martes, 19 de julio de 2016

Como dejamos de pagar por la música....

¿Cómo dejamos de pagar por la música? Los menores de 20 años ya nunca se harán esta pregunta, pero a los mayores de 40 aún les viene de vez en cuando a la memoria aquella época en la que para escuchar un disco había que comprarlo. Para dar con la respuesta, el matemático, periodista y experto en fondos de inversión Stephen Witt pasó cinco años investigando el tema. El resultado es'¿Cómo dejamos de pagar por la música?' (Editorial Contra), un relato apasionante y documentadísimo sobre el hundimiento de la industria del disco y el auge de la piratería digital.
Witt, uno de tantos millones de adolescentes estadounidenses que a finales de los noventa aprendieron a descargarse discos, entrevistó a Karlheinz Brandengurg, el ingeniero alemán que inventó el sistema de compresión de audio, el inicialmente denostado mp3. También se citó con Doug Morris, el empresario discográfico más poderoso del planeta, que veía cómo el fraudulento imperio de los CD se le escurría de entre las manos. Y, más importante aún, encontró a un tipo que trabajaba en la planta de prensaje de CD que Polygram tenía en Kings Mountain (Carolina del Norte) y que se dedicaba a sustraer copias de las novedades más esperadas semanas antes de su lanzamiento.
Aquel hombre era Dell Glover y nunca hubiera pasado a la historia de no haber conocido a Kali, alias de la persona que subía las copias a la red. Tampoco Kali, el cerebro de aquella trama de filtración de CD, hubiese llegado a nada de no contar con Ego_UK, DJ Rhino, x23, Ziggy y tantos otros topos asociados a Rabid Neurosis, una disciplinada organización de entusiastas piratas dedicados a filtrar discos antes que nadie. Y, claro, nada de esto hubiese sido posible sin la inestimable prepotencia y torpeza de una industria incapaz de comprender la que le venía encima. Dos décadas después de la primera descarga ilegal, Witt ha estructurado aquella concatenación de inventos, trampas y errores en un relato trepidante como una novela de James Ellroy. 
PREGUNTA. La primera canción subida a la red, el 9 de agosto de 1996, fue 'Until it sleeps', de Metallica. ¿Es casualidad que el grupo que denunció aNapster fuese Metallica?
RESPUESTA. Fue coincidencia. Por lo que sé, la industria no presionó a Metallica sino que el grupo decidió atacar a Napster. Me sorprendería que Metallica hubiese oído hablar de CDA, RNS o cualquier pirata de la primera época. Sospecho que no sabían que tuvieron el honor de que el primer mp3 oficialmente pirateado fuese una canción suya.
P. La historia de la piratería ha sido explicada habitualmente como una batalla política de una poca gente para dar acceso libre a la cultura y mucha otra gente deseando compartir este conocimiento. Su libro explica otra historia: unos pocos pero muy bien organizados individuos adictos a colgar CD antes de su fecha de publicación. ¿No cree en esa primera historia 'estilo Robin Hood'? ¿Quién tenía interés en convencer al mundo de que esa primera versión era la real?
'¿Cómo dejamos de pagar por la música?' (Editorial Contra).
'¿Cómo dejamos de pagar por la música?' (Editorial Contra).
R. Hay algo de verdad en esa primera versión. La industria del disco rehusó invertir en el futuro de la distribución de música, así que un puñado de adolescentes la crearon en su lugar. Seguro que algunos de esos adolescentes eran ideológicamente altruistas, pero otros estaban en ello por la excitación. Algunos eran solo vándalos. Tampoco los 'forajidos' que luchaban con Robin Hood eran gente de comportamiento bondadoso. 
En cuanto a quién higienizó la historia, en su mayoría fueron periodistas tecnoutópicos -la revista 'Wired' y otros- que descubrieron que una voz editorial a favor de la tecnología revertiría en unas buenas cifras de ventas y aún mejores tarifas de publicidad. Centrarse en los efectos negativos de la tecnología (para los trabajadores, para los músicos e incluso para la cultura, a largo plazo) no era el tipo de discurso junto al cual los vendedores de productos tecnológicos querrían anunciarse. Y esta parcialidad ha persistido hasta hoy.
P. Dice que los errores de la industria discográfica son hoy materia de estudio en facultades de estudios empresariales. ¿Cuáles son los más graves y evidentes?
R. La industria discográfica fue la primera en hacer la transformación digital. ¡En 1982! El disco compacto fue una de las grandes historias de éxito comercial de todos los tiempos, pero los ejecutivos no aprendieron la lección de que era necesario continuar invirtiendo en tecnología digital. Ese fue un gran error. El segundo fue que no entendieron internet. Parece algo imperdonable visto en perspectiva, pero en 1995 o 1996 mucha gente cometió ese mismo error. Incluso Bill Gates, que publicó 'The Road Ahead' a principios de 1995, un libro que no mencionaba internet ni una sola vez. Ese fue otro gran error, pero también lo estaba cometiendo mucha otra gente; especialmente, los periódicos.
El tercero, el más importante, es que permitieron que el 'single' se desligara del álbum. En 1990, podía salir un 'one-hit wonder' como Vanilla Ice y vender millones de álbumes a 13 o 14 dólares respaldando una única canción de éxito. Si 'Ice ice baby' se publicase hoy, vendería un puñado de 'singles' a 99 céntimos la unidad o, peor aún, un puñado de 'streams' a siete décimas de céntimo. Este fue, de largo, su peor error.
P. Con toda la información que ha recopilado a lo largo de cinco años, ¿cree que la debacle de la industria discográfica se pudo frenar o minimizar? ¿Cómo?
El jefe de abogados de Universal Music me lo explicó de este modo: “Los políticos escuchan a sus votantes y tienen más votantes robando música que vendiéndola"
R. Creo que era inevitable, debido a las razones mencionadas antes. Tarde o temprano, la tecnología digital iba a separar las canciones de los álbumes, y en cuanto eso ocurriera, la industria estaría condenada. Durante años, el secreto oscuro de la industria fue que estaban arropando sus éxitos con un puñado de canciones que nadie quería oír. En la era digital, este lastre se suprimió. Fue bueno para el oyente y malo para el músico.
P. ¿De verdad no hay diferencia entre el sonido de un mp3, un CD o un vinilo? ¿Neil Young está loco intentando comercializar su sistema Pono Music? ¿Los humanos somos incapaces de detectar la diferencia de calidad sonora? ¿La mayoría de ingenieros de sonido coinciden con el análisis de Eberhard Zwicker?
R. Hay una diferencia, pero muy leve. Ingenieros entrenados pueden escucharla, si usan equipos profesionales de estudio. Yo no puedo. Neil Young ha admitido que tiene dañado el oído de forma irreparable, debido a toda una vida sometido a la distorsión de su guitarra eléctrica, así que no es una fuente fiable para hablar de alta fidelidad. Los descubrimientos de Zwicker tienen el apoyo de un amplio número de evidencias científicas irrefutables. Las quejas de los ingenieros de estudio no las tienen.
P. Sugiere que, a diferencia de la industria del cine y la editorial, la industria discográfica ha tenido una relación más tensa con el Gobierno y que, cuando esta tuvo problemas con las descargas ilegales, el Gobierno, como venganza, no reaccionó con la contundencia legislativa que debiera. ¿Puede concretar más?
R. Los legisladores estadounidenses presionaron a la industria del disco para que implantara 'voluntariamente' un sistema de clasificación de sus productos, similar al que la industria cinematográfica instauró en los años sesenta. Pero los adolescentes eran un mercado muy importante para los CD (de hecho, el más importante), así que se negaron. Cuando la industria musical acudió más tarde a los legisladores y les pidió un refuerzo más duro de la Ley de Copyright, obtuvieron una reacción tibia. El jefe de abogados de Universal Music, que a menudo ejercía presión como 'lobby' en Capitol Hill, me lo explicó de este modo: “Los políticos escuchan a sus votantes y tienen más votantes robando música que vendiéndola".
El matemático, periodista y experto en fondos de inversión Stephen Witt.
El matemático, periodista y experto en fondos de inversión Stephen Witt.
P. ¿Kali, Dell Glover y la gente del Rabid Neurosis quería destruir la industria del disco o simplemente divertirse? ¿No fueron ellos los primeros sorprendidos por la que liaron?
R. No intentaban dañar a nadie de forma consciente. Creo que la mayoría de gente en Rabid Neurosis lo hacía por el desafío que suponía. Y es cierto que la industria del disco hizo una labor lamentable controlando la cadena de suministro. Aún no me creo cómo Glover pudo sacar CD impunemente durante tanto tiempo. Hoy hacen un mejor trabajo para controlar las filtraciones, pero eso no significa que haya vuelto a ser un negocio que dé beneficios.
P. El libro termina con Capone, otro de los piratas más activos, confesándole que paga su suscripción mensual a Spotify. ¿Cree que Spotify ha sido la solución?
R. Es la única forma de resolverlo en la era moderna, aunque las ventas nunca volverán donde estaban. Independientemente de la piratería, la industria no volverá a conseguir que la gente pague por canciones que no va a escuchar. Respecto a los porcentajes de 'royalties' de Spotify, el gran problema no son los suscriptores sino la cantidad de usuarios gratuitos que escuchan música con anuncios. Estos 'streams' apenas generan 'royalties' para los artistas. Y YouTubees aún peor.
P. ¿El acceso a la música es más democrático? ¿Acaso la industria musical está hoy en menos o más manos? Antes había cinco grandes multinacionales. Hoy están iTunes, Spotify, Amazon...  
Independientemente de la piratería, la industria no volverá a conseguir que la gente pague por canciones que no va a escucharR. El acceso es mejor que nunca. La música ha pasado de ser un producto de compra a un elemento omnipresente que invocas por control de voz como si fueras un mago. Eso es progreso. La pega es que la gente da por sentado que debe recibir ese servicio. La próxima generación considerará normal el acceso ilimitado a la música (y a los datos en general), igual que nosotros pensamos en la electricidad y el agua corriente. 
P. ¿Quién es el principal beneficiario del hundimiento de la industria del disco?
R. El gran ganador ha sido Apple. Cuando introdujeron el iPod, eran objeto de las burlas de la industria. Una década después, era la compañía más grande sobre la Tierra. Si comparamos la piratería musical con la experimentación con drogas, Apple inventó el vaporizador. Debo añadir que, desde que publiqué el libro, la posición de Apple en el mercado ha sido amenazada. El mercado de valor le asigna actualmente una evaluación negativa, lo cual indica que los inversores esperan que los beneficios de Apple decaerán en los próximos años.
P. "Tal vez el periodismo sea el único negocio que ha manejado la transición digital peor que la industria discográfica", dice. ¿Por qué cree que el periodismo, un oficio basado en estar bien informado, ha sido tan torpe en su tránsito digital?
La próxima generación considerará normal el acceso ilimitado a la música (y a los datos en general), igual que nosotros pensamos en la electricidad y el agua corriente
R. Los periodistas se veían a sí mismos como defensores de la democracia, de los oprimidos, comisarios del mundo impreso, etc. No se dieron cuenta de que la mayoría de gente compraba los periódicos por los anuncios clasificados. Imagina el inmenso mercado que era eso: artículos de segunda mano, inmobiliarias, anuncios personales... Ahora, mira el inmenso espacio de negocio que esos anuncios crearon al trasladarse a la red: eBay, Craigslist, Tinder... Debido al (inmerecido) monopolio técnico que tuvieron los medios de comunicación, hubo un tiempo en que el periódico se quedaba todo ese dinero. Por lo tanto, no es que los periodistas hicieran nada malo en concreto. Simplemente, no quisieron examinar de dónde provenía el dinero. Igual que ocurría con la industria musical, durante años estuvieron vendiendo palabras que nadie leía.
P. Imagino que tras publicar el libro ha seguido recibiendo 'emails' e información. Cuénteme algo que no haya explicado ni en el postfacio de la edición española.
R. (Adil) Cassim me llamó tras la publicación del libro desde un teléfono con número oculto. Fue la primera vez que hablé con él. Charlamos unos minutos y corroboró la mayoría de detalles de esta historia: suficientes como para convencerme de que era el verdadero Cassim. De hecho, ¡le gustó el libro! Eso me sorprendió. Pero no quiso confirmar que él y Kali fuesen la misma persona. Cuando le insistí en eso, dio por terminada la conversación. No dejó número de contacto y nunca más he sabido de él.

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