domingo, 16 de mayo de 2010

La Fiesta de las renovables.

La hoguera de las renovables

@Carlos Hernanz - 16/05/2010

No había participado en la orgía del ladrillo, aunque la había visto pasar de cerca. Después de una dilatada carrera profesional como auditor de una de las cuatro grandes, donde terminó como socio, Antonio N. P. (nombre figurado) probó suerte como inversor en el mundo de la energía. Otro compañero de generación, responsable de una boutique de fusiones y adquisiciones, había propuesto a un grupo de amigos formar un fondo para invertir en un huerto solar. Él se encargaba de todo. Para los demás, era tirar a balón parado. Gente solvente, avalada por su trayectoria profesional, no iba a tener problemas para acceder al crédito necesario para financiar la inversión, que ascendía a un millón de euros en global. Producto llave en mano con rentabilidades garantizadas por la Administración de hasta el 15%.

¿Cómo no entrar en renovables? Eran pennies from heaven. Tarifa establecida por ley, primas garantizadas durante más de dos décadas, rentabilidades fijas… Los propios bancos –pillados en más de 15.000 millones- pagaban la fiesta y vendían la apuesta por los huertos solares como un plan de pensiones. Desde el Santander o el BBVA hasta la banca internacional, pasando por la más pequeña de las cajas; todos ayudaron a convertir esa inversión en un producto financiero para ricos. Tampoco se quedaron fuera las constructoras, que encontraban cómo desafiar a las eléctricas en su propio terreno. A la famosa triple A –ACS, Acciona y Abengoa- no le llega la camisa al cuello ante un cambio normativo. Un cuadro aderezado con el tufo de corruptela que aportaba que los gobiernos autonómicos tuvieran las licencias en sus manos.

Entre todos montaron un microcosmos de la España de la burbuja y las vacas gordas. Un teatro en que los menos querían forjar una industria y los más forrarse. No en vano el año pasado las primas, descontroladas, superaron los 6.000 millones de euros. Tanto dinero a repartir alentó el fraude en sus más variadas versiones. La más común en los inicios fue parcelar los terrenos y dejarlos por debajo de los 100 kilovatios para cobrar la prima por cada huerto. El anuncio de una reducción de las ayudas provocó en agosto de 2007 una auténtica estampida en busca de los papeles para amarrar la prima más generosa. ¿Conclusión? Trapicheos con las licencias, parques sin paneles, otros funcionando de forma anormalmente reducida… 3.500 megavatios se concedieron en un año ante la pasividad de Industria, muy por encima de cualquier encaje.

La mala imagen del sector se lo pone en bandeja a Sebastián, que en época de ajustes ve que tiene que poner su granito de arena para congraciarse con Moncloa. Antes, José Blanco, mejor estratega, ofreció al presidente del Gobierno la cabeza de los controladores aéreos, golpe mediático para paliar el desastre de las cuentas de Aena. Sebastián sabe lo que quiere Zapatero: no puede haber una subida de la luz el 1 de julio. Menos después del pensionazo y de que en esa fecha entre en vigor el recorte de los salarios a los funcionarios. El ministro de Industria vislumbra que el eslabón más débil son las renovables, que en apenas semanas pasan de ser una apuesta estrella del Ejecutivo a las culpables del déficit de tarifa de las eléctricas y de las subidas de precio de la luz.

De forma indirecta, Sebastián toma partido. Enfada a las constructoras, que se quejan del riesgo regulatorio y advierten de que hay un Plan de Infraestructuras que necesita financiación y certezas, pero contenta al lobby de las eléctricas. Éstas le han advertido en reuniones privadas de que el ritmo de crecimiento de las primas hace insostenible el sistema y, como dice en público Salvador Gabarró, obliga a subir la luz un 20%. Nada hay de naif en la posición del presidente de Gas Natural Fenosa. La catalana es la más perjudicada por un mix que da prioridad a las energías fluyentes –sol, viento, agua y nuclear- y relega al banquillo a sus excedentarios ciclos combinados. Se calla, eso sí, su mala planificación y los contratos take or pay que ya ha cerrado a un precio mucho más alto del que ahora marca el mercado.

Pocos dudan de que hay que minorar la factura renovable. Pero en una cosa tiene razón el ladrillo. ¿Era el momento de abrir el frente de la seguridad jurídica en España con la que está cayendo? Industria, en un laberinto, ha manejado diferentes soluciones. “Saben que tienen que tomar una decisión, pero al mismo tiempo son conscientes de que la más conveniente no es posible”, reconoce otro inversor en huertos solares. Esta situación, sin embargo, no es extraordinaria en la historia de la energía española. Situaciones similares ya afectaron a los productores de energía en tiempos pasados tras modificaciones legislativas, lo que dio lugar a bonificaciones compensatorias durante un periodo de prorroga pactado, como pudo ser el caso de los costes de la transición a la competencia (CTC) con las nucleares.

Ante el paso del calendario, Sebastián ha tenido que abrir la puerta de su ministerio para despachar, uno a uno, con los presidentes de las principales empresas involucradas y con las respectivas patronales. La decisión quema. Debe estar lista para la próxima revisión de la factura del 1 de julio. El ministro ha pedido a todas las partes que le ofrezcan propuestas para una solución consensuada. Ellos tienen que hacer las cuentas necesarias para que al final puedan salir los números que necesita el Gobierno. Si no es así, el titular de Industria tirará por la calle de en medio, es decir, que el cambio normativo sea de carácter retroactivo. La pasividad de los años anteriores se puede convertir ahora en un celo regulatorio capaz de generar incertidumbre jurídica sobre el Reino de España.

El simple hecho de que se haya barajado esta opción ha hecho que mucho dinero internacional que aún veía el sector de las renovables en España como una oportunidad de inversión única hayan cancelado o congelado todos sus proyectos. Y con ellos todos aquellos que participaron en la cadena del boom de las renovables. Bancos y cajas, constructoras e ingenierías, intermediarios e inversores finales, esos clientes preferentes del sistema financiero para los que se diseñó un producto a medida donde la rentabilidad podía calcularse con vistas a 25 años. Y con ellos, igualmente alarmados, toda la industria auxiliar que nació para dar cobertura y servicios al boom renovable. Algunos llegaron a consolidar un modelo empresarial con suficiente dimensión como para salir a bolsa, pero otros ven como pueden no estrenarse.

Vista la dimensión del problema, la solución solo aspira ya a ser la menos mala. El tiempo de hacer las cosas de manera correcta ya pasó, como también lo hizo para tantas otras decisiones del Gobierno durante los últimos años. Los más pragmáticos dan por bueno un periodo de transición y una indemnización a cobrar de manera troceada durante la próxima década a cambio de renunciar al tesoro prometido por la Administración. Ahora que Industria se dispone a cerrar el grifo de las renovables, Domingo respira aliviado. Reconocido asesor fiscal de algunas de las fortunas más importantes de la capital, él no sucumbió al encanto de los huertos solares, al contrario que alguno de sus clientes, que no quiso escuchar sus consejos. Entonces era demasiado tentador como para no ser renovable

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