sábado, 30 de diciembre de 2017

Rajoy con Trump....

Rajoy y el carbón se quedan

Alberto Rosado del Nogal
Mina de carbón en España.
Mina de carbón en España. 
Europa Press
La pasada cumbre del clima de Bonn (COP23) se iniciaba con la baja significativa de la primera potencia mundial y el segundo gran emisor de CO2 del planeta: los Estados Unidos de Donald Trump.

Sin embargo, el foco de atención no se debe poner, desde nuestro país, en un negado y negacionista Donald Trump, sino en un cegado e inmovilista Mariano Rajoy. Si ya en la cumbre del clima de París de 2015 el paso de España fue con pies de plomo, en Marrakech 2016 Rajoy ni siquiera tomó el micrófono en el plenario. España quedó relegada a una mera gestora de los acuerdos tomados por otros, como un menor de edad obedece a sus tutores legales. Pareciera, por la actitud de nuestros representantes, no solo que ignoramos el problema sino que no nos afectara. Quizá sea por la sombra de primos cercanos que niegan la ciencia natural y el cambio climático, o por el misterio de la lluvia que, según Rajoy, cae del cielo y nadie sabe por qué. El caso es que la realidad apunta a otros escenarios más preocupantes.

Solo en el mundo hay ya más de 64 millones de personas que se han visto obligadas a desplazarse a causa del clima y de cambios transcendentes en su medio ambiente, bien por la deforestación de sus bosques, por la desertificación de sus suelos o por catástrofes derivadas de los desastres naturales. Algunos estudios muestran que este fenómeno de cambio climático, entre otros, promueve y agudiza conflictos tan inhumanos como la guerra civil siria, en donde buena parte de la población se vio obligada a desplazarse, añadiendo estrés a una olla a presión que explotó en la peor de las direcciones.

¿Y en España?

Según la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, las zonas susceptibles de sufrir desertificación son las áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Los siguientes dos mapas, elaborados por el Ministerio de Medio Ambiente muestran, en primer lugar, la aridez de nuestros suelos y, en segundo, el riesgo de desertificación de nuestro territorio.
   

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