domingo, 26 de agosto de 2018

El Mercau mas guapu.....El Llacín-Porrúa.

La localidad llanisca atrae a miles de visitantes con su tradicional mercado

GUILLERMO FERNÁNDEZLLANES.
La localidad llanisca de Porrúa inauguró ayer la XXV edición de su tradicional Mercáu y el pueblo recibía a lo largo de la jornada la invasión pacífica de miles de personas dispuestas a no perder detalle y realizar compras, en una amplia oferta generada desde 78 tenderetes. Los puestos y el recinto ferial significan un viaje al pasado de 800 años y quien se sitúe en los anillos interior y exterior del Llagu la Corrada no tendrá problema para pensar que le han trasladado a la Edad Media.
El Mercáu continúa a lo largo del día de hoy y la actividad etnográfica y folclórica es amplísima. El visitante puede contemplar en directo viejos oficios, como hilanderas, madreñeros, cesteros y fabricantes de cencerros, gaitas y alpargatas. Incluso verá cómo se cocinaba en el interior de una cabaña. No faltan bandas de gaitas y personajes que responden al perfil de sacamuelas, malabaristas, xigantones y toda una constelación de seres mitológicos asturianos. Para pasear a los niños por el recinto hay caballos, burros y ponis. Y no falta un espectacular carro del país, arrastrado por 'Pastora' y 'Jardinera', dos vacas ratinas ramaleadas por el piloñés Víctor Molina Lobo, llegado de Lozana. El grupo ovetense Filandón, gestionado por Silvia Suárez, pone en escena muñeiras, jotas, gallegadas y el Saltón, además de enseñar juegos tradicionales, como la rana o la comba.
La actividad está organizada por la asociación cultural Llacín y los tres encargados de la intendencia, Joaquín Haces, Juan Vicente Piñera y Demetrio García Sordo, confirmaron que para despachar estos dos días de frenética actividad cuentan con una provisión formada por «800 cajas de sidra, 400 de cerveza, 300 de agua, 120 empanadas, 800 bollos preñaos, 2.000 barras de pan, 3.000 bollinos para pinchos, 1.300 kilos de costillas de cerdo y 700 de chorizos». Para alimentar la enorme parrilla estaban apilados «25 sacos de carbón vegetal».
El servicio de comida elaborada corría de cuenta de Llacín, que dispone de «más de 200 voluntarios». La dinámica Mónica Balmori regentaba el puesto de tortos de maíz y frixuelos, pero también había tenderetes que servían churros, café y licores, sidra dulce, sardinas a la plancha, pinchos, tablas de queso, borona, tortilla y postres: arroz con leche, tartas de avellana, chocolate, queso y almendra, bizcochos de manzana y casadielles.
La propuesta de los setenta artesanos que se ubican en el resto de la plaza parecía infinita: cuero, orfebrería, joyería, miniaturas, papelería, maquetas, cerámica, pintura, azabache, cuchillería, madera, perfumes, jabones, zapatos, cristal, espejos, forja, quesos y embutidos, mermeladas, anchoas, zumos, licores, panes, miel y pimentón.
Así pues, en Porrúa no habrá lugar para el aburrimiento y nadie va a pasar hambre. Además, los visitantes podrán contemplar en directo funciones de teatro, tonada y juegos tradicionales, así como escuchar la gaita y visionar bailes que forman parte del pasado y que, por suerte, llegaron hasta la época actual.

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