domingo, 30 de septiembre de 2012

Asturianos Lujosos....

«Medusa», una «quest» de Menéndez Salmón

Con «Medusa», una obra que replantea la pregunta de si el horror puede representarse, Menéndez Salmón se confirma como uno de los nombres decisivos de la narrativa española

Día 24/09/2012 - 13.39h

El escritor asturiano Ricardo Menéndez Salmón ha dado cima a la ascensión que emprendió con La ofensa, primera de las obras de suTrilogía del mal. Con ella comunica Medusa, tanto en el aspecto temático (vuelve a estar protagonizada por un joven alemán que colabora en la guerra de los nazis), como sobre todo en su poética: ha sido concebida para replantear la gran pregunta de si el horror, la sevicia, en sus estados más hondos y perversos, puede representarse; también la consecuencia moral de ello.
¿Hasta dónde es capaz la literatura de decir el mal? La vieja cuestión del límite no puede pensarse ajena a la idea misma de la moral del arte: ¿es moral un arte que colabora con los más atroces crímenes? He desplazado la cuestión desde la literatura hacia el arte porque el propio Menéndez Salmón traza la metonimia en su novela anterior, La luz es más antigua que el amor.
De manera que Medusa enlaza con la primera obra de la trilogía y con la obra reflexiva sobre la función del arte que la continuó. Estamos, entonces, ante una pentalogía, un ciclo compuesto por cinco títulos en un círculo que parece cerrarse y que ha llevado con justicia a Menéndez Salmón a ser uno de los escritores decisivos de la nueva narrativa española.

Su manera de estar solo

Es autor de una producción coherente que vuelve sobre sí misma y tiene un estilo que se distingue y es inconfundible porque no se parece a ningún otro. Aúna lo reflexivo y lo poético, los dos lugares desde los que despliega un yo narrativo personal, porque por encima de todo Menéndez Salmón parece escribir para poner orden en las cuestiones que le preocupan. Su literatura es un precipitado de su manera de estar en el mundo.
La cuestión liminar de esta novela es la comunicación entre una historia (la del fotógrafo-pintor-cineasta Prohaska, de quien no conocemos el rostro, y del que será inútil perseguir noticia alguna) y la Historia. La literatura más grande (y esta novela está en su estela) intenta ir desde las historias a la Historia y, por tanto, dar lo general (el Hombre, el Mal, el Dolor, el Vacío, el Amor) desde lo particular (la manera como Prohaska asiste a los asesinatos nazis y los fotografía, pero antes su manera de estar solo, sin padre y desahuciado del amor materno; también su encuentro de amor con Heidi Knörr y tanta ruina o tormento de su oficio de fotografiar atrocidades). Para que la comunicación entre historias e Historia obtenga la relevancia homérica, la de Tolstói, Kafka o Némirovsky, es preciso que intervenga un tercer elemento: el mito. En esa triple confluencia de historias, Historia y mito, se ha ideado Medusa.

Sexo y algún poema

En su aspecto externo es una quest. Un narrador que se auto-representa con los años y la procedencia del autor realiza la búsqueda de un oscuro artista del que va ofreciendo diferentes planos: lo que se sabe de su infancia y desdichado desamor familiar; lo que cita de sus opiniones y reflexiones en una correspondencia epistolar con un amigo judío, Stelenski, que será su albacea.
También imagina Menéndez Salmón la obra autobiográfica de Prohaska, de la que se ofrecen trazos (formidable la manera como se enfrenta por vez primera al sexo o su reflexión sobre el gregarismo común nazi-estalinista), incluso algún formidable poema. Todo esto se va sucediendo ante el lector como si fuesen capas de una quest moral y meta-artística: las posibilidades de la representación, sus límites, pero también su sentido, pertinazmente perseguido en una prosa esculpida, neta, donde cada adjetivo golpea a la vez con la profundidad del filósofo y lucidez verbal del poeta.
La corona del horror del siglo XX, desde Dachau a Hiroshima, la ha arrostrado este joven novelista, que nos da su gran libro, porque ha creado en él al artista y a su obra. Medusa es el comentario de ambas y, sobre todo, la única respuesta del verdadero artista al arte, y del escritor al mito: hacerlo, crearlo, darle vida.

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