sábado, 20 de junio de 2009

Escapadas con sentido.

Nápoles bien vale ....un viajecito, entre la bahía de Positano y Prócida, vendrán con los ojos como platos.

Prócida, una isla de cine

La más pequeña y desconocida de las islas del golfo de Nápoles es favorita de espíritus soñadores.

una isla de cine. Viviendas y barcos en el puerto deMarina Grande. - C. P.
Guía para el viajero
Carlos Pascual - Madrid - 20/06/2009
Desde luego, es un territorio muy particular. Su aspecto es fantástico, en sentido literal, un brote de fantasía, un delirio de rocas congeladas en perfiles exaltados, playas solitarias y azabaches, pendientes ríspidas y caminos salvajes. Los gestos apagados de antiguas furias volcánicas, las mismas que modelaron a las islas hermanas y mayores del golfo: Isquia y Capri. Pero Prócida les aventaja con creces precisamente por su pequeñez y su aislamiento, un clima casi de limbo gozoso, que reflejó muy bien una asidua visitante: Elsa Morante. La esposa de Alberto Moravia publicó en 1957 La isla de Arturo, novela intimista que fue llevada al cine y es una especie de summa escolástica de los paisajes y gentes de Prócida.
Pero, sobre todo, de su carácter. Es una isla muy pequeña, cuatro kilómetros cuadrados en los que viven apenas 11.000 isleños. Algunos se dedican al campo (hay vinos que ahora están adquiriendo nombre propio), otros cultivan huertos familiares; pero la mayoría vive del mar. De la pesca, no tantos; se consideran más afortunados los que encuentran oficio en las naves que transportan petróleo, mercancías o pasajeros. El turismo representa poca cosa, está empezando; no pasan de diez los hoteles, y los veraneantes que llegan son en su mayoría italianos, más unos pocos alemanes.
Esa atmósfera incierta de gentes que van y vienen, o que se van y no vuelven, está plasmada en la novela de la Morante, y aún puede percibirse en la Marina Grande, el puerto. Hay un trajín de barcos sólo comparable a la nerviosa glotonería de las gaviotas que los escoltan. Las mareas de pasajeros se hacen y deshacen sobre los muelles como olas; van o vienen de arreglar algún asunto burocrático en Nápoles, o de hacer compras, o de ver a un familiar. También se amontonan los turistas, después de navegar, o a punto de partir en una barca y recorrer las costas de la isla para descubrir las caletas y las quebradas más sugestivas.
La calle es un fugaz hervidero presidido por la torre de Ave Maris Stella, que fue una especie de montepío para las huérfanas cuyos padres se embarcaban rumbo a América, y nunca más volvían. Las casas de esta calle tienen todas un arco que refuerza su estructura, y una escalera exterior, porque el agua salta a veces la calzada y bate puertas y sótanos.
De esta rambla mayor de la isla suben calles empinadas que sirvieron de escenario en El talento de Mr. Ripley. Arriba del todo está el palacio borbónico, ahora semi abandonado, que sirvió de penal para presos de la Camorra (pero la mafia nunca metió mano a esta isla, ni a sus dos vecinas). Y junto a él, lo que llaman Terra Murata, una especie de acrópolis amurallada en su día (de ahí el nombre de murata) donde se refugiaban los isleños en caso de ataque por parte de los corsarios. El cofre más seguro era la vieja abadía de San Michele, que ahora se visita no sin cierto escalofrío: aparte de sus pinturas y su iglesia suntuosa, enseñan allí arriba unas catacumbas, donde exhiben féretros y despojos inquietantes.
La altivez de Terra Murata la convierte en mirador privilegiado. Desde allí se cierne el barrio pescador de Corricella, como un belén napolitano, similar a los que pueden contemplarse en la abadía. Las casas son de colores chillones, pintadas de rosa y amarillo, que bajan hasta el mar y se inclina al sol. Dicen que así los pescadores podían desde lejos reconocer la suya, y adelantar la alegría del regreso. Cualquiera que haya visto Il postino (El cartero y Pablo Neruda) reconocerá de inmediato el decorado inolvidable de aquel filme.
Allí sigue la taberna que los versos de Neruda inundaban de mágica luz: se llama ahora, precisamente, La Locanda del Postino. Se come bien, allí y en cualquiera de las terrazas que van robando espacio a los fardos y redes en delicioso desorden. Vale la pena visitar Prócida para probar los platos locales: las alcachofas cocidas enteras, la pizza rústica de achicorias, el conejo, la cabretilla y el casatiello apenas dulce, y naturalmente para comprar limones, que son el producto típico de la isla
En Corricella siempre hay pescadores ensimismados con el mar, tal vez rumiando, sin saberlo, los mismos pensamientos que Elsa Morante dedicaba a Prócida: "Quella che tu credevi un piccolo punto della terra, / fu tutto". (Lo que tú crees un pequeño punto de la tierra/ fue todo).
Guía para el viajero
CÓMO IR

Hay una docena de compañías de aliscafi y otras naves que salen desde el puerto de Nápoles (delante del castillo), casi continuamente, hacia la isla de Prócida. El trayecto dura en torno a media hora.

ALOJAMIENTO

Albergo La Vigna (39 081 8960469, vía Principessa Margherita, 46, www.albergolavigna. it), de lo mejor de la isla. Céntrico, con spa, viñas y vinos propios y selectos.

La Casa sulMare, con sólo diez habitaciones, es un antiguo palacio noble del siglo XVIII, cuidadosamente restaurado. Desde allí se llega fácilmente a la acrópolis de TerraMurata, centro cultural de la isla, y a la Marina de Sancio Cattolico.

COMER

Ristorante Maestrale (39 081 8101889,Marina Corricela, 29) junto al lugar donde se rodó la película El cartero y Pablo Neruda. En su salón se pueden degustar platos simples de pescado de calidad sublime. La Locanda del Postino está justo al lado, y es donde se rodaron interiores de la película. También es muy recomendable el restaurante del Albergo La Vigna.

Más información: www.isoledelgolfodinapoli. it, www.procida.net y Turismo de Italia: 91 5670670, Paseo de la Castellana, 149, Madrid.

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