sábado, 21 de enero de 2017

Rafa pasa ganando al futuro nº 1...

El tenis merece la pena por jugadores como Nadal. Y como Zverev. Los dos jugadores, el presente y el futuro, se reunieron en la pista central para dar una exhibición de juego, uno de esos partidos memorables, con alternativas constantes en el marcador y mucho drama para no haberse cruzado ni siquiera el ecuador de este Abierto de Australia. Ganó Nadal, se impuso la experiencia y la resistencia, porque cualquier jugador del circuito sabe que para vencer al español hay que dejarse toda la vida en la pista, y muchas veces ni con eso es suficiente. Zverev, con sus 19 años, lo ha vivido en sus propias carnes.
El alemán, 1.94 de altura, un servicio colosal y un revés a dos manos que pone la bola donde quiere, empezó muy seguro el partido. Lleva semanas escuchando que ganará cosas importantes, leyendo en la prensa los elogios que hacen del él mitos como Federer o Nadal. Ambos le señalan como el próximo dominador, el muy probable ganador de Grand Slam. Y ese jugador, exuberante como pocos, es el que apareció rotundo en el primer set. Cuando los primeros servicios le entran siempre domina, no es posible encontrarle las flaquezas.
Se mete en la pista y manda, cruza bolas y siempre toma la mejor decisión. En el primer parcial, 6-4, y muy malas perspectivas para Rafa, que solo podía ir a rebufo e intentar resolver sus saques de la mejor manera posible. La tarde era limpia en Melbourne, con el público, siempre magnífico en Australia, embelesado con el niño. Empezaba mal la cosa para el español, pero tampoco es la primera vez que se ve en esas y lo resuelve. Esta vez no fue diferente.
En el segundo set Zverev se relajó. Uno de los problemas de la juventud es que la estabilidad brilla por su ausencia, y eso es exactamente lo que le pasó al alemán, que se dejó un servicio en este parcial y le abrió la puerta a Nadal para colarse por ella y demostrarse así que el niño no era invencible. Era importante esto, porque por momentos Zverev era una ráfaga de tenis de difícil control. Cuando eso pasa, el 14 veces ganador de Grand Slam, tira de oficio, que lo tiene a raudales, y se recuerda a sí mismo que la calma es su aliada para desfogar a los irreverentes Venció 6-3.
Zverev y Nadal (EFE)
Zverev y Nadal (EFE)

Los fallos en el 'tie break'

Y se fue al tercer set con las mismas perspectivas. Zverev comenzó un poco contrariado, pensando aún en el set perdido, y en los primeros servicios flaqueó. Nadal tuvo oportunidades de romperle, pero no lo consiguió. A veces es cosa de los nervios, que atenazan y no dejan desplegar el tenis en los momentos calientes, pero no fue este el caso. El problema para no romperle era que Zverev, en esos momentos duros, confiaba en su saque para sofocar la revolución. Poco a poco se fue recomponiendo, siendo mejor y empujó la manga al tie-brak. Ese fue el peor momento de Nadal, que no encontró la agresividad necesaria para hacer frente a un jugador del talento del niño.
Una vez más a remolque, pero seguía siendo Nadal. Es lógico que haya dudas sobre el español, han sido meses de miserias y las últimas grandes victorias están ya lejanas en la memoria. Pero está bien, en una de sus mejores versiones, y además, es perro viejo. No se iba a descontrolar por verse un set abajo en el marcador, eso le pasa a los inestables, no a las leyendas.
Se aprovechó, además, de que Zverev comenzó el set algo dormido. Ganó los tres primeros juegos, rompiéndole por el camino, y asegurando así cierta ventaja. Es muy complicado quitarle a Nadal la iniciativa cuando se ha puesto por delante, porque es uno de los mejores defensores del circuito y un jugador de una fiabilidad más que demostrada. El alemán subió algo su nivel de juego, pero no fue capaz de remontar la pequeña ventaja que había labrado Nadal. 6-3, o lo que era lo mismo, un quinto set. Territorio de épica cuando se habla de tenis.
Y así fue, aunque en el último parcial hay un pequeño asterisco. Fue el único set que no estuvo igualado, lo ganó Nadal con facilidad, rompiendo tres veces el servicio de su rival -en una se despistó y Zverev le devolvió el brak-. La clave fue el físico, pues el español se aprovechó de una serie de calambres del alemán para ganar la pista y dominar todos los puntos. El alemán había reventado, demasiado calor, demasiado ritmo y demasiada presión. Esto también es el deporte, porque el bajón físico de Zverev no fue un golpe de mala suerte sino la consecuencia de una batalla épica. Y ahí Nadal es el soldado universal.
Una nueva ronda le espera a Nadal, contra Monfils o Kohlschrieber. Quien sea el que se ponga delante, tiene motivos para temer. Se ha visto un Rafa de primer nivel, y eso es tanto como decir que se ha colado entre los favoritos para el torneo. Siempre es así cuando se habla de una leyenda.

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