domingo, 25 de diciembre de 2016

Se vá un genio....

El director artístico Manuel Gil Parrondo y Rico, ganador de dos Óscar por su trabajo en 'Patton' (1970) y 'Nicolás y Alejandra' (1971), de Franklin J. Schaffner, y conocido por participar en películas como 'El Cid' o 'Doctor Zhivago', ha fallecido este sábado en Madrid a los 95 años en su domicilio, en el que vivía junto a su mujer, Gabi Insúa. "No tenía otra enfermedad que la de ser mayor", ha explicado su sobrino. "Este año hemos estado rodando, seguía en activo". Su capilla ardiente se instalará en el tanatorio de la M-30.

Nacido el 17 de junio en 1921 en Luarca (Asturias), comenzó a trabajar como ayudante de decoración en 1939 y en 1951 asumió la dirección artística de la película 'Día tras día', de Antonio del Amo, e inició una prolífica etapa para luego trabajar en diversas producciones estadounidenses que se rodaban en España.

Fue el responsable de decorados tan impresionantes como los de 'Lawrence de Arabia' o 'Espartaco' y trabajó con directores como George Cukor, Stanley KubrickOrson Welles o Anthony Mann.

Asimismo, Gil Parrondo se encargó de la dirección artística de casi todas las películas de José Luis Garci desde 'Volver a empezar' y trabajó con otros directores españoles como Jaime Chávarri o Pilar Miró, además de en series de televisión de Mario Camus, Pedro Masó o Fernando Méndez Leite. Además de los dos premios Óscar, Gil Parrondo ganó cuatro premios Goyaa a la mejor dirección artística por 'Canción de cuna' (1994), 'You're the one' (2001), 'Tiovivo c.1950' (2005) y 'Ninette' (2006), todas dirigidas por Garci.

Aseguraba que él no había hecho películas "ni buenas ni malas" y achacaba su participación en películas como 'El retorno de los mosqueteros', de Richard Lester, o su trabajo con actores de la talla de John Huston, Ava Gadner y Charlon Heston a su "buena suerte, además de algo de trabajo". El cine, decía, había sufrido un "gran cambio" en los últimos años lo que había supuesto "ganar algunas cosas y perder otras" como, citaba, "trabajar sobre un plató vacío y hacer en él tu propia montaña o tu selva" y no hacerlo todo mediante tecnología digital.
Apostaba por el cine español,"a la altura de cualquier cine internacional", y aseguraba que cuando él había comenzado en el mundo del cine "era impensable que las producciones españolas estuviesen donde están ahora".
No tenía ninguna película preferida entre las que había hecho pero sí le hacía mucha ilusión haber trabajado tanto, y con tanto éxito, en el cine español, según explicaba. Siempre se sintió decorador de cine más que director artístico y decía que eso, a pesar de "las máquinas diabólicas", como él se refería a la tecnología digital, no había variado.

Le gustaba recordar la etapa de su trabajo con Sigfrido Burgmann, un hombre que le enseñó "todo" y con el que trabajó 14 años. Aquella, la de la célebre Cifesa, decía, fue una época dorada porque "se hacían muchas películas a la vez" y había que crear desde castillos medievales a ciudades enteras, aunque su ídolo era Cedric Gibbons, el director artístico de la Metro.

El realismo en el decorado era su seña de identidad ya que creía que la función del decorado era "copiar a la naturaleza" y que lo "falso" pasara "inadvertido" y a ello permaneció fiel toda la vida, como lo fue a su querido Real Madrid, al que iba a ver todos los domingos acompañado de su íntimo amigo Julián Mateos.

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