lunes, 31 de diciembre de 2012

Personajes Ochenteros...

Santiago Auserón: "En la Movida deseábamos un país nuevo. ¡Intentémoslo!"

David Benedicte
Del líder de Radio Futura se dice que aprendió a reinventarse tras el "Tsunami" de la movida madrileña. Lo hizo camuflado en un alias -Juan Perro- y manteniendo intacta la mecha para seguir apostándolo todo a la música.
Sentado frente a un libro y un cortado, ajeno al mundo que gira a su alrededor, Santiago Auserón [Zaragoza, 1954] aguarda el momento de la entrevista parapetado tras una trinchera: el ensimismamiento. Nadie parece reconocer al ex Radio Futura, transmutado en Juan Perro, en esta tarde de perros, urgencias cappuccineras y tráfico congestionado. Nochea la Gran Vía madrileña ahí afuera, en helor crepuscular, y el músico se levanta cortés al reconocerme; con la mano extendida y media sonrisa cordial por delante. Si en algo se percibe la edad en su rostro, es por alguna arruga de más, como a un Dorian Grey maño al cual un pendiente en forma de aro, enhebrado en el lóbulo de su oreja izquierda, otorga un punto canalla. Aun así, no hay nada de rock star en su mirada. ¡Dios nos libre y, sobre todo, libre a las grabadoras, de rock stars! Me invita a sentarnos, pide otro café, sonríe de nuevo y se dispone a responder mis preguntas como si en cada una le fuera la vida. Rebosante de actitud, de sensatez, de firmeza.
XLSemanal. ¿Qué tendría que ocurrir para que volviese la efervescencia de la Movida ochentera a España?
Santiago Auserón. Tendría que haber una mayoría de españoles con ganas de inventar un país nuevo.
XL. ¿Lo tiene más complicado un joven músico de ahora que uno de 1982?
S.A. Sin lugar a dudas. Nosotros disfrutamos de un momento privilegiado en el que la sociedad española estaba deseosa de novedades. Y se nos proyectó hasta el primer plano de la escena. Yo entonces era un estudiante de doctorado de Filosofía que acababa de volver de París, y me puse a enredar en un local de ensayo. Y de repente me vi envuelto en una serie de acontecimientos que me arrastraron hacia una vida muy divertida y fascinante.
XL. ¿En qué momento vio que lo suyo era el escenario?
S.A. Nos empezaron a ir bien las cosas, lo cual manda mucho. Tuvimos la sensación de que estaba pasando algo y teníamos que responder. Había que hacerse profesionales sin habernos formado previamente ni en conservatorios ni academias. ¿Y cómo se hace eso? Pues relacionándote con los mejores, quemando etapas. Y eso es un reto por sí mismo. Conseguir hacer canciones que no sean tontas necesariamente. Que admitan algún contenido poético.
XL. ¿Y cuál supuso, tras su escucha, un antes y un después en su forma de comprender la música?
S.A. [Piensa largo rato]. Más que de un tema, te hablaría de varios umbrales en mi formación como oyente. En la infancia, el impacto de los grupos británicos que transmitían indirectamente la música de los negros norteamericanos fue muy fuerte. Habíamos oído en casa música negra porque, a través de la Base Americana en Zaragoza, llegaban discos de Louis Armstrong, Duke Ellington y Ella Fitzgerald. Pero, para los críos, la revolución mental llegó cuando empezamos a oír a los Beatles, a los Stones, a los Animals, a los Kinks. En la adolescencia, nos impactó el soul. Y Dylan supuso una experiencia. Han sido muchas veces las que he sufrido esos tsunamis sonoros.
XL. ¿Y ahora?, ¿los sigue sufriendo?
S.A. [Sonríe]. Desde hace unos años, el son cubano. Cuando viajé por primera vez a Cuba, el impacto de la música de los negros y mulatos cantando en español me voló la cabeza.
XL. El Ebro y el Misisipí, en su caso, ¿son el mismo río?
S.A. El río de la vida nos arrastra a todos en cualquier orilla que estemos. Sin embargo, en mi infancia en Zaragoza, por las razones que fuese, aunque no fuese culpa del río Ebro, se oían canciones de los negros del Misisipí [sonríe].
XL. ¿Qué tienen, en lo musical, los negros?
S.A. Primero, una cultura en la que el ritmo es una forma de pensamiento. Es vinculación social. El artista de tambores es el centro de la tribu. El lenguaje depende de él. La cultura rítmica se enseña a los niños recién nacidos. Es una cultura muy distinta a la occidental, en la cual, a pesar de que el ritmo también es vehículo educacional, se orienta todo enseguida hacia el dominio jerárquico de la palabra. En el África negra, la palabra es una de las modalidades del sonido, que sirve para cantar o para hablar. Cuando el siglo XX nos devuelve el sentido rítmico de los negros a través de las telecomunicaciones, somos nosotros los que no estamos entrenados para entender que eso es un sistema de pensamiento, y nos lo tomamos como mera frivolidad, vacilón, juego de seducción y punto. 
XL. ¿Se atreve a explicárselo al ministro José Ignacio Wert para que lo tenga en cuenta en futuros planes de estudio?
S.A. En una charla educada y amable sí, se lo explicaría. Pero antes me correría prisa discutir otras cosas. Tengo la sensación de que, de manera deliberada o imprudente, están metiendo la cultura en un puño que pueden apretar a voluntad para asegurarse el goteo. Y eso es peligroso.
XL. Algunos afirman que la situación recuerda, sospechosamente, momentos complicados del pasado.
S.A. Claro que sí. Hay un momento ahora mismo en el terreno de la reforma laboral, y de las prestaciones sociales y la cultura, en el que estamos retrocediendo a situaciones pretransicionales. Hay que preguntarse: «¡Señores!, ¿qué está pasando aquí?». Es un tema de soberanía popular. No podemos seguir creyéndonos que somos partícipes de una democracia cuando realmente los sistemas de participación de la misma se están estrangulando. Hace falta una reforma social muy profunda que no podemos dilatar más.
XL. Entonces, ¿cómo salimos de esta?
S.A. Tenemos que aspirar, sin caer en la barbarie, a que la democracia sea real, participativa. Y, sobre todo, a seguir formándonos como ciudadanos para continuar teniendo la osadía de inventar nuestro país como queremos inventarlo la mayoría. Pero con respeto para las minorías también. 
XL. Y eso solo se puede hacer desde las aulas.
S.A. Exacto. Si en tiempos de Felipe González se diseñaron unas campañas comiéndole la cabeza a la gente de que había que hacer marca España a través de deporte y lo estamos consiguiendo, con lo demás también se podría hacer. Si, gracias a esas estrategias, en 20 años hemos logrado llevar a los chavales al primer puesto del podio internacional en materia deportiva, en lo cultural y con la investigación se debería hacer exactamente lo mismo. Invirtiendo el mismo esfuerzo en I+D que en cultura, en el patrimonio de nuestras letras o en el conocimiento de la historia.
XL. ¿Es usted un 'negro' del Ebro? 
S.A. Sí, bueno. En cierto modo, bromeando. A mí, lo de los colores me importa poco. Me importa más la calidad de los ritmos y las substancias que nos intercambiemos. La limpieza de lo que nos llevemos a la boquita [sonríe].
XL. ¿Y cómo ve un 'negro' del Ebro estos tiempos tan negros que estamos viviendo?
S.A. Yo creo que ha habido tiempos peores. La caída del Imperio romano, la peste en Sevilla de mil seiscientos y pico... [sonríe]. No hay que exagerar. Lo que hay que tener claro es hacia dónde queremos ir. No andar tan perdidos. 
XL. ¿Qué puede cambiar la música en tiempos de crisis?
S.A. Tu estado de ánimo, si eres capaz de conectar con la tribu que la toca. Si aprendes de esas sensaciones efímeras, tienes un arma para renovar energías. No puede arreglar el problema de la sanidad, pero sí mejora el rollo [sonríe].
XL. La prima de riesgo ¿se soporta mejor con música?
S.A. Con buena música, sí. Si sonasen buenas canciones en nuestros medios de comunicación, sería señal de que otras cosas de esta sociedad están yendo mejor.
XL. Lo contratan para poner letra al himno de España... 
S.A. No, no, no aceptaría. No me gustan nada los himnos. Además, si tiene que haber un himno patriótico en nuestro país, es mejor que no tenga letra. Es mejor una musiquilla que suene y nada más. No le vamos a meter ahí trascendencia, simbología. No es bueno hinchar las cosas. 
XL. Aun así, no le vendría mal un toquecito flamenco.
S.A. [Sonríe]. A ver, a ver... No te creas que sería fácil. Mmmmm... [tararea]. ¡No, sonaría un poco a cachondeo! 
XL. Se entera uno por su libro que 'movida' significaba «partida de delincuentes» en el Siglo de Oro. 
S.A. Y en los años sesenta, en Madrid, era eso. Hacerse una movida era sinónimo de ir a dar un palo, y luego, de ir a pillar. Después entró en los ambientes de las galerías y de los medios de comunicación y movida era ir de fiesta.
XL. ¿Hubo muchos 'delincuentes' en la Movida madrileña?
S.A. Unos cuantos, sí, sí, sí [sonríe]. Pero menos de los que hay ahora en los bancos y en las cajas de ahorros.
XL. ¿Conoció a algún madrileño en ella? 
S.A. [Ríe]. Pues sí, porque todo dios era de fuera. Déjame pensar. Sí, a Enrique Sierra. Y a nuestra mánager Paz Tejedor. Eran gatos. Pero había pocos. Madrid era, y es, sobre todo un lugar de paso en el que todos se quedan.
XL. ¿Qué echa de menos de aquellos años?, ¿qué añora...? 
S.A. Nada. Nada de nada.
XL. No obstante, ¿qué muebles salvaría del 'incendio'?
S.A. Salvaría esa sensación colectiva. Es que hubo un momento en que, en lugar de pretenciosos, éramos humildes. Sabíamos que teníamos muy poca trayectoria detrás de nosotros. No podíamos optar a ser Londres, ni Nueva York ni París. Pero era como jugar a creérselo por primera vez. Y eso me parece saludable. Ahora hay que jugar a creerse otras cosas. ¡Intentémoslo otra vez!
XL. Toca mojarse: ¿la mejor canción de ese periodo fue...?
S.A. En la década anterior, te diría varias del disco de Serrat Mediterráneo. Pero en esos años, finales de los setenta y primeros ochenta, te diría Tu frialdad, de Triana. Y luego me gustó mucho Frío, de Manolo Tena. Para que veas. Creo que son modelos de canciones muy bien hechas y que dicen algo sincero, de verdad. Y que no son muy de la Movida. ¿Otras de la Movida que tuviesen ese nivel de sinceridad y hechura? Pues no lo sé. Tendría que pensarlo más. Porque a todas les veo un defectito. Las de más fama, sean de Radio Futura o de otros grupos, no me acaban de convencer.
XL. Sexo, drogas y rocknroll. ¿Se mantuvo esa trinidad también en el siglo de oro musical ochentero?
S.A. Todo lo que se probó estuvo bien. Me hubiera gustado convencer a amigos o familiares que se quedaron por el camino para que lograsen reconducirlo. Para que hubieran cortado antes con lo que los estaba arrastraba al vacío. Pero cuando el destino decide por ti, es imposible cambiarlo.
XL. ¿Cómo lo sobrellevó usted?
S.A. Yo probé de todo, como todo el mundo. Pero entonces no me sentí llamado a abandonarme al descontrol. Necesité todo lo contrario, tomar aire, y sentir que por lo menos una parte, la parte de la energía que podía dedicar al trabajo, la controlaba a diario. Si no, se me iba todo de las manos.
XL. ¿Es Juan Perro ladrador? 
S.A. Soy algo ladrador. Morder, muerdo poco. Pero estoy intentando controlar mis ladridos [sonríe].
XL. ¿A quién mordería sin dudarlo? 
S.A. ¡Hombre, hay algunos puntos de estación por ahí a los que aún hincaría el diente! Ya voy para viejo perro verde...
XL. Tiene algo de futuro Radio Futura. ¿Volveremos a verlos sobre un escenario?
S.A. Sí, pero un futuro que no está en nuestras manos, sino en manos de la gente que se ha adueñado de nuestro repertorio y lo hace vivir, de lo cual me siento agradecido.
XL. Pero no volverán a reunirse.
S.A. No. Además, después de la desaparición de Enrique no tendría sentido. Lo que ahora me gustaría a mí conseguir es que una parte del repertorio de Juan Perro pase a ese estatus de estar compartido por la gente. Estoy en ello.
XL. ¿Cuántas veces ha perdido el ritmo de su vida?
S.A. Muchas. Lo he perdido en asuntos de vida privada y de descontrol de los vicios. Así como con las drogas me controlé a tiempo, con la bebida ha habido periodos en los que he tenido más dificultad para medirme. No se puede ir por ahí por la vida rompiéndose la cabeza contra las paredes. Pero, como decían los antiguos, la virtud empieza intentándolo de nuevo. Y aquí estoy, intentándolo de nuevo.
XL. Si escribir en España es llorar, ¿qué es cantar?
S.A. [Sonríe]. Comer fuego. Los cantantes, en España, somos una especie de comefuegos.


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