lunes, 26 de octubre de 2009

Txema Montero, sabe de que vá.

Guarden estas declaraciones, en diez años tendrán un valor supremo.

"La izquierda abertzale será aliada del PSE y no del PNV en un futuro político normalizado"@Carlos Fonseca.- 26/10/2009

Txema Montero (i) y el ex dirigente del BNG, Xosé Manuel Beiras. Destacado miembro de Herri Batasuna (HB) en la década de los ochenta, este abogado de 55 años de edad es hoy uno de los más cualificados observadores de la política vasca. Eurodiputado de la izquierda abertzale en los comicios de 1987 y 1989, su distanciamiento de la formación que él mismo ayudó a legalizar comenzó a fraguarse tras el atentado de ETA contra el Hipercor de Barcelona en 1987, que causó la muerte a veintiuna personas. Sus crecientes discrepancias le condenaron a la expulsión en 1992, tras publicar un artículo en el diario Deia en el que defendía el Estatuto de Gernika y la Ley de Amejoramiento navarro como instrumentos para luchar por la independencia.
¿Cómo interpreta las detenciones de Arnaldo Otegi y Rafa Díez Usabiaga, a quienes se señala como representantes del sector de la izquierda abertzale partidario del fin de la violencia?
Tiene una lectura simple, y es que el Gobierno ya no admite medias tintas, o es corte o es cortijo, o hacéis política y os pronunciáis contra el terror, o nos va a parecer que estáis reeditando anteriores secuencias ya conocidas, donde os reconocíamos como interlocutores políticos porque os comprometíais a que ETA dejara de matar. El Gobierno pide que ahora se empiece por el final, que ETA deje de matar, y luego ya veremos si hablamos, y como no dan ese paso los detienen porque tienen un basamento legal según el cual todo es ETA.
¿Cree que la izquierda abertzale está realmente dispuesta a romper amarras con ETA?
Hubo un momento en que la izquierda abertzale creyó que ETA era, si no capaz de derrotar al Gobierno, sí de generar un proceso político que supusiese el reconocimiento del derecho de autodeterminación, del derecho a decidir. Ese tiempo ya está descontado políticamente y su base social no cree que eso sea posible, pero me da la impresión de que desea una salida airosa para ETA que reconozca que el esfuerzo no fue baldío, que no fue un error ni un crimen. Necesita, no sólo salir de cualquier manera del proceso al que les ha llevado la lucha armada, sino salir victorioso del campo nacionalista; que al PNV se le identifique con lo viejo y a ellos con el abertzalismo del siglo XXI. Tienen una base social joven que lo hace posible y que no tienen otros partidos, pero el problema es que esos jóvenes han sido deseducados en la política democrática.
¿Logrará estar presente en las municipales y forales de 2011?
Les gustaría participar y harán lo imposible por lograrlo, pero dependerá de si logran convencer a las autoridades de que están en el buen camino. Es cierto que son unos comicios más permeables para presentar candidaturas, donde la lupa de los jueces y de la Policía tiene que ser de enorme aumento para buscar una conexión con Batasuna. También dependerá del interés político, de si el PSE y el PP quieren repetir la experiencia del Gobierno vasco en las diputaciones y los ayuntamientos. Pero creo que, salvo constelación de astros, no van a estar. No va a ser un golpe definitivo, aunque sí un achaque de espacio importante. Tienen una base social de entre 40.000 y 50.000 personas que están de acuerdo con ETA haga lo que haga, y de 120.000 que a la llamada de Batasuna, aún en las circunstancias más adversas, la han votado o se han abstenido, y que cuando las condiciones son favorables pueden llegar a los 250.000. Ese caudal se mantiene, no veo trasvases, no veo reconducciones, salvo la de Aralar, que es interesante pero que no me parece que sea el refugio de los electores desencantados de Batasuna.
Si, como dice, no logra concurrir a los comicios, perderá la única presencia institucional que tiene. Serán definitivamente una fuerza política marginal.
No lo creo, porque la izquierda abertzale es numéricamente importante. Hay muchos sectores en la sociedad civil donde son relevantes e incluso preponderantes, y no sólo en el ámbito cultural o lingüístico, sino en el ámbito sindical, en el cooperativismo y las pequeñas empresas. No hablamos de grupos ajenos a la dinámica social. Lo saben, y por eso dicen ‘nos podréis tirar de las instituciones, nos costará volver, pero lo que no vais a poder, porque es un imposible, es erradicarnos del cuerpo social vasco’. Lo tremendo es que alguien puede ser un honrado contable de un banco de lunes a viernes y el fin de semana pedir que se maten policías en una manifestación.
Usted fue uno de los artífices de la legalización de HB que tanto reclaman ahora.
Entonces había gente que pensaba que aquello no tenía importancia si estábamos en un proceso revolucionario. El desvalor que había en aquel momento por la legalidad –hablo de los años 1982 y 1983- partía de la presunción arrogante de que, estuviéramos legalizados o no, éramos y estábamos. Ahora el valor supremo es estar legalizado para intervenir. En ese cambio se explican un montón de cosas que han ido ocurriendo en nuestro país.
¿Es posible el final policial de ETA, como sostiene el Gobierno?
Ese es el mensaje y el deseo, pero no la convicción. La naturaleza de la guerra, del conflicto, determina la naturaleza de la paz, y éste no es un conflicto de poder contra poder, de frentes abiertos en el que paz llega con la derrota de una de las partes. Es un mini conflicto donde un muerto es una inmensidad, y la paz no va a ser una estricta derrota de ETA.
Usted fue asesor de ETA en las conversaciones de Argel. ¿Es capaz de definir un escenario en el que sea posible acabar definitivamente con la violencia?
Sí, que hubiese un pronunciamiento claro, expreso y preciso, una carta mandado en el Parlamento Vasco sobre las condiciones y la apertura de un proceso de paz. Si se fija, hemos pasado por las conversaciones de Argel, que se celebraron en unas condiciones óptimas, con un gobierno progresista que en ese momento estaba a punto de liderar el movimiento de países no alineados; luego el pacto de Lizarra y las conversaciones de ETA con el Gobierno de Aznar, para acabar con la propuesta de paz a los socialistas vascos con el respaldo del Gobierno español. Creo que el final a este camino de aciertos y errores es que residenciemos el final de la violencia y la apertura de un proceso político de diálogo y paz donde reside la soberanía vasca, que es el Parlamento vasco. Ya no caben conversaciones secretas, discretas, tiene que haber un pronunciamiento del Parlamento vasco tras una declaración formal de ETA de que deja las armas, con la necesaria intervención de la izquierda política en el juego política. Esta es la única solución que veo.
Me parece complicado que el Gobierno acepte un acuerdo exclusivo entre fuerzas políticas vascas.
El Gobierno central dice que estamos en un conflicto entre vascos. Si es así, que diga que no reconoce un acuerdo entre vascos alcanzado en el Parlamento vasco. Ahora bien, las grandes decisiones necesitan de grandes mayorías. No estuve de acuerdo con Lizarra, porque eché en falta, como poco, al PSE, y me acusaron de admitir el derecho de veto de los españolistas, pero no se trataba de eso. Las mayorías simples bastan para situaciones ordinarias, pero si hablamos de una cuestión nacional necesitamos una mayoría muy cualificada que represente el sentir más amplio de la nación vasca. La mitad más uno no funciona, ¿cómo vas a excluir a la mitad del país de algo que afecta a sus intereses?
¿Ha sido positivo el desalojo del PNV del poder después de 30 años ininterrumpidos al frente del Gobierno vasco?
Este gobierno saliente tiene un palmarés importante en lo que ha sido la institucionalización del país, y la prueba del nueve es que ellos mismos se están dando cuenta de que puede funcionar si su presencia. Tiene aspectos positivos y negativos. El negativo es que en nuestro país se puede crear un sistema de democracia imperfecta en el que no se produzca la lógica alternancia política, sino el relevo por sustitución. Me explico, si el PSE y el PP suman los 38 escaños que da la mayoría absoluta formarán gobiernos que presidirá el que haya logrado más escaños. Será esa alternancia, no electoral, sino por sustitución, y me inquieta. Lo positivo es que la visión patrimonial del país que había con el PNV se ha difuminado y vemos que no pasa absolutamente nada. El error del PNV ha sido tildar de ilegítimo este gobierno, que tiene una legitimidad total porque en un sistema parlamentaria forma gobierno quien tiene más apoyos, otra cosa es que sea injusto. Dicen que el PSE está en el poder gracias a que la izquierda abertzale no pudo presentarse a los comicios, pero son incongruentes porque podían haber dicho que no se presentaban a las elecciones en esas condiciones, por solidaridad democrática o por eficacia política, y no lo hicieron. Algunos sectores del nacionalismo no se dan cuenta de la importancia que tiene la centralidad de las instituciones, que tengan un valor por sí mismas, independientemente de quien esté en el gobierno.
¿Cree posible que en un futuro se reedite un gobierno de coalición entre el PSE y el PNV?
Lo descarto. Creo que el PSE tiene que hacer su travesía del poder. Las fuerzas constitucionalistas en Euskadi están en la fase de creerse lo que les ha sucedido, que son una fuerza capaz de gobernar y de responder a los problemas de la sociedad vasca y que esa labor tenga su refrendo electoral no sólo en sus bases, sino también en otras nuevas. Siempre he pensado que si dentro de cuatro años obtienen otra vez 38 escaños seguirán formando gobierno. La izquierda abertzale estaba convencida de que el PNV y el PSE tenían un acuerdo por debajo de la mesa, y se ha demostrado que no era así. Yo estoy convencido de que en una situación de normalización, sin violencia, si el PSE y la izquierda abertzale lograran los escaños suficientes para formar gobierno lo harían, y el PNV se quedaría también fuera.
Eso es mucho correr.
Estoy convencido de que cuando esto se normalice vamos a ver las combinaciones más llamativas, porque los ejes de la política serán derecha-izquierda. La izquierda abertzale no va a ser aliada del PNV, sino del PSE. Hace años que vengo oyendo esa reflexión. Después de Lizarra la frase en ese mundo era que con el PSE difícil, con el PNV, imposible. Contrariamente a lo que se lee en la prensa española, el PNV ha sido desde el primer momento el enemigo político a batir de ETA.
¿Existe el riesgo de que el PNV se eche al monte si se prolonga su estancia en la oposición?
No, y es algo que tengo absolutamente claro. Se ha echado al monte en situaciones de clandestinidad, de ilegalidad, y más que al monte diría que a una suave colina. En una situación de normalidad democrática no lo harán jamás. El PNV es la quintaesencia de este país, y por eso ha sido el partido dirigente durante tantos años. En él están recogidas todas las contradicciones de nuestro país, y por eso ese carácter de centralidad. El tránsito de ser el partido a ser un partido es largo, difícil y doloroso, pero ha permanecido siempre en las instituciones y ha jugado dentro de ellas, aunque haya sectores del partido que siempre miran en otra dirección.
¿Qué le parece la gestión del gobierno de Patxi López?
Da la impresión de que están administrando un patrimonio, una herencia. Ha habido una defunción y aún no se han adjudicado los bienes, que los gestiona un administración. Creo que estamos ante un gobierno que va a gestionar más por impactos mediáticos, por hacer política gestual, que de hechos, y la prueba está, por ejemplo, en la retirada de carteles de militantes de ETA en algunas localidades, la irrupción de la Ertzaintza en las fiestas de algunas localidades. Tengo la impresión de que están en esa situación de que los graves problemas no son asunto suyo sino del gobierno de Madrid, y que ellos lo que tienen que hacer es transmitir adecuadamente lo que nos digan desde allí y diluir su gestión hasta donde sea posible. Están deslumbrados por los medios de comunicación. No hay ningún otro gobierno en la Europa Occidental que tenga un 95 por ciento de los medios de comunicación a su favor, y eso no es muy positivo para ningún gobierno. Me parece que estamos ante un agit prop gubernamental que, aunque en sentido contrario, es idéntica a la que hacíamos nosotros en HB cuando denunciábamos la tortura o deslegitimábamos del Estado. Veo los mismos mecanismos.
El Estatuto de Gernika cumple treinta años, ¿está superado?
Está superado en muchas cosas. Si queremos que sea la estación término, como quieren los constitucionalistas, que no lo es porque faltan 36 competencias por transferir, tenemos que tener un reconocimiento de que nuestras leyes, las disposiciones que nosotros adoptemos no sean susceptibles de revisión en vía jurisdiccional ordinaria ni en vía decisión política cuando se aleguen conceptos jurídicos indeterminados como el interés general de España. Tenemos que tener un ámbito de bilateralidad donde no haya dudas constantes, conflictos permanentes, interpretaciones, como la que le lleva al Gobierno central a decir que no es verdad que faltan 36 competencias por transferir porque algunas ya lo han sido de otra forma. Necesitamos un mecanismo de cierre de muestras relaciones con el Estado español y con Europa, que el Parlamento vasco presente un pliego de condiciones claras, plausible, entendible y aceptable por el Estado.
¿Sigue siendo independentista?
En este momento no veo la necesidad de constituir un Estado Nacional vasco. El objeto político no identificado de lo que pueda ser Euskadi en un futuro pasa por algo no muy diferente de lo que tuvimos los vascos antes de la abolición foral, hace 170 años: yo reconozco ser parte del estado español y el estado español reconoce mis derechos como comunidad política diferenciada, y no nos fue mal durante siete u ocho siglos. A partir de la abolición empezó el lío. Creo que tenemos que huir de los nominalismos, porque a veces el nombre acaba con el debate. Lo primero es buscar la fórmula, y después ya le pondremos el nombre.
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