lunes, 25 de febrero de 2013

A los Vivítopes....


Revisitando Venecia...


Existe otra Venecia

 

Cuando el espectáculo de las máscaras termina, cuando los turistas regresan a sus lugares de origen y los venecianos recobran la paz, es momento de descubrir la otra Venecia. La Venecia que, durante siglos, ha enamorado a escritores y pintores, la de las calles oscuras, la Venecia de las estrechas y vacías, la que huele a pescado de la laguna y a verdura a primera hora de la mañana en el Mercado de Rialto; la Venecia sin ruidos, sin Carnavales, sin cruceros, sin obstáculos entre el espectador y la ciudad.
Siempre por mar
Dicen las buenas lenguas que a Venecia hay que llegar por mar. Y no hay mayor verdad. El primer contacto con la ciudad de los canales debe ser con la laguna. Tomar en los muelles flotantes el Alilaguna (embarcación que conecta el aeropuerto Marco Polo con la isla) o contratar un taxi acuático (con regateo incluido), es la mejor forma de comenzar la relación con Venecia. Muy distinta será la impresión si sucumbimos a reclamos de autobuses baratos con destino a Piazzale Roma o a la anodina Mestre. A partir de ahí, pocas cosas que veamos en el mundo podrán compararse. 
Recorriendo la laguna de camino a la ciudad, a la izquierda, la isla de los muertos, el cementerio de San Michele, donde están enterrados personajes como el compositor ruso Stravinski. Al frente y a lo lejos, esbelto y sobrio, el Campanile nos anuncia la increíble e imponente Basílica de San Marcos y el contiguo Palacio Ducal que, pese a lo turístico de su carácter, nos será del todo imposible dejar de admirar. Pero la verdadera magia de Venecia no es tan visible. No está lejos, pero hay que buscarla: con un buen mapa (plastificado por si llueve), un buen abrigo en invierno y una linterna, por si nos sorprende la noche (algo altamente recomendable). 
A Venecia hay que ir sin prisas y sin prejuicios, a deambular por los barrios en los que habitan los venecianos, y en los que, lejos de los inagotables turistas, barren sus «campos» o «campiellos» («piazza» sólo hay una en toda la ciudad, la de San Marcos) y debaten a primera hora de la mañana, realizan la compra o sacan a pasear a sus perros... Si en lugar de un hotel céntrico (que es lo que pretende siempre el turista), se decide por un alojamiento algo más «casero» (hay una buena oferta de apartamentos; busque en www.trulyveniceapartments.com) podrá darse el gusto de saludar el día como un auténtico veneciano. ¡Buongiorno Venezia! 
Los 6 "sestieri"
La ciudad se divide en 6 «sestieri» (barrios), cada cual con su idiosincrasia y carácter. San Marco, San Polo y Santa Croce aglutinan a la inmensa mayoría de turistas, que parecen dar vueltas, una y otra vez, sobre el mismo eje. ¡Agotador! No podremos, en todo caso, pasar por alto maravillas como la Scuola Grande di San Rocco, donde se refleja el trabajo que el gran Tintoretto realizó durante 24 años.
Dorsoduro nos permitirá salir de la ruta habitual, pasear tranquilamente por el muelle del Zattere, visitar el Squero di San Trovaso, uno de los pocos talleres de reparación de góndolas que quedan en Venecia, o disfrutar de la belleza barroca de Santa María Della Salute, cerca de la punta della Dogana (la antigua aduana). 
Cannaregio, el más habitado de los «sestieri», será toda una sorpresa para el turista curioso. Ahí está el ghetto judío (el más antiguo del mundo), donde podremos degustar la auténtica cocina kosher (pásese por Gam-Gam). Pero también algunas de las iglesias más bellas de Venecia, como la gótica Madonna dell'Orto, donde está enterrado Tintoretto, o Santa María dei Miracoli, verdadera joya del Renacimiento veneciano. 
Y así llegamos al apasionante Castello, el más grande y heterogéneo de los «sestieri». La mejor hora para pasear por sus calles, las mañanas, cuando las mujeres tienden la ropa o los niños van y vienen a la escuela. Allí están, entre otras bellezas, el campo de Santa Maria Formosa (si busca hotel, alójese en el Palazzo Ruzzini), o la iglesia de San Zaccaria. 
Nuestro recorrido por la otra Venecia tiene dos paradas más. Una, en La Guidecca, donde está la iglesia de Il Redentore, obra maestra de Palladio. La otra, fuera, en la misteriosa isla de Torcello. Allí descubriremos la iglesia más antigua de Venecia, Santa Maria dell' Assunta, y la también primitiva Santa Fosca. Hágalo coincidir con la hora del almuerzo y reserve mesa enLocanda Cipriani, que se convirtió en una leyenda literaria, después de que Ernest Hemingwayescribiera "Al otro lado del río y entre los árboles" durante su estancia allí. 
La gastronomía veneciana
Al contrario de lo que muchos turistas piensan, Venecia no es pasta y pizza en un restaurante junto al Gran Canal, en el que un insistente camarero nos invita a tomar asiento. La gastronomía veneciana es rica en pescado (casi todo procedente del cercano Adriático) y verdura y sorprenderá a quien se tome la molestia de intentar disfrutar de ella. Si quiere degustar la auténtica cocina veneciana, anótese estos nombres: Vini da Gigio y L'Anice Stellato, ambos en Cannaregio y la Ostaria Al 4 Feri, en Dorsoduro. Si prefiere una propuesta más creativa, la recomendación es Il Ridotto
Pero si lo que quiere es darse un verdadero homenaje, tómese algo de tiempo para reservar mesa en la Osteria Da Fiore, en el «sestiere» de San Polo. La mesa que tiene junto al canal es todo un lujo. Mara y Maurizio Martin ofrecen aquí una de las ofertas gastronómicas más atractivas de Venecia, una cocina que ha sabido combinar a la perfección la tradición de la zona con la creatividad. Nuestra recomendación, vaya a mediodía. Da Fiore (una estrella Michelin) ofrece menús a 40 y 50 euros (por la noche la factura puede llegar a triplicarse). Dirección: Calle del Scaleter, 2202. www.dafiore.net.
Algunos consejos más antes de marcharse de Venecia: Si se ha alojado en un apartamento, compre pescado en el Mercado de Rialto a primera hora de la mañana y cocínelo en casa; pruebe también la «sarde in saor», especialidad veneciana. No se olvide ni del café (Campo Santa Margherita), ni del helado; el mejor, sin duda, lo encontrará en Grom (www.grom.it). Y, por supuesto, no se vaya sin disfrutar de un spritz, otra de las razones por las que uno acaba amando Venecia. Este combinado, hecho con Aperol (o Campari), prosecco, sifón, una rodaja de naranja y una aceituna, es todo un ritual para los venecianos. Tómelo en una terraza en Santa Maria Formosa, cerca de Rialto o en Cannaregio. En este «sestiere», vaya a Al Timon(fondamenta degli Ormesini), entre las 5 y las 7 de la tarde.Tómese unos «cicchetti» (así se llama en Venecia al aperitivo), sentado junto al canal y disfrute de la tarde. Sin turistas, sin prisas...

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