No hay líder. Con Guardiola en Múnich y Messi en paradero desconocido y sin noticia alguna de su vuelta, el Barcelona ha perdido identidad, carácter y ese juego que le llevó a ser admirado en todo el mundo. Ahora la entidad azulgrana busca una personalidad perdida y lo hace desde el fracaso, desde la derrota a la que Martino y un grupo de jugadores han llevado al equipo catalán, otrora invencible y hoy derrotado.
El ahora entrenador del Bayern pidió comprensión a la directiva de Rosell y la respuesta indicó la puerta de salida. Esa ausencia de referencia ha llevado al Barcelona a dar por terminado un ciclo que parecía no tener fin y que de repente se ha encontrado sin títulos, con un presidente dimitido y con la imposibilidad de fichar en los dos próximos periodos de fichajes.
Sin cabeza visible, Messi solo ha querido ejercer de líder en el césped y capitalizar el juego; el vestuario azulgrana se ha descompuesto. La división en grupos ha llevado a la plantilla a dar prioridad a los asuntos individuales por encima de los colectivos. Los jugadores se han ido agrupando por amistad o conveniencia. Incluso se habla de onces prefabricados a imagen y semejanza de Messi y que por lo visto no han dado resultado.
Martino no ha ejercido de referencia para una plantilla que no ha sentido empatía alguna con el argentino. El Tata sigue contando los días para su marcha del Barcelona. En diciembre se dio cuenta que era imposible gobernar una nave que se hundía y que ha terminado por naufragar. Se siente agobiado y superado, y en las últimas semanas no ha encontrado respaldo alguno en la plantilla. Sus decisiones han sido cuestionadas, incluso en público.
Messi se ha refugiado en Cesc y Pinto, mientras que Alves y Adriano han acogido a Neymar como suyo, en la peor temporada de los dos exlaterales del Sevilla. Por otro lado, Piqué, Bartra y Puyol caminan de la mano, como hacen Valdés e Iniesta o Busquets y Jordi Alba... Los intereses particulares han prevalecido.
Jugadores del peso de Valdés o Puyol dieron el paso de adelantarse a los acontecimientos, anunciando su adiós al equipo que les vio nacer en plena competición, con todo en juego. Decisiones particulares y que han dejado tocado al grupo, algo que no sucedió con el adiós de Rosell, que ni impresionó ni cambió el paso lo más mínimo.
El vestuario habla del futuro más que del presente y el famoso 'entorno' azulgrana, con Cruyff a la cabeza, pide elecciones y una regeneración que se iniciará en el banquillo y que continuará en el vestuario, siempre y cuando la FIFA lo permita, algo que ahora mismo está en duda.
Mientras, el aficionado está desconcertado, roto ante lo que puede pasar, pero no en la entidad y sí sobre el terreno de juego. La ausencia de Messi y el interés de terceros equipos puede ser fatal para continuar viendo al argentino de azulgrana.