domingo, 21 de agosto de 2016

Gortázar nos ve...así!

Voz Populi-El Estado de Partidos se cae a trozos. Mientras se derrumba, urge retomar el camino original hacia la monarquía parlamentaria, ese modelo que PP y PSOE bloquearon durante décadas, de tan ocupados como estaban, en la confección de su sistema de favores. Esa es la tesis del historiador y abogado Guillermo Gortázar en su ensayo El salón de los espejos, un libro publicado por Unión Editorial y que adquiere especial sentido en estos días de lentos y farragosos pactos. Lo único que tiene sentido es darse prisa: reformar antes que romper. “O reforma, o ruptura. En España, las cosas están así. El continuismo tiene poco sentido. Nos lleva al precipicio y la crisis absoluta”, asegura Gortázar en esta entrevista concedida a Vozpópuli.
"UCD, y después el PSOE y el PP, en lugar de desarrollar y habilitar la monarquía parlamentaria, construyeron una partidocracia, que es lo que está en crisis"
En opinión de autor, inicialmente la UCD, y después el PSOE y el PP, en lugar de desarrollar y habilitar la monarquía parlamentaria, tal y como dispone la Constitución, han construido una partidocracia, que es lo que está en crisis. A partir de la figura de los salones en los siglos XVIII y XIX –aquellos lugares de encuentro en los que se debatía y socializaba-, Gortázar traza un recorrido por las revoluciones americana, francesa y rusa, y se centra de lleno en la historia política de España en el siglo XX. A diferencia de lo que podría pensar, los debates políticos de la España actual no recogen los temas irresueltos del XIX, sino que avanza entre la impronta de la España 1930 y la que sufrió el aislamiento del franquismo. "Llama la atención ver cómo cuarenta años de dictadura caudillista se proyectan en el presidencialismo español", asegura Gortázar, quien además de docente e investigador, fue secretario nacional de Formación del PP desde 1990 hasta 2001. Debate de investidura, reforma de la constitución, la sombra de un proceso constituyente son algunos de los temas que trata en esta conversación.
-¿Cuál es el signo más temprano de lo que señala como crisis del Estado de Partidos?
-El Estado de Partidos se originó con el presidente Suárez. Surgió al amparo de decreto electoral que se convirtió en Ley Orgánica en el año 1985 con Felipe González. Ese instrumento distorsionó la representación de los ciudadanos españoles con nuestras provincias. Ese es un punto de partida, el inicio del camino hacia el Estado de Partidos, que tendrá su manifestación de crisis más visible en la abdicación de Juan Carlos I. Acaso algo anterior, hay que señalar la eclosión del 15M, cuando miles de ciudadanos no necesariamente de izquierdas o derechas, sino de todas las ideologías, se manifiestan con el reclamo “No nos representan”. Esa es la constatación de que ese decreto electoral del año 77, confirmado en 1985, es una ley electoral que precisa una modificación en la que se favorezca la representación y la proporción.
"El Estado de Partidos se originó con el presidente Suárez. Surgió al amparo de decreto electoral que se convirtió en Ley Orgánica en el año 1985"
-Cuesta penar que una estructura no sea consciente de las grietas en sus columnas. ¿Detecta en la España de los 90 un signo de esa crisis que estalló en 2011?
-Se podrían buscar manifestaciones parciales o pequeñas. Por ejemplo, las sesiones sistemáticas a los nacionalistas en la legislatura de 1993 y 1996, pero no creo que en ese momento hubiese una percepción tan clara como la del 15M. Ya en el año 1986 Manuel García Pelay escribió un libro, El Estado de Partidos, en el que ya advertía de la deriva hacia una muy deficiente democracia en España. Todo eso ha sido recogido por muchos tratadistas, entre otros, Javier Pradera.
-La historia política de una nación, asegura usted, puede llegar a depender de las virtudes y aciertos de sus líderes. La España de 1814 sin Fernando VII, por ejemplo, habría sido distinta. ¿Qué correlato existe, en ese sentido, en la España de 2016?
-Cuando falleció Fernando VII hubo una renovación política profunda hacia el camino de la libertad. Con su esposa primero y con Isabel II después. Sin embargo, aquí, al construirse un Estado de Partidos, desde la época de Adolfo Suarez lo que se produce es una consolidación extraordinaria de una estructura presidencialista. Ocurre con personajes como Felipe González y continúa con el resto de los presidentes. Ninguno intentó alterar el peso y el crecimiento de la estructura de ese Estado de Partidos. No lo hicieron porque heredaron un poder extraordinario, casi diría yo faraónico. Por ejemplo, la cancillería alemana tiene 500 empleados, la Casa Blanca 400, Moncloa tiene 2.500. Esa es la gran imagen de que lo que se ha construido en España es un aparataje de partidos. De un Estado fuera de la monarquía parlamentaria.
-¿Tendría sentido pensar que España sigue a vueltas con el los problemas políticos e ideológicos del XIX? ¿La incapacidad de generar relato político viene de allí?
- El siglo XIX español está olvidado políticamente, por desgracia. Lo que sí pudo ejercer influencia en la situación actual es la década de los años 30 del siglo XX, con esta mitología de la República. Ha tenido un enorme peso y eso se puede ver en determinados liderazgos políticos de izquierda o, por ejemplo, la Ley de la Memoria Histórica. Para ellos lo que pesa, paradójicamente, es la reivindicación de una década desastrosa: la de la ruptura, la del enfrentamiento, la de la guerra civil. Es llamativo, en España hay más tributarios intelectuales de esos años que del siglo XIX.
"Llama la atención ver cómo cuarenta años de dictadura caudillista se proyectan en el presidencialismo español"
-Asegura que UCD, después PP y PSOE, no fueron capaces de impulsar una monarquía parlamentaria, sino un Estado de partidos. ¿Cuánto pudo afectar un largo periodo como el franquismo en ese proceso?
-Llama la atención ver cómo cuarenta años de dictadura caudillista se proyectan en el presidencialismo español. Primero con Adolfo Suárez, que fue breve y complejo, pero luego mucho más claro con Felipe González y José María Aznar. El peso del franquismo es extraordinario y ha hecho que la política en España sea presidencialista.
-Atiza usted a los críticos “sobrevenidos” que achacan a la Transición y la Constitución el origen de una democracia deficiente. Se equivocan, dice. ¿Por qué?
-Cuando hablo de los críticos sobrevenidos me refiero a los jóvenes profesores liberales o socialdemócratas, que hacen una crítica hacia la constitución. Fundamentan toda su crítica en la transición y la Constitución, para mí es lo contrario. La transición y la Constitución es lo mejor que ha hecho este país en el siglo XX. La clase política confluyó buscando el entendimiento y una convivencia de todas las tendencias. El problema no está en la Constitución del 78 sino la deriva que se ha realizado con leyes y reglamentos que en lugar de posibilitar una monarquía parlamentaria, produjo un Estado de Partidos. Todos los presidentes optaron por esa vía presidencialista, y creo que eso se manifiesta bastante bien en la situación de crisis actual en la que vive España. En el Reino Unido, que es una monarquía parlamentaria, los conflictos se resuelven en una semana. Aquí, de momento, llevamos nueve meses.
"Todos los presidentes optaron por esa vía presidencialista, y creo que eso se manifiesta bastante bien en la situación de crisis actual en la que vive España"
-¿Los salones en los siglos XVIII y XIX han sido sustituidos por los platós del siglo XXI?
-Los platós de televisión lo que realmente han sustituido es el parlamentarismo; al estar constreñido por un reglamento que convierte a los diputados casi en funcionarios, el debate político se ha llevado a la televisión, que en Europa suele ser el lugar de discusión más abierto, pero en el que los periodistas lo que consiguen es enfrentar a representantes políticos. La anomalía en ese caso es todavía peor cuando el debate ocurre no sólo entre representantes políticos sino entre periodistas que terminan sustituyendo el debate político. Los salones del siglo XVIII se prolongaron en los ateneos pero en el siglo XX han desaparecido. Hace falta tranquilidad para debatir y en los platós de televisión lo que predomina es el enfrentamiento y el espectáculo.
-Su tesis final en este libro, su aporte como solución es la importancia de reformar en lugar de romper. Pero, si ni siquiera hay acuerdo para un debate de investidura… ¿lo habrá para semejante empresa?
-Lo primero que tiene que producirse es un acuerdo sobre el diagnóstico. No tengo la menor duda de que la democracia española está enferma. Lo está. La abdicación es una muestra de ello; los casos de corrupción permanentes en toda España y en todos los partidos es otra. Lo importante que habría que comprender es que esos son síntomas. La verdadera enfermedad, que es la Partidocracia.
-¿Qué es lo que hace falta para corregirla?
-Hay que volver al debate de la virtud a partir de la Constitución. Construir la monarquía parlamentaria que el Estado de Partidos aparcó. Para eso se necesita un acuerdo de los grandes primero y, luego, acertar con las reformas que puedan impulsar: el reglamento del Congreso, de las leyes electorales y aquellas destinadas a luchar contra la corrupción, un asunto que pasa por los controles internos y asumir responsabilidades políticas.
"Hay que volver al debate de la virtud a partir de la Constitución. Construir la monarquía parlamentaria que el Estado de Partidos aparcó"
-Entre el adanismo de Albert Rivera y Pablo Iglesias, el silencio de Mariano Rajoy, la invisibilidad de Pedro Sánchez… ¿ve en alguno de ellos, por aquello del presidencialismo, alguien capaz de impulsar semejante empresa?
-No vemos en el horizonte políticos con capacidad de liderazgo y de conducir un reformismo. En los grandes partidos está la esperanza de regeneración. En el caso del PP, tienen que abordar reformas profundas, porque es el único partido que no hace primarias, que no es democrático internamente. El PSOE tiene un problema doble: tiene que hacer reformas internas y además adecuarse al siglo XXI. Tiene que pasar de un discurso de los años cincuenta a uno del siglo XXI. Sobre los otros dos partidos: creo que el señor Rivera puede entrar en una buena vía de aprendizaje sobre la base de la experiencia de los asesores; finalmente, espero, como se está demostrando en la práctica, que Podemos entre en un camino de moderación.
-¿Qué reproches puede hacérsele a la izquierda española en la crisis de estos años? ¿Quién tiene más responsabilidad: Felipe González, Zapatero?
-Felipe González fue un reformista dentro del socialismo, pero creo que se equivocó profundamente al afianzar el Estado de los Partidos, creando, entre otras cosas esa inmensa ciudad prohibida de la Moncloa y sus 2.500 funcionarios. Claro, Felipe González al menos tenía una idea de lo que era el socialismo en los últimos años del siglo XX. Zapatero tuvo la oportunidad de adecuar aquellos debates de los socialistas a los del siglo XXI. Pudo haber centrado el partido, dejar de mirar al pasado y ver el futuro: una economía global, con capacidad de competir para los jóvenes profesionales. Pero no. Zapatero dedicó recursos a subvenciones innumerables y se centró en temas de género, memoria histórica. Fue una oportunidad perdida. Zapatero, en ese sentido, fue un gran responsable de la crisis del PSOE
-¿A quién se le pueden hacer mayores y más graves reproches políticos: a la izquierda o la derecha española?
-Ambos tienen responsabilidad para no llevar España al siglo XXI en términos de competitividad. A diferencia de los deportistas o los empresarios, los políticos españoles tienen unos sistemas de selección internos regresivos y hacen de la política un terreno muy poco atractivo para los nuevos talentos. Yo no diría que la culpa es de unos u otros. Sí es cierto que la derecha iba como un proyecto de reducción del tamaño del Estado, muy influenciado por las políticas de la señora Thatcher, pero a partir del año 96, lejos de producir una reducción del Estado lo que produjo fue una consolidación del crecimiento de ese aparato. Visto así: uno hizo las cosas mal y el otro las continuó. Ambos se han equivocado al producir ese Estado de Partidos, que es lo que está en crisis, porque la monarquía parlamentaria se ha minimizado de una manera dramática.
"Una ruptura significa poner en cuestión todo el proceso constituyente del año 1978 e iniciar un nuevo proceso constituyente. Ese es el proyecto de Podemos"
-Puedo entender que Felipe VI tiene poco que decir en este debate.
-A diferencia de Juan Carlos I, que tenía un gran poder heredado de Franco, Felipe VI está muy limitado por la Constitución, como es propio de una monarquía parlamentaria. Por eso no puede tomar decisiones, ni manifestarse públicamente.
-¿Qué podemos esperar de los meses que vienen?
-La política es la ignorancia de lo que va a pasar el día siguiente. Ni siquiera tengo claro que las decisiones que están tomando en estos días generen un resultado u otro. Lo que sí creo es que en estos nueve meses el Estado de partidos ha sido rechazado los españoles. Hay un 34% que no quiere que el modelo bipartidista anterior continúe pero que tampoco sabe muy bien cómo remediarlo. Una cosa es clara. Sistemáticamente, los españoles dicen: no queremos lo anterior. Eso solo se puede corregir por la vía de las reformas. Por mucho que le cueste a los instalados hacer algo al respecto, tienen que hacerlo. Es muy importante y peligroso, porque allí donde no hay reformas, aparece la ruptura.
-¿A qué se refiere? ¿Cuál es el peor escenario?
-Una ruptura significa poner en cuestión todo el proceso constituyente del año 1978 e iniciar un nuevo proceso constituyente. Ese es el proyecto de Podemos. Aquí el debate no radica entre continuismo o reformas. En España, las cosas están así: o reforma, o ruptura. El continuismo tiene poco sentido, es imposible. Nos lleva al precipicio y la crisis absoluta.

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