a convertir el euro en un instrumento de convergencia. Más urgente aún es que deje de serlo de divergencia europea.
Usted sostiene que el euro nos hace sufrir. ¿Por qué?
Porque, ya desde su concepción, tiene defectos estructurales que frenan su crecimiento y perjudican a las clases medias y más débiles, que han visto recortadas sus prestaciones y sueldos.
¿Dónde falla el euro?
El otro día estuve explicando mi libro a un auditorio alemán...
¿Le criticaron mucho?
Sobre todo cuando dije que debían dotar ya a los bancos del euro de un fondo común más fiable por si alguno tiene problemas. Respondieron con desconfianza que los bancos de los países más débiles podrían abusar de él.
Ahora mismo parece que no es el caso.
Ahora mismo el problema es el Deutsche Bank, que llegó a ofrecer retornos a sus clientes en su día del... ¡25%!
Estos alemanes...
Esa es la base de los problemas del euro: la falta de solidaridad.
Es un problema cultural.
Pero lo tienen millones de votantes europeos a los que sus gobernantes sirven. La falta de solidaridad entre los europeos es la raíz de los problemas del euro. En EE.UU., nadie se queja de que otro Estado tenga o no déficits y no piensa que le esté robando por tenerlos.
¿Qué otras medidas necesita el euro?
Eurobonos, claro, y que Alemania no mantenga su superávit crónico, porque significa déficit crónico para los demás. Así que debe invertir más en sus infraestructuras; la eurozona también debe unificar la fiscalidad...
Apple nos roba y otras grandes tecnológicas: con la colaboración de Irlanda.
Esos impuestos que no pagan en España dejan de financiar aquí la sanidad y la educación para acumularse no sabemos dónde, porque tampoco los pagan en EE.UU.
¿Con la complicidad de la UE?
La comisaria europea que exige a Apple esos 13.000 millones de euros que ha eludido lo dijo claro: los impuestos deben pagarse donde se genera el valor y si los han obtenido por ventas en España, deben pagarlos en España y no en Irlanda, aunque sea el país que tasa menos.
Eso es lo contrario a unión fiscal.
Por eso, un lobby de expertos presionamos, también en Bruselas, para que los impuestos se paguen allí donde se gana el dinero. Y que Irlanda pueda aprovecharse de los demás países del euro al ser el que menos impuestos cobra es otro de los defectos que no se pensaron al diseñar la moneda única.
Tampoco antes del euro teníamos un sistema monetario tan estable ni justo.
Por eso avanzaron ustedes en su día hacia la coordinación de sus monedas en el sistema monetario europeo (SME).
Era necesario para moderar los continuos desequilibrios en el tipo de cambio.
Y al final no funcionó. Y entonces, en vez de flexibilizar su coordinación, los partidarios de la unidad monetaria se apresuraron a implantarla, pero aplicando la receta opuesta a la necesaria: más rigidez, menos coordinación. Por eso, el euro ya nació viciado en su estructura.
¿Cuál es, para usted, la lección?
Que tanto el SME como Bretton Woods acabaron colapsándose porque eran sistemas demasiado rígidos y el euro aún lo es más, o sea, que lo empeoraron. Así que ahora deben reformarlo al revés: mejorando la coordinación de sus países y flexibilizando su estructura.
¿Cómo?
El fin del dinero está próximo y es un desenlace muy deseable. Billetes y monedas van a desaparecer más pronto de lo que nadie espera y eso permitirá no sólo un mayor control fiscal...
Ya sería mucho.
Además hará posible una gestión de la política monetaria mucho más precisa: podremos ver al instante con los big data cuándo la gente deja de gastar y cuándo hay que aumentar la liquidez en el sistema o cuándo hay que retirarla para evitar una inflación indeseable.
¿Qué sería menos doloroso: reformar el euro o simplemente abandonarlo?
Creo que ese cambio esencial del fin del dinero tal como lo entendemos con la introducción de las nuevas tecnologías monetarias permitiría la mejor solución para todos: más flexibilidad en la estructura de la moneda única, pero también más coordinación en sus instituciones.
¿Draghi podría hacer más o debería hacer menos?
Hace lo que puede y mejor que sus antecesores, pero su mejor advertencia es la de que la política monetaria tiene sus límites. No puedes mantener los defectos de estructura del euro y esperar que los solucione Draghi solo.
¿Dónde están sus límites?
Si bajas los tipos de interés sin pensar en los bancos, que deberían incluirse ya en los modelos económicos, castigas a los ahorradores y muchos son gente humilde que necesita de esos intereses. Y los bancos sufren muchísimo.
¿Se podría estimular la economía sin castigar a los bancos y a los ahorradores?
El gobernador del Banco de Japón me ha explicado que en sus modelos sí está la banca y ahora lanza estímulos que no la castigan.
¿Por qué Trump ha llegado tan lejos?
Porque le apoyan los perdedores de la globalización. El modo de frenarlo hubiera sido repartir mejor la riqueza y evitar que el sistema excluyera a millones de norteamericanos.

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