Leonard Cohen ha sido, seguramente, el cantautor más prestigioso de la historia de la música, cosechando hipérboles desde hace medio siglo (solo el nobel Dylan le hacía competencia). No estamos exagerando su estatus: se han hecho tantas versiones de su clásico 'Hallelujah' que el propio autor propuso declarar algún tipo de tregua y dejarla reposar durante unos años.
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Junto con 'My Way', es la canción más transgénerica de la historia: hay versiones del divo pop Rufus Wainwright, de la estrella televisiva Susan Boyle, del mito underground John Cale, del malogrado superventas Jeff Buckley y hasta del maestro flamenco Enrique Morente acompañado por el grupo de rock industrial Lagartija Nick. También la han hecho suya el ubicuo Bono de U2, el patriarca country Willie Nelson y los rockeros españoles de culto Surfin' Bichos. Hasta la estrella global Justin Timberlake la cantó en un concierto por Haití.
Si en algo coincide el planeta pop es en no tener ninguna duda sobre el talento de Cohen. Lo mismo podemos decir de la industria del cine: sus canciones han sonado en salvajadas como 'Asesinos Natos', en taquillazos infantiles como 'Shrek 2' y en cintas de autor como 'Caro Diario' de Nanni Moretti. ¿Estamos, entonces, ante la perfección convertida en cantautor?
Trece años de bajón creativo
Vayamos por partes. Leonard Cohen no era infalible: quedó claro en su disco de 2004, titulado 'Dear Heather', el punto más bajo de su trayectoria. La crítica musical lo recibió con los elogios ya preparados. En la página web Metacritic, que hace media aritmética de las reseñas de la prensa anglosajona, obtuvo 74 puntos sobre 100 posibles. En todo caso, ahora hay acuerdo sobre la mediocridad de aquel álbum, confirmado por el propio Cohen, que marginó esas canciones en su gira de regreso. Su siguiente trabajo, 'Old Ideas' (2012), llegó a los 85 puntos sobre 100 de media, aunque el contenido artístico era igual o peor.La revista Slant fue una de las pocas que se atrevió a señalar el bajón: "El disco repta entre lamentos poco inspirados, donde las palabras se arrastran en vez de elevarse", afirmaban. Algo parecido ocurrió por ejemplo, con su penúltimo álbum, 'Popular Problems', que sabía a café aguado, a piloto automático, a menos de lo mismo. Su discurso sonaba exhausto. Y no tendría porque estarlo: con estos mismos mimbres, hizo un disco muy digno en el siglo XXI: 'Ten New Songs' (2001). Desde entonces, sus composiciones parecían mucho más mecánicas, previsibles y prescindibles.
En un monasterio budista
Más allá de su decadencia creativa, el perfil de Cohen se convirtió en un icono universal de la sensibilidad artística. Durante muchos años fue el cantautor preferido de la progresía internacional, a pesar de sus posiciones tirando a conservadoras. Canciones como 'The Future' o 'Dance Me To The End of Love' tienen versos claramente contrarios al derecho al aborto. Básicamente, su tema preferido en los últimos años fue la religión: hasta el punto de llegar a recluirse en un monasterio budista durante cinco años en la década de los noventa.El perfil de Cohen se convirtió en un icono universal de la sensibilidad artística
Durante los momentos de convulsión social, es típico que se acuse a los artistas de vivir encerrados en la famosa "torre de marfil", donde pulir su sensibilidad de "alma bella". Leonard Cohen logró convertir ese aislamiento de la raza humana en el colmo del cool. Utilizaba con frecuencia metáforas políticas, pero casi siempre despllegaba una visión fatalista, convencido de que ninguna mejora era posible. Un ejemplo: "Todo el mundo sabe que la guerra terminó/ todo el mundo sabe que los buenos perdieron/ todo el mundo sabe que la pelea estaba amañada/ los pobres siguen siendo pobres, los ricos se hacen más ricos/ así están las cosas, todo el mundo lo sabe" ('Everybody Knows', 1988).
Desde entonces, Cohen se dedicó a observar a los simples mortales desde la atalaya de su altura poética.
Soy un truhán, soy un señor
Una anécdota personal: volviendo en tren del festival de Benicàssim 2009, me encontré a la traductora que había acompañado a Cohen durante su estancia. Las muestras de cariño de sus fans españoles habían sido tan abrumadoras que la organización pensó en asignarle algún tipo de seguridad privada para protegerle. Cohen se negó a aceptar guardaespaldas, proponiendo una alternativa: atravesar el backstage rodeado por un círculo de mujeres. La estrategia funcionó, pero no deja de ser delirante: ¿qué pensaríamos su hubieran hecho lo mismo Julio Iglesias, Tom Jones o Robert Palmer en el festival Starlite de Marbella? Sin duda les habría caído encima una lluvia de bromas o una parodia en 'Los Simpson'. Está claro que a Cohen se le perdonaba mucho más que al resto.Gran parte de las letras de Cohen retratan a las mujeres como objeto de adoración, más que compañeras o cómplices
El estudioso David G. Whiteis, en un magnífico artículo, analiza la posición de las mujeres en las canciones de Cohen: "El personaje que proyecta es un viajero de ojos tristes buscando la salvación en la cama-santuario de sus diversas amantes. Eso le convirtió en héroe de los partidarios del amor libre a finales de los sesenta. Por el contrario, no le ganó muchas simpatías feministas, que ya iban teniendo claro que la romantización de la actitud 'ámalas-y-déjalas' tenía mucho de sexista". Gran parte de las letras de Cohen retratan a las mujeres como objeto de adoración, más que compañeras o cómplices. "En algunas canciones se pone en una posición muy cercana al resentimiento o la misoginia", apunta Whiteis.
Elegante cinismo
Apenas había sexo en sus últimas canciones. Es normal en un hombre de ochenta años. Ya sonaba a despedida la canción 'Beacuse Of' (2004), donde daba las gracias por los servicios prestados a sus numerosas amantes. En 'Popular problems' (2014) destacaban la firmeza de 'Slow', la solemnidad de 'Samson in New Orleans' (el lamento por los daños del huracán Katrina), la honestidad de la letra de 'Did I Ever Love You?' y la sencilla alegría de 'You Got Me Singing'. No estaba mal, pero tampoco aportaba nada que no hubiera hecho antes mucho mejor. Poca miga para tanta página doble y triple en los principales periódicos de occidente.Apenas había sexo en sus últimas canciones. Ya sonaba a despedida la canción 'Beacuse Of', donde daba las gracias a sus numerosas amantes
El estilo de Cohen se basaba en un humor cáustico muy cercano al cinismo. En 2009, cuando se anunció su sonada gira de regreso, muchos de sus seguidores se quejaron de que las entradas para verle en un pabellón deportivo rondaban o superaban los cien euros, además de que solo actuaba en grandes ciudades, por lo que acercarse a escucharle suponía un grave desembolso. A modo de excusa, llegó a comentar esto sobre el escenario: "Pido disculpas por lo caro de los tickets y las largas distancias que habéis tenido que recorrer. Yo no inventé el mercado".
En cincuenta años de carrera, resulta rarísimo encontrar un artículo cuestionando la figura de Cohen, su actitud política o sus canciones. Hoy sólo podemos lamentar la muerte de uno de los grandes de la música. Quizá mañana podamos preguntarnos: ¿es Leonard Cohen el colmo de la sensibilidad humana?
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