miércoles, 20 de noviembre de 2019

Columnas de Zara..

Elsa Urquijo, la arquitecta de las tiendas más espectaculares de Zara

Urquijo, 47 años, apoyada en la pared de la Institución Padre Rubinos (A Coruña), una de sus obras más importantes. Javier Herranz
Elsa Urquijo es autora de sus tiendas más espectaculares, y también de edificios privados de Amancio Ortega, como su casa. Todo empezó con un pequeño proyecto. "Siempre elige personas con criterio que sepan interpretarle", dice. La proporción y la luz son los pilares de sus obras.
Elsa Urquijo tiene un piano en su despacho y, hasta hace bien poco, según qué pieza hiciera sonar así andaban en el estudio; con más o menos tiento, más o menos ligeros. El piano sigue en su sitio, su lugar de trabajo frente al puerto de A Coruña, y ella sigue acariciando o martilleando las teclas según su estado emocional, pero la arquitecta se ha comprado unos cascos para mayor intimidad.
Habría que definirla por encima de todo atlántica, imbuida de la introspección y el sentimiento de infinitud que contagia el océano en esta latitud próxima al fin de la Tierra. La luz de niebla impregna su arquitectura en todos sus matices de blanco. Y las texturas de esta naturaleza extrema, que empapó su infancia, se tocan en su obra. Madera de castaño, granito, óxido, mármol, calizas. Creció en la casa de campo, un bosque sobre el mar, donde su abuelo curaba los árboles: ingeniero agrónomo, suyo es el "injerto Urquijo" que salvó los castiñeiros gallegos del mal de la tinta, un hongo que los estrangula tiñéndolos de negro. Había que salir, calzarse botas de agua y aprovechar la luz del día; o bajar a la ciudad con las niñas de clase, pero Elsa prefería la soledad y sus lecturas. Así fue que, ahora, antes de dibujar un proyecto lo escribe: el fin, el medio, los materiales, en una especie de memoria previa. De El elogio de la sombra robó a Tanizaki la inspiración para el concepto inicial de las tiendas Uterqüe, y Ver es un todo, de Cartier-Bresson, acaba de sembrar su último proyecto.
Urquijo (A Coruña, 12 de septiembre de 1972) hizo sus estudios en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de esa ciudad y su proyecto fin de carrera (un balneario) fue su pasaporte. De su sustrato emanaba literatura, música, paisajes visitados, creación y reflexión, y, nada más presentarlo, el profesor que le tutela la envía a trabajar con los hermanos Domínguez, para sus firmas textiles internacionales. Y un día, Amancio Ortega se fija en ella, y le encarga un proyecto personal. Y luego, su fabulosa residencia familiar frente al castillo de San Antón, cara amable del océano penetrando la ría, que fundió cuatro edificios de la ciudad vieja en un solo frente.
A continuación le encomiendan la nueva imagen de Zara en su más alta gama, y los proyectos de la obra social de su Fundación. Uno de ellos, la Real Institución Benéfico Social Padre Rubinos, mereció este año el premio Land Rover BORN Awards. Pero ¿quién es Elsa Urquijo? ¿Por qué el gigante textil se fija en una arquitecta local teniendo el star system a sus pies?. "Nada más terminar la carrera, durante cuatro años viajé por todo el mundo haciendo tiendas [Carolina Herrera, Bimba y Lola, Purificación García]. Desde una escala muy pequeña, el mueble, el rodapié, el último detalle, aprendí a controlar las proporciones, las percepciones: qué se siente al entrar en un espacio. Y volví en el 97 para montar mi estudio aquí, y de forma orgánica empezaron a surgir muchísimos proyectos".
Pregunta. He escuchado que la sobriedad es la firma de esta casa. ¿Sobriedad en arquitectura es sinónimo de...?
Respuesta. De calma y serenidad: entrar en un espacio y sentirte bien, lo que consigo con la proporción y la luz fundamentalmente.
P. Según se contaba en su exposición para la Bienal de Venecia de 2016, la proximidad de Finisterre condiciona el carácter. Hablaba de introspección e infinitud, ¿es eso lo que siente cuanto visita el "Finis Terrae"?
R. Sí, contemplar ese mar me contagia el sentido de la infinitud, y esa emoción luego se traslada a pequeñas cosas, cuando toco una muestra, un material. Necesito sentir y percibir, soy muy sensorial.
P. ¿Le sucedía antes de ser arquitecto, conscientemente?
R. Esa percepción del espacio la tengo desde muy niña: entraba en un lugar y me hacía sentir bien o lo contrario, pero no por las personas o lo social, sino por lo espacial. Yo me crié en el campo, en una finca con castaños donde mi abuelo, que era ingeniero agrónomo, hacía investigación científica. Allí consiguió una especie inmune a la tinta, un hongo que en aquel entonces estaba arrasando estos árboles en media Europa. Y en aquel lugar, sobre el mar, creé mi universo personal, y debió de quedar impregnado en algún lugar de mi subconsciente porque cuando dibujo algo, sale. Siempre he sido introvertida, me costaba salir de mi mundo, me sigue costando, pero no era consciente, creía que no encajaba simplemente porque era rara.
P. ¿Es Finisterre su inspiración?, ¿suele visitarlo?
R. Aquí vivimos rodeados de mar; a donde vayas, pasas por él. Y para mí, Finis Terrae es nuestra forma de fluir al infinito. Hemos vivido siempre muy aislados del resto de la Península, y la forma de pensar más allá, superarse, tender al infinito, es mirar al mar.
P. Ha sido premiada por los Land Rover BORN Awards en su categoría Impacto Social, ¿por la naturaleza de su arquitectura o por la función de la Institución Padre Rubinos?
R. Creo que ha sido una mezcla. Fue concebida como una gran casa abierta a la ciudad, con multitud de usos, guardería, residencia de mayores, albergue de transeúntes, comedor social, ropero... Además están el convento y la iglesia, el auditorio y la sede de la fundación. Creo que es la mayor superficie en metros cuadrados [30.000, la mitad construidos] dedicada a labor social en España, luego su impacto es enorme.
P. ¿Por qué eligió Amancio Ortega su estudio para los proyectos más personales y la labor social de su fundación?
R. Empecé con un proyecto personal para él, y creo que le gustó la forma de abordarlo, y como yo venía del mundo del retail y él quería darle un cambio de aire a Zara, hicimos un prototipo después de reunirme con los responsables de Nueva York, Tokio, Londres, Hong Kong... Gustó, hicimos la flagship store de la Quinta Avenida en 2012, y a partir de ahí empezamos a trabajar en su I+D [suyo es el Centro Tecnológico que la textil tiene en Arteixo]. Lo último que hemos hecho es la tienda de corso Vittorio Emanuele en Milán. Y a la vez, nos encargamos de los proyectos sociales de la fundación; además de Padre Rubinos, hicimos Proyecto Hombre, y el concepto de guarderías, y ahora estamos con un centro para niños con parálisis cerebral.
P. Teniendo a mano él a los más laureados arquitectos internacionales, recurre a un estudio local. ¿Fue una cuestión de relaciones personales, de vecindad?
R. Creo que fue suerte: cuando tu forma de hacer coincide con un momento preciso. Para nada era una relación personal anterior. Ortega se fijó en mi trabajo, me tanteó con un proyecto pequeño, y conectamos.
P. ¿Cuál fue ese proyecto?
R. Le hicimos una vivienda [lo dice con recato; como la gente en esta ciudad se refiere a todo lo que tenga que ver con el magnate]. Y a raíz de aquello vino el Parrote [así se conoce su espectacular vivienda, que ocupa el paseo homónimo, lo más bello de A Coruña]. Teníamos una reunión semanal donde yo le exponía mis ideas, le enseñaba mis dibujos, siempre hechos a mano, le llevaba materiales para que pudiera tocarlos, imágenes... Así le contaba humanamente mi mundo sensorial: me interesa mucho llegar a una conexión psicológica. Y hubo mucha confianza de su parte, siempre elige personas con criterio que sepan interpretarle. Y no quiere etiquetas, sino algo de verdad.
P. Zara es el principio de la democratización de la moda y sin embargo su tienda de la Quinta Avenida se parece mucho a una tienda de lujo. ¿No es una contradicción?
R. Queríamos exponer el producto de otro modo, porque había subido su valor y su calidad y no se estaba percibiendo. Quisimos enmarcarlo, de ahí las cajas en las que se expone y el sistema estructural que ordena los espacios, para ponerlo en valor; pero las capacidades y la circulación no son de una tienda boutique. Yo no lo percibo como una tienda de lujo. Los materiales por ejemplo son muy básicos, pero están texturizados para darles una calidez que no tiene un supermercado.
P. ¿El lujo puede por esencia ser democrático?
R. Para mí el lujo es espacio y es luz, y en este sentido sí es democrático. Pero esto es un concepto muy personal y cultural, como el gusto. A un ruso nunca le gustará el minimalismo.
P. ¿Usted abandera el minimalismo?
R. Prefiero una pared con una sola pintura bonita, que otra entelada de florituras. Sí, me relaja, estoy más tranquila. Y tampoco la calidad de los materiales supone necesariamente alto coste. Lujo no es coste.
R. Proporción, luz y materia, fundamentalmente. Y todo aquello que provoque una percepción sensorial positiva, buscando el equilibrio con el espacio.
P. Le gusta evocar el silencio, ¿cómo lo hace compatible con el bullicio de una tienda?
R. Eso me lo puedo permitir en mi arquitectura social, que acoja al hombre, lo cobije con todos sus problemas. En el retail busco más movimiento, energía, dinamismo e intuición: el protagonista es la ropa y el espacio facilita que la encuentres.
P. El blanco monocromo, ¿le viene de la proximidad con la Escuela de Oporto?
R. No es monocromo, hay mil sutilezas en el blanco. Y cada tonalidad ha de estar de acuerdo con su entorno. No me siento próxima a la Escuela de Oporto; es Galicia: blanco, piedra, gris, madera, azul y verde.
P. ¿Tampoco el hormigón desnudo es influencia de Tadao Ando, uno de sus grandes referentes?
R. Sí, más que nada la textura del material, cómo él trata el hormigón y lo hace cálido. Pero el hormigón no se puede usar más que en determinados contextos.
P. ¿Lo emplearía frente al océano y su viento sur, como sí hacía el pionero gallego Bar Boo?
R. A lo mejor sí, pero mezclándolo con unas limaduras de acero, para que se oxide y se degrade con el tiempo como el resto de la naturaleza, que no quede monolítico y estático. Que se integre en el paisaje. Los materiales se comportan de muy diferentes maneras: hay que ensayarlos, testarlos con el tiempo.
P. Sostiene que la arquitectura no debe verse sino permanecer en un segundo plano. ¿Qué opinión le merece la obra de Frank Ghery, Zaha Hadid, Santiago Calatrava...?
R. La respeto, pero para mí arquitectura es otra cosa: es lo que siente una persona cuando entra en un espacio, y donde la fachada deje ya percibirlo. La arquitectura tiene una vertiente funcional que le da un sentido a mayores. Para mí ese tipo de arquitectura es mero impacto visual, efímero.
P. ¿Es cierto que lo primero que hace para visualizar un espacio es escribirlo? ¿La escritura antes que el dibujo?
R. Proyectar es entender y ordenar. Lo primero que necesito es el fondo, entender la funcionalidad: me documento y hago mi análisis escrito. Y entonces ya estoy preparada para ordenar, que es dibujar.
P. ¿La memoria antes que el plano? Qué extraño...
R. Sí, no soy capaz de ponerme delante de un papel en blanco sin antes tener en la cabeza un concepto, y eso, interiorizado, es lo que guía mi dibujo o mi creación.
P. Elsa, la arquitectura es responsable de la sostenibilidad del planeta o lo que nos queda. ¿Cómo se implica usted?
R. Investigando en el reciclaje de materiales y la autosuficiencia energética. Qué duda cabe que lo complicado es la normativa, los intereses creados, pero es el objetivo hacia el que vamos.

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