martes, 20 de diciembre de 2016

Perdidos en la niebla....

Su última contribución al ideario del PSOE fue en 2015 como integrante del Consejo de expertos para la reforma constitucional que creó Pedro Sánchez. Sin embargo, su nombre está ahora otra vez en boga. El choque ideológico que vienen protagonizando Pablo Iglesias e Íñigo Errejón en el seno de Podemos recuerda mucho a su abandono de Izquierda Unida (IU) en los años noventa para terminar recalando en las filas del PSOE. Diego López Garrido (Madrid, 1947), economista, exsecretario de Estado para la Unión Europea (2008-2011) y catedrático de Derecho Constitucional, fue impulsor del Partido Democrático de la Nueva Izquierda (PDNI), pero quizá las diferencias que entonces tenían él y otros compañeros (Cristina Almeida, Ricardo Peralta, Manuel Alcaraz...) con Julio Anguita eran mayores que las que separan hoy a Iglesias y Errejón. El exdiputado analiza en esta entrevista con Vozpópuli las carencias de la socialdemocracia, con el PSOE sufriendo su mayor crisis de liderazgo desde la Transición, y desmonta el discurso populista. También aborda el fenómeno de las jurisdicciones offshore, al que ha dedicado el reciente libro Paraísos fiscales. 20 propuestas para acabar con la gran evasión (Catarata).
-Usted en 2011, siendo secretario de Estado para la Unión Europea, ya alertaba de que “hay una tentación de ir al populismo, a los principios reaccionarios, al rearme nacionalista y a la xenofobia”. ¿Es el populismo la mayor amenaza para el socialismo?
-La mayor amenaza para la socialdemocracia europea es la falta de un proyecto definido. La socialdemocracia europea tuvo en el siglo XIX, que es cuando nacen los partidos socialistas, una finalidad: luchar contra el capitalismo. No se logró acabar con el capitalismo, pero sí es verdad que se logró que hubiera un avance democrático en el Estado de derecho, que hubiera sufragio universal. Llegamos al siglo XX y tenemos otro gran proyecto: el Estado del bienestar, que se consigue después de la Segunda Guerra mundial y que está protagonizado sobre todo por la socialdemocracia. También por otros partidos. ¿Qué pasa en este momento, en el siglo XXI? Yo no veo que la socialdemocracia tenga claro su programa; la crisis económica, la eclosión furibunda del neoliberalismo, la globalización... que es algo de lo que no puede decirse “decreto el fin de la globalización”, como si se decretara el fin de la gravedad. Se trata de tener un proyecto en la era de la globalización.
Creo que la socialdemocracia europea está en estos momentos un tanto dividida, dependiendo de intereses de cada país. Hay una tendencia nacionalista muy fuerte en Europa, porque la gente cuando hay crisis se vuelve más conservadora y tiende a irse a su propio país, y que ‘nos proteja el Estado’. Eso a la socialdemocracia le deja poco espacio político. Porque ahora mismo los objetivos de libertad e igualdad que están en el alma de la socialdemocracia europea no se pueden conseguir en un solo país, sino que tienen una dimensión europea. En este momento lo que le falta a la socialdemocracia europea es un proyecto trabado, articulado, con el acuerdo de más allá de un Partido Socialista de un solo país. Ése es su objetivo fundamental: conseguir tener un proyecto en la era de la globalización, que nos ha desestabilizado un poco.
Entonces, con ese proyecto, el socialismo no tendría que sentirse amenazado por el populismo…
-Yo creo que no. El asunto no es: hay que ver el populismo qué malo es. Así no se lucha contra el populismo. El populismo existe porque la gente ve que no hay proyectos claros y vota lo que le parece, a veces de forma reactiva y sin saber muy bien lo que harán luego esos partidos. No creo que la idea sea ir en negativo. Eso existe porque usted ha dejado un espacio abierto y ahora usted tiene que llenar ese espacio. Ése es el sentido, sin él, no se acabará con estos populismos, que es verdad que son partidos que apelan a los registros un poco más reaccionarios de la gente, más nacionalistas y que, al final, no dan ningún tipo de solución a los problemas que tiene ahora mismo la sociedad. Pero eso no se combate solamente diciendo que es muy malo, se combate dándole alternativa.
-Asistimos estos días a una batalla estratégica en el seno de Podemos. ¿Cree que el sector moderado, el que representa Íñigo Errejón, puede terminar fundando otro partido?
-No tengo ni idea. No lo sé. Sería, por mi parte, muy aventurado decir… Con Errejón me parece que he hablado una vez en mi vida para invitarle a un acto, al que no pudo ir, que organizamos en la Fundación Alternativas y no he vuelto a hablar más con él. Y con Iglesias, en la vida he hablado. Con lo cual, no conozco cómo pueden…
-¿Puede existir un espacio de entendimiento entre las ideas de Íñigo Errejón y el proyecto que defiende Pedro Sánchez?
-No lo sé. No creo que el tema esté ahora en plantearse alianzas, eso es algo que lo deciden los ciudadanos cuando votan, deciden las alianzas. El PSOE tiene que encontrar su camino autónomo y en conjunto con otros partidos socialdemócratas europeos. Eso es lo fundamental en este momento, en el que hay divergencias internas. Eso es lo que yo digo. Es fácil decirlo, cuando yo estoy ahora fuera de la política, pero me parece que ése es el objetivo, conseguir que haya una referencia programática y un liderazgo solvente en el próximo Congreso del Partido Socialista; eso es lo que le hará recuperar un poco el oxígeno.
El populismo existe porque la gente ve que no hay proyectos claros y vota lo que le parece, a veces de forma reactiva
-El futuro líder del PSOE, ¿deber ser elegido por verdaderas primarias o por aclamación?
-Lo que ahora mismo está regulado es que hay primarias y, por tanto, todos los militantes votan. Eso es lo que está regulado. Y no me parece que nadie plantee otra cosa.
-El Congreso de los Diputados aprobó el pasado abril una PNL del PSOE que pedía “prohibir la amnistía fiscal” aprovechando una próxima reforma de la Constitución. Le pregunto, ¿cree que con la actual distribución de fuerzas en el Congreso hay posibilidad de reformas la Constitución en esta legislatura?
-Creo que sí hay posibilidades de reformar la Constitución. En estos momentos, prácticamente todas las fuerzas políticas, salvo el Partido Popular, que tiene más reticencias, pero que va poco a poco aceptándolo, estarían por una reforma constitucional. Por tanto, me parece que lo importante es empezar a hablar de ello, que no sea un asunto tabú, y pienso que, con la creación, como parece ser, de una subcomisión en el Congreso, esta legislatura tendría que ser una legislatura para que se debata en el Parlamento esa posibilidad de reforma. La Constitución española está un poco oxidada después de todo este tiempo sin prácticamente reformas, mientras que países de nuestro alrededor han hecho decenas de ellas. Empezar a hablar y debatir es posible y confío en que se va a hacer así.
-Pasamos a su libro, ¿hay voluntad política en España y en Europa de afrontar con firmeza el problema de las jurisdicciones ‘offshore’ o paraísos fiscales?
-Esto es un asunto que tiene que llevarse a nivel europeo, claramente. Pero no veo que haya ninguna voluntad política. No obstante, se trata sobre todo de darse cuenta de la trascendencia del problema. La prueba es que en las conversaciones que ha habido en estos meses de gobierno en funciones, entre PSOE y Ciudadanos y luego entre Ciudadanos y el Partido Popular, este tema no ha aparecido. Algo que a mí me ha dejado asombrado. Por tanto, no creo que sea tanto una cuestión de voluntad, sino que no hay consciencia de la importancia que tiene este asunto de las jurisdicciones ‘offshore’.
-Parece que el escándalo de los Papeles de Panamá ha marcado un punto de inflexión a la hora de visualizar la gravedad de esta evasión fiscal a gran escala. De hecho, su libro parte de aquí. ¿Qué se ha conseguido con la publicación de los Papeles de Panamá?
-Se ha conseguido que la opinión pública empieza ya a presionar fuertemente a los gobiernos para acabar con los paraísos fiscales. La publicación de estos escándalos ha hecho mucho más que cualquier medida política y espero que sigan saliendo más escándalos porque hay gente muy conocida, célebre y famosa, actores, millonarios conocidos, futbolistas, escritores… de todo. Eso hace que llegue muy fuerte a la opinión pública un asunto que tiene una componente técnica que hace difícil conocerlo y entenderlo. Y es fundamental también que haya filtraciones y que los filtradores sean protegidos.
- ¿Cree que fue una decisión acertada que el Gobierno de Zapatero sacara a Panamá de la lista de paraísos fiscales en 2011 para “intercambiar información”? Usted revela en su libro de que ello sirvió para “facilitar las inversiones españolas en el canal de Panamá.
-Se hizo para esto, ése fue el objetivo. Panamá estaba dentro de la lista de paraísos fiscales y entonces, pues según la ley, no puedes permitir inversiones españolas en algo que sea un paraíso fiscal. Eso se hizo así y hay una parte negativa y otra positiva. Yo entiendo que haya una razón de Estado para facilitar unas muy importantes inversiones españolas en el Canal, que le venían bien a la economía española y a trabajadores y empresas españoles, eso es una razón de peso, que lo entiendo, pero al mismo tiempo, también me parece que hay que ser muy inflexible con el asunto de los paraísos fiscales. Hay que tratarlos como tales. Lo que ocurre es que como todavía no hay una lista europea de paraísos fiscales, los gobiernos tienen una gran flexibilidad. Hay países que no tienen ni siquiera lista. España tiene una lista del año 1993. Alemana no tiene lista. Cuando un país es considerado un paraíso fiscal debe recibir un aislamiento general por parte de todos los gobiernos, no solamente europeos, para que no pueda funcionar como una jurisdicción llamada eufemísticamente “no cooperadora”.
Como todavía no hay una lista europea de paraísos fiscales, los gobiernos tienen una gran flexibilidad
-Tres de los cinco paraísos fiscales que reconoce España en el territorio europeo (la Isla de Man, las Islas del Canal y Gibraltar) tienen vinculación con Reino Unido. Le pregunto ahora por el Brexit. ¿Qué efectos puede tener la no aplicación de la directiva del Consejo de la Unión Europa, la que recoge el plan Beps, a raíz del Brexit?
Después de la victoria del Brexit, en principio, Reino Unido no tiene por qué no seguir la línea que marca la OCDE, pues es miembro de ella. Una línea que está destinada no tanto a prevenir la evasión como la elusión de las multinacionales. Por tanto, el Brexit no tiene por qué afectar. No creo que Reino Unido vaya a salir de las directrices que da la OCDE para evitar esos traslados de beneficios. El problema de Reino Unido viene más bien por los paraísos fiscales que tiene bajo su cédula. Uno de los argumentos que he escuchado de fuentes del Gobierno británico es que no hay que preocuparse por el Brexit, porque “como tenemos paraísos fiscales, los capitales seguirán viniendo a nuestros queridos paraísos fiscales”. Lo cual es un cinismo absoluto. En eso sí que el Brexit puede ser muy negativo porque Reino Unido va a querer compensar la posible huida de capitales con algunos cantos de sirena como son sus paraísos fiscales o, como pretende el actual Gobierno conservador de Theresa May, pegar un bajón al Impuesto de Sociedades y poner un tipo del 17% o incluso del 15%, como habló el Gobierno de Cameron.  Esto ya es propio de un paraíso fiscal, tener ese tipo impositivo.
-¿Qué grietas del sistema fiscal cree que han quedado evidenciadas con el caso de ‘Football Leaks’? ¿Debe tributar también en España la obtención de beneficios por derechos de imagen a través de sociedades radicadas en paraísos fiscales?
-Por supuesto, por supuesto. Aquel que se va a un paraíso fiscal, se va para evadir. Ahora, lo que hace falta es demostrarlo, hay que investigarlo y demostrarlo como todo, eso es evidente. Por ejemplo, Islas Vírgenes, que ha surgido con el ‘Football Leaks’, tiene una economía 3.000 veces inferior a la de Reino Unido, 3.000 veces inferior, es una cosa minúscula como economía y, sin embargo, ha recibido inversiones, recibe cada año inversiones directas financieras, superiores a las que recibe todo Reino Unido. Es evidente que el que se va a Islas Vírgenes es para evadir, se va para evadir. No tiene ningún sentido. Muy pocos se irán a Islas Vírgenes para invertir, a lo mejor invierten en infraestructuras, pero eso es una millonésima parte del dinero que llega a allí con el objetivo de evadir, evidentemente. Es un asunto, claramente en este caso, ilícito.
Reino Unido va a querer compensar la huida de capitales con algunos cantos de sirena como son sus paraísos fiscales
-El último informe de Oxfam ‘Guerras fiscales’ recalca la necesidad de acabar con los incentivos tributarios a las multinacionales. Esto también lo propone en su libro cuando habla de los ‘tax ruling’ o ‘impuestos a la carta’. En España, el debate está más bien en torno a las sicav. ¿Qué medidas cree que habría tomar respecto a las sicav dentro de la lucha contra el fraude fiscal?
-La sicav no es exactamente igual que los ‘tax ruling’. Es una fórmula en la que el que obtiene un beneficio lo mantiene ahí y mientras no lo utilice y lo tenga ahí depositado, no tiene que pagar a Hacienda prácticamente nada. En el momento en que lo saque de una sicav para invertirlo en algo, en ese momento aflora y ya tiene que pagar impuestos. La sicav no entra por tanto dentro de la categoría de evasión fiscal ni de elusión fiscal, es algo permitido en un país determinado para que esos capitales, en fin, no huyan, sino que se mantengan. Y para eso se dice que mientras tu mantengas ese capital, por así decirlo, como si fuera un depósito que lo tienes en una caja fuerte, yo te permito que lo tengas en una especie de sicav. Yo creo que se ha abusado de eso y la tendencia debería ser hacer desaparecer las sicav. Además, no veo en qué beneficia a la economía española el que, de unos beneficios que se han obtenido, se dilate el pago de impuestos a la Hacienda pública porque están metidos en una sicav. ¿Cuál es el beneficio para la economía española? No lo veo. Creo que tendrían que aprobarse una serie de normas para que vayan desapareciendo ese tipo de fórmulas.
-Habla también en su libro de proteger más a los periodistas y a los filtradores o ‘lanzadores de alerta’. ¿Cómo sería ese mayor amparo?
-Hay que cambiar la legislación penal. Ahora mismo para una persona que saca información de un despacho de abogado, como Mossack Fonseca, y la filtra a un periodista, a un medio de comunicación (información que conoce porque trabaja allí y tiene un deber de reserva), hay una norma penal que le castiga. Eso es inadmisible, porque lo que está haciendo es dar a conocer la comisión de un auténtico ilícito. Es decir, un despacho que se dedica a ayudar a gente a evadir impuestos. Por eso, creo que hay que reformar las legislaciones penales, desde luego en Europa para empezar. Y no ceder ante casos como el que cito en el libro, de una última sentencia del Tribunal de Luxemburgo (del país Luxemburgo, no el de la Unión Europea) que condena a un periodista y a una persona que trabajaba en la consultora PricewaterhouseCoopers y dice, al mismo tiempo, que ambos habían han hecho una acción benéfica para la sociedad. ¡Qué contradicción! Tiene que haber inmunidad para estas personas.

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