domingo, 25 de enero de 2015

Alternativas laborales...


Una alternativa asturiana al mercado laboral

El economista Ramón Suárez Ardura defiende en este artículo que, frente a la propaganda de la derecha que considera una buena noticia que haya 5.457.700 españoles en paro, el Principado y los ayuntamientos deben aminorar los efectos perniciosos del austericidio

RAMÓN SUÁREZ ARDURA

DOMINGO 25 DE ENERO DE 2015
Una tasa de paro del 20,78%, con 98.400 desempleados en Asturias (Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre del 2014), y 96.634 parados registrados (diciembre de 2014) son las cifras de nuestra tragedia social. Los datos nacionales alimentan más aún el drama que carcome a la sociedad española: la tasa de paro nacional es del 23,70%, con 5.457.700 españoles que buscan un puesto de trabajo (EPA) y 4.447.711 personas registradas en las oficinas de empleo del país.
La frialdad de los números y más de siete años de invierno económico se han convertido en antídotos para anestesiar las conciencias de los que disfrutan de un trabajo y justificar las baladronadas del Gobierno de Rajoy y de las diferentes derechas (PP, Foro Asturias, Unión del Pueblo Navarro o Convergencia i Unió) con la evolución de algunos datos de coyuntura macroeconómica. Pura ficción frente a la realidad social. Poco sirve que el Producto Interior Bruto haya crecido interanualmente un 1,6% (tercer trimestre de 2014), si eso no se traduce en la generación de puestos de trabajo que aminoren la demolición del mercado laboral español vivido desde 2010, fruto del austericidio impuesto por Merkel y las legiones del fundamentalismo monetarista. Poco consuelo ofrece a los más de 5,4 millones de desempleados españoles que el Fondo Monetario Internacional vaticine que España liderará este y el próximo año el crecimiento económico en la Eurozona.
Sacar pecho con los datos de empleo del último año, como ha hecho el PP y su coro de aduladores, es ocultar una realidad y una muestra de su eficacia para la agitación y la propaganda de la mejor estirpe leninista. Dos datos para los amnésicos:
  • Cuando Zapatero abandonó La Moncloa en diciembre de 2011 había 5.273.600 desempleados, 184.100 menos que ahora, y los mismos que hoy hablan de España como un país camino del paraíso laboral consideraban (y estaban en lo cierto) son los que entonces decían que el país ardía en las llamas del infierno del mercado de trabajo.
  • La mayoría de los nuevos puestos de trabajo son temporales y con remuneraciones en el abismo del salario mínimo interprofesional, fruto de la reforma laboral del PP y que contó con el voto del diputado y del senador de Foro Asturias, el partido del señor Álvarez-Cascos. Dirán algunos que más vale empleo precario y mal pagado que sufrir la penuria de las colas del paro. Buen argumento si de lo que se trata es abogar por un modelo de producción económica diseñado para los siervos de la gleba.
La desigualdad de ha convertido en el debate de nuestros días, con permiso de Thomas Piketty. Y el origen del empobrecimiento de las clases trabajadores y medias y su creciente conversión en precariado no es otro que la yugulación del mercado laboral nacido del gran  pacto suscrito en la segunda mitad del siglo XX por las fuerzas del capital y las del trabajo para un reparto equitativo de la riqueza y del bienestar. Es decir, ofrecer como única solución el desempleo o la imposición del trabajo en los abismos de la semiesclavitud.
Tras los números hay personas, con nombres y apellidos. Algo que el olvido colectivo, fruto del mirar para otro lado, y el aparato de agitprop de las fuerzas conservadoras están logrando que se convierta en normalidad social. La derecha gobernante y los apóstoles del capitalismo darwinista no consideran una extravagancia ética que un tercio de  los ciudadanos en edad de trabajar estén condenados al descenso a los infiernos de la subsistencia y a la reencarnación viva de los personajes de las crónicas de Dickens, Víctor Hugo o Dostoievsky.
Hay alternativas
Hay alternativas. Y no son los minijobs germánicos, ni las nuevas fórmulas de esclavitud laboral impuestas por el capitalismo asiático de hoz y martillo y, mucho menos, la reforma marianista respaldada por el casquismo asturiano que han sepultado las conquistas sociales de las sociedades libres, abiertas y desarrolladas durante el siglo XX.
La solución es global, pero también se puede actuar en la proximidad. Pese a las imposiciones de la Troika y del Gobierno central del PP, el Principado y los ayuntamientos asturianos tienen margen de maniobra para aminorar los efectos perniciosos de un modelo económico sustentado en la codicia y el egoísmo. Ahí están los planes de empleo, las acciones de inserción profesional específicas para jóvenes o para colectivos sociales más desprotegidos o el incremento del salario social para aquellos con más dificultades para encontrar una salida laboral. Pero aún tienen más capacidad de acción. Más si estas instituciones están gobernados por las fuerzas progresistas.
Hay iniciativas que el Gobierno de Javier Fernández debería explorar como la puesta en marcha de una Estrategia Asturiana por el Empleo, enmarcada en la concertación social y sumando a los ayuntamientos, pero con un perfil propio que permita atender a los más castigados por la crisis. Esta Estrategia Asturiana por el Empleo debe atender, como prioritarios, los sectores de población atrapados en los escombros del derrumbe del mercado de trabajo y cuyo rescate es esencial para el futuro de Asturias.
Por un lado está la Generación ni-ni, jóvenes que abandonaron los estudios a los 16-18 años para aprovechar las oportunidades de la burbuja de los 90 (construcción, obra pública y hostelería) y que ahora están en la calle sin formación académica y sin trabajo. El problema principal de este grupo, ahora entre los 25 y los 35 años, es su carencia de titulación y de capacidad para buscar otras salidas profesionales, aunque a su favor cuenta con la cualificación de la experiencia. Sin alternativas específicas, los ‘ni-ni’ serán parte de una nueva generación perdida.
Un segundo grupo lo integran los Cerebros en fugauna generación coetánea de los ni-ni, pero con rasgos distintos: académicamente muy preparada (universitarios bien formados, políglotas y con ambiciones profesionales) que ya no encuentra posibilidades de trabajar en Asturias ni en el resto de España. Muestra una diferencia importante con la precedente generación de la leyenda urbana (diagnosticada por el profesor Joaquín Lorences en 2004) que tenía capacidad de elección de su destino geográfico profesional, tanto en Asturias como fuera, mientras que esta sólo ve oportunidades lejos de España. Estos jóvenes capacitados para cualquier empleo de calidad son los nuevos emigrantes, una sangría generacional que dejará a Asturias sin profesionales de alta capacitación y, por tanto, implicará un empobrecimiento intelectual, social y económico que dañará a toda la sociedad.
Otro colectivo que demanda atención prioritaria es el del Baby-boom. Se trata de los asturianos nacidos entre 1950 y 1970 que corren el riesgo de ser la tercera generación sacrificada en la pira de la Gran Recesión: están siendo las víctimas de los EREs y de los cierres empresariales y son candidatos a envejecer en las listas del desempleo. En las oficinas del Principado hay inscritos 96.634 parados, de ellos 40.912 son mayores de 45 años. Representa la derrota de una generación integrada por profesionales con experiencia y oficio (desde los aprendices fabriles a los universitarios de los 70 y 80) sin recambio o reemplazo precario y candidatos a ‘umpenjubilados, en las antípodas de la generación de pensionistas de las tres últimas décadas. Todo ello abre la puerta a un problema social ajeno a la Asturias que hoy conocemos: más viejos, pero también más pobres.
Condenados a las prisiones del desempleo los mayores de 45 años y sin recambio generacional, unos por carecer de formación y otros condenados al exilio económico, la Asturias del siglo XXI encara la amenaza de agudizar su desertización demográfica y encaminarse hacia la insignificancia económica.
El Gobierno del Principado y los ayuntamientos no son los responsables de esta situación, pero si cuentan con cierta capacidad competencial para aminorar los efectos perniciosos de las recetas del capitalismo sin alma en la vida diaria de los ciudadanos y, lo que es más relevante, tienen en la mano la posibilidad de mostrar a las élites de la plutocracia que existen alternativas a la voracidad económica. Se trata de atisbar los horizontes globales, pero actuar localmente. El cambio siempre acecha en la cercanía. Aprovechemos la oportunidad.

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