lunes, 16 de septiembre de 2013

Economistas frente a la crísis ...

¿Quién teme a la Sanidad Pública?

Se ha dado a entender que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, una idea que ayuda a privatizar
Por Emili Ferrer Inglés, miembro de Economistas Frente a la Crisis en Barcelona
Este artículo ha sido publicado en el nº6 de la revista Alternativas Económicas. Septiembre 2013
“La fiesta se acabó y el défi­cit nos castiga”. Es una idea profusa­mente difundida, que une un eu­femismo con un mito: expresa de forma atenuada que una causa de la crisis es el mal uso de la sanidad pú­blica, y la une con el mito de establecer como verdad que el abuso en la sani­dad ha generado el déficit público. Así se muestra como necesario el drástico recorte y que los usuarios somos los responsables y no las víctimas de las consecuencias del ajuste fiscal y de las privatizaciones.
Entre 2003 y 2007 el equilibrio en las cuentas públicas (en 2007 un superávit del 1,9%) y una deuda pública entre las más bajas de la zona euro (el 40,8% del PIB en 2008) era compatible con el supuesto exceso e ineficiencia del sis­tema sanitario público. Por otra parte, sin negar la necesidad de reformas para equilibrar y recuperar la actividad eco­nómica ¿Qué consecuencias han teni­do los ajustes? Devastadores: un déficit público del 10,6% en 2012 y una deuda pública del 84,2% del PIB en el mismo año. Cualquier terapia a partir de un diagnóstico equivocado puede ser letal.
Los instrumentos de ajuste utilizados: el recorte del gasto, la ampliación del copago y la privatización de la gestión, son en realidad instrumentos para la demolición de la sanidad pública. En re­lación al recorte del gasto, es necesario señalar que se han producido crecimien­tos del gasto sanitario público superio­res al crecimiento del PIB. De otro modo hubiera sido difícil, o imposible, salir del subdesarrollo y acercarnos a las medias europeas.
En 1986, año en que entró en vigor la Ley General de Sanidad, según la “OC­DE Health Data 2013”, el gasto en sanidad pública por habitante en España era el 41,53% menor que la media conjunta de Bélgica, España, Francia e Italia. En 2011, es decir 28 años después, es todavía un 17,13% menor que la media de los citados países. Es lo que se conoce como déficit sanitario, muy significativo si se compara con la diferencia en el PIB por habitante que se sitúa en la mitad del déficit sanita­rio. ¿Dónde se celebró la fiesta, si es que la hubo? ¿Había otra forma de reducir el déficit sanitario?
La implantación de copagos o la am­pliación de los ya existentes es el segundo instrumento utilizado para la demolición de la sanidad pública. En realidad los ciu­dadanos siempre financian totalmente la sanidad pública por la vía fiscal, con la excepción de los que incumplen su responsabilidad financiera a través del fraude fiscal, evaluado por la Agencia Tributaria una cifra equivalente al gasto total de la sanidad pública de un año.
A partir del supuesto bajo nivel de co­pago en nuestro sistema sanitario públi­co se justifica su aumento. Sin embargo, según la fuente citada de la OCDE, en España el pago realizado por las familias por prestaciones no comprendidas en el sistema público (odontología, óptica, algunos fármacos, etc.) es superior a la media de Bélgica, España, Francia e Italia y en proporción creciente a partir de los recortes. En 2008 era un 9,56% superior a la media de los países citados, en 2011, después de los recortes, era un 11,7% su­perior. En 2008 estos pagos equivalían al 18,9% del gasto sanitario total por ha­bitante, aumentando hasta el 20,7% en 2011. En la media de los países antes cita­dos ocurre lo contrario: entre 2009 y 2011 descienden del 16,8% al 16,4%.
La demonización de la gestión pública es el tercer instrumento de demolición del sistema de sanidad pública. Completa la justificación ideológica de la reducción de la sanidad pública y la promoción de la sanidad privada, que entre 2009 y 2011 ha pasado del 24,2% al 27,2% del gasto sanitario per cápita.
La mayor eficiencia de la gestión pri­vada establecida como principio general está por demostrar. Lo que no está por de­mostrar es que el actual desastre social, económico y financiero no es en absoluto ajeno a gestores privados, ni las consecu­tivas revisiones al alza de las adjudicacio­nes públicas, ni su garantía pública que puede implicar riesgo moral.
Solo la reconstrucción de un consen­so social solidario y responsable puede ofrecer garantías de sostenibilidad y de progresiva mejora del sistema de sanidad pública, de la recuperación de la sanidad como un derecho público, y de la cons­trucción de una nueva gobernanza públi­ca que lo haga posible.
Hay quien teme a la sanidad pública pero hay muchos más que temen “por” la sanidad pública. Eso queda reflejado de forma precisa en una pancarta colgada en el vestíbulo de un hospital público: “Si nos recortan la sanidad, nos recortan la vida”.

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