jueves, 14 de septiembre de 2017

Después de Messi, CR 7 decide....

Marca-Un año después, los operarios plantaban en cada esquina del campo un banderín blanco. Estrenaban divisa, otra vez. Llevaban pintados un trofeo de anchas asas con el número 12. Volvió la Champions League a la casa del Madrid, de donde nunca se fue. Resistente al paso de los tiempos, a los avatares del mercado y del propio fútbol, a la majestuosa presencia de enormes rivales, enemigos que se recordarán cuando pasen 100 años como Messi, el equipo blanco inició su desafío favorito: la conquista de la tercera Copa de Europa consecutiva, la cuarta en cinco años. Así se lo recordaron desde la grada con una pancarta. La exigencia sigue intacta.
Como siempre en los últimos años, su propuesta competitiva fue lacerante con el enemigo, especialmente tras el descanso. Arrasó al APOEL para firmar un resultado concluyente (3-0). Zidane dejó los experimentos, recuperó a sus indiscutibles (Modric y Casemiro) y recibió la vitamina de Cristiano ante la anemia de goles. Tres argumentos convincentes con los que alimentar su pujanza en una competición que no tiene secretos para los blancos. El campeón chipriota, flojo, conservador e impotente, no fue rival cuando los blancos se tomaron el asunto con empeño, cuando dejaron de jugar andando.
La primera parte fue extremadamente sosa, como si los dos equipos asumieran con fatalismo el destino. El Madrid sabía que iba a ganar y apenas se empleó. Anduvo por ahí. El APOEL, encerrado atrás, apenas pasaba del centro del campo. Hay algo en el equipo de Zidane que le impide deslumbrar como en agosto, cuando ridiculizó al Barcelona. Al punto de relajación lógico tras la victoria en las dos Supercopas, a la debilidad que genera tanta coba se le ha unido la devaluación de algunos de sus futbolistas. El Madrid ha perdido el brío de sus laterales. A los dos les echa de menos a la hora de fabricar sus ataques, especialmente ante equipos tan cobijados con su campo como el APOEL, como el Levante el pasado sábado.

Aun así, en el minuto 12, Isco desbordó en el centro del campo, abrió para Bale y el gran pase del galés al segundo palo lo embocó Cristiano con su olfato y precisión habitual. La jugada es una antología de las cosas bien hechas, la apoteosis del fútbol como deporte inventado hace más de un siglo: un gran centrocampista genera superioridad con un quiebro, se la pasa a un zurdo que centraba desde la izquierda para que llegue el remate del 'nueve'. Hay veces que el Madrid pone al zurdo de 'nueve', como Bale el otro día, y el 'nueve' oficial, Benzema, ejerce de '10'. Pero Cristiano sí conoce el oficio dentro del área. Como en las últimas seis temporadas, marcaba en el primer partido de la Champions. Era su gol 48 en Copa de Europa. El mito Di Stéfano metió 33.
Lo que siguió fue tan insípido como lo anterior. Kovacic se lesionó en el minuto 18. Zidane tardó cinco minutos en hacer la sustitución. ¿Y Ceballos? Kroos, que no tenía pensado jugar, tardó un mundo en colocarse en la banda para saltar al césped. Si el de ayer era el día elegido para el descanso del alemán, el marcador a favor y el poco empuje del rival terminaron de convertir su decisión en incomprensible. Pero discutir la elección de jugadores de Zidane parece herético.
El 1-0 lejos del motivar al Madrid le relajó aún más. Sin tensión, con poco empuje, apenas generó ocasiones. Bale y Cristiano casi calcan el gol, aunque el portugués estaba en fuera de juego. Y Ramos, con una de esas pifias en las que debe pensar que juega en el colegio, ocasionó el mayor peligro del APOEL. No obstante, Keylor fue un espectador más. Después, Cristiano protestó un penalti. Enrabietado, lo seguía haciendo después de que el árbitro señalara el descanso.

Zidane debió recordar a sus jugadores en el vestuario que al fútbol se juega corriendo. El resultado de la charla fue un segundo tiempo más divertido en el que se plasmó la diferencia sideral entre el campeón de Europa y el campeón de Chipre.
Primero, Cristiano la mandó al larguero. No fue gol pese a las protestas del delantero portugués, que luego marcaría el segundo (su gol 49 en Champions) de penalti para poner fin a la sequía blanca desde los 11 metros. Recogió el balón con tanta prisa, como si fuera una eliminatoria en la que hubiera que remontar, que invitó a pensar en que su hambre nunca se apaga o que Messi aprieta. En 10 minutos habían pasado más cosas que en todo el primer tiempo.

Con el Madrid decididamente animado, Sergio Ramos, que siempre tuvo alma de delantero, remató de chilena tras un cabezazo de Bale (min. 61). El buen juego del Madrid se trasladaba al marcador. El resultado pudo ser mayor, pero ya no varió. Apagadas las luces, los operarios desmontarían los banderines. A ver quién atrapa la bandera.

No hay comentarios: