martes, 25 de julio de 2017

Caruana, el hombre que sabía demasiado....

Jaime Caruana, el exgobernador del Banco de España, aterriza hoy en el Congreso. Y lo hace una década después de que estallara la crisis financiera. Podía —y debía— haberlo hecho antes, pero es paradójico que el hombre clave en la formación de la gran burbuja inmobiliaria que se llevó por delante más de tres millones de puestos de trabajo (y creado otros tantos) no haya dicho aún esta boca es mía. Tampoco su director del servicio de Estudios, José Luis Malo de Molina, hoy retirado en sus cuarteles de invierno de Bruselas.
Caruana, 65 años, no es que haya vivido en Marte durante este tiempo o en una galaxia extraña, sino en Basilea, patria de Federer, donde ha ejercido de banquero central como 'general manager', lo que significa que sus reflexiones hubieran sido muy útiles para entender el hundimiento del sistema financiero —la factura supera ya los 60.000 millones de euros— y, de paso, dejar algo de autocrítica.Caruana comparece ante la comisión que investiga la liquidación de las cajas de ahorros y el consiguiente rescate financiero, pero en realidad lo hace por una cuestión política. A los partidos les suele preocupar más el desgaste del Gobierno de turno —sea cual que sea— que buscar las causas últimas del desastre. Y Caruana ha sido durante todo este tiempo un testigo incómodo de la calamidad.
Caruana comparece ante la comisión que investiga la liquidación de las cajas de ahorros y el rescate, pero en realidad lo hace por una cuestión política
En primer lugar, para el Partido Socialista, que en tiempos de Pedro Solbes como vicepresidente económico despreció la célebre carta de la asociación de inspectores del Banco de España en la que se le advertía sobre que el banco central no estaba haciendo bien su trabajo. La misiva llevaba fecha del 26 de mayo de 2006, y en ella decía algo tan llamativo como que “nuestro sentido de la responsabilidad, así como la lealtad que le debemos a la institución para la que trabajamos, nos obliga a desmarcarnos de los imprudentes análisis de la realidad que presenta el señor Caruana en sus últimas comparecencias públicas”. Solbes, como se sabe, tras recibir la carta, hizo la esfinge.
La misiva se conoció un quinquenio después, pero ya era demasiado tarde. La mitad del sistema financiero español (las cajas de ahorros llegaron a controlar más del 50% del activo total) había sucumbido al ladrillo sin que nadie pidiera explicaciones a Caruana, por entonces no solo el regulador, sino también el responsable de la supervisión. Por supuesto que Pedro Solbes o Elena Salgado, su sucesora, tampoco fueron llamados para dar explicaciones en una comisión de investigación, lo que refleja una especie de ley de la 'omertá' del bipartidismo hasta que las nuevas formaciones, en particular Podemos y Ciudadanos, han entrado en liza.
Y es que Caruana también era un testigo incómodo para el Partido Popular (PP). El partido de Mariano Rajoy siempre ha centrado su estrategia en acusar al Partido Socialista de todos los males, incluido el asesinato de Kennedy. Como si la gran burbuja inmobiliaria se hubiera gestado entre abril de 2004 —año de la llegada de Zapatero a La Moncloa— y el segundo semestre de 2007, cuando era ya evidente que el castillo de naipes que había construido la economía española desde comienzos de siglo se iba a desplomar.

La orgía del ladrillo

El hecho de ser un testigo incómodo de la crisis, sin embargo, no exime a Jaime Caruana de su enorme responsabilidad en el desaguisado. Parece evidente que cuando el crédito para la adquisición de vivienda crece un 20% (entre 2000 y 2006, en media anual), o un 29%, en el caso del crédito a las empresas de construcción y servicios inmobiliarios, el gobernador debe hacer lo que se exige a los banqueros centrales cuando son las cuatro de la madrugada y la fiesta está algo más que animada: entrar con una patada a la puerta, apagar la música y retirar las copas.
Y Caruana —tampoco su sucesor— no hizo nada de ello por impedir la borrachera de crédito. Cuando le estalló la crisis a Fernández Ordóñez sin comerlo ni beberlo directamente, el estropicio estaba hecho y no había posibilidad alguna de favorecer un aterrizaje suave de la economía española, que creció, como acaba de recordar el asexuado informe que ha hecho el Banco de España sobre la crisis, nada menos que un 3,8% de media anual a base de endeudamiento de familias y empresas.
José María Aznar y Rodrigo Rato. (EFE)
José María Aznar y Rodrigo Rato. (EFE)
El ser un testigo incómodo, sin embargo, no es la única razón del ostracismo con que ha sido tratado Caruana desde 2009, año en que desembarcó en el Banco de Pagos Internacional (BIS, por sus siglas en inglés), lo que le convirtió en uno de los funcionarios españoles de mayor rango en las organizaciones multilaterales. Pese a ello, siempre ha tenido algo de 'apestado' para el entorno económico del PP.
El exgobernador y jefe del BIS escaló dentro del primer Gobierno de Aznar (1996-2000) de la mano de Rodrigo Rato, quien siempre apostó por Caruana frente a De Guindos, y, de hecho, fue uno de los pocos elegidos que se llevó a Washington para trabajar en el FMI como consejero del director gerenteDe hecho, lo nombró director general del Tesoro durante los años clave de la entrada de España en el euro, y, posteriormente, consejero del Banco de España, para culminar como gobernador en el año 2000. Hay quien dice —en el actual Gobierno— que ese puesto lo quería el actual ministro de Economía y desde entonces cayó en el ostracismo. Hoy tendrá la oportunidad de explicarse.

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