Mario Draghi puede ser muchas cosas. Pero no se puede negar que siempre sabe el terreno que pisa. Hoy viajaba de Fráncfort, donde el Banco Central Europeo (BCE) tiene su sede, a Berlín para ofrecer una conferencia en la capital alemana. Era consciente, por tanto, de que podía encontrarse un auditorio poco amigo de aventuras monetarias y más partidario de la ortodoxia. Y se ha adaptado a su público. Ha intentado ganárselo con varios guiños. Como el de ensalzar la figura de uno de los economistas jefes del BCE, el alemán Otmar Issing, o el de afirmar que "la respuesta a los problemas de la Eurozona no es debilitar a las economías más fuertes, sino fortalecer a las más débiles". Todo un gesto hacia Alemania. 
Parapetado tras estos gestos, Draghi ha centrado buena parte de su comparecencia en defender la decisión adoptada el pasado 7 de noviembre, cuando la institución monetaria redujo los tipos de interés oficiales del 0,5% al mínimo histórico del 0,25%. El presidente del BCE ha asegurado que abarataron el precio del dinero porque piensen que "los riesgos de deflación se van a materializar", sino para asegurarse "un margen de maniobra apropiado [para que los precios sigan] por encima del 0%".
El BCE recortó los intereses después de que la tasa de inflación se moderara en octubre hasta el 0,7% interanual, la tasa más reducida desde 2009 y cada vez más lejos del objetivo de la entidad de mantener los precios por debajo, pero cerca, del 2%. Aunque Draghi no cree que la deflación -caída general y continuada de los precios- termine asentándose en la Eurozona, sí admite que espera "un prolongado periodo de baja inflación". 
¿Y qué hay de la posibilidad de situar los tipos de la facilidad de depósito en terreno negativo por primera vez? "No hay noticias desde la reunión del 7 de noviembre", ha declarado fuera de su intervención oficial. En la rueda de prensa posterior a esa cita, Draghi admitió que la institución "está preparada" para situar esos tipos por debajo del 0%, algo que en la práctica supondría que el BCE pasaría a cobrar a los bancos por el dinero que estos aparcaran en la facilidad de depósito que pone a su disposición la institución monetaria. Esas palabras han calentado desde entonces la posibilidad de que el Banco Central Europeo dé ese paso en su próxima reunión, que se celebrará el 5 de diciembre.