Estudiantes y maestros celebran en una escuela en La Habana después de escuchar un discurso televisado a nivel nacional del presidente cubano Raúl Castro sobre la restauración de relaciones con EE.UU. Associated Press
Muchos cubanos estaban encantados el miércoles con las noticias de que Estados Unidos y Cuba se disponían a restablecer sus relaciones diplomáticas, con la esperanza de que pudiera darle un impulso económico a la empobrecida isla, pero conscientes de que un cambio más profundo podría demorar.
“Es muy interesante, el fin de estas relaciones bloqueadas, muy positivo”, dijo Yisel Clavero, dueña del hotel Casa Amada en La Habana. “Creo que será positivo para el turismo”.
El presidente estadounidense Barack Obama dijo, al anunciar la decisión, que era hora de dejar atrás una política que no había producido resultados durante más de cinco décadas. El presidente cubano Raúl Castro celebró la medida en su propio discurso al pueblo cubano, que fue seguido con mucho interés. El gobierno cubano también difundió parte del discurso de Obama, algo poco habitual en la isla comunista.
El pacto no pone fin al embargo comercial de EE.UU. a Cuba, que sólo puede ser levantado por el Congreso estadounidense. No obstante, se trata del acercamiento más significativo desde el inicio del embargo en 1960.
El acuerdo flexibilizará los viajes a Cuba para algunas categorías de estadounidenses que ya tienen permitido visitar la isla y aumenta la cantidad de residentes de EE.UU. que podrán enviar hasta US$2.000 cada tres meses a familiares en la isla, un aumento desde los US$500 permitidos actualmente.
“La ayuda financiera sería inmensa. Más dólares llegarían a la gente en las calles. De una u otra forma, económicamente esto ayudará a los cubanos, veremos dólares que fluyen al país”, sostuvo Elías Aseff Alonso, historiador y activista comunitario de La Habana.
Miriam Celaya, una periodista independiente y disidente, elogió el nuevo pacto como “una medida estratégica e inteligente”. Y agregó: “No es una derrota para la democracia ni una traición a los que luchan dentro de Cuba por el avance de la democracia”.
Otros se mostraron escépticos sobre el impulso económico que podrían producir los cambios, o en qué medida terminarán conduciendo a un cambio político en la isla.
Joisy García Martín, ex trabajador farmacéutico que tiene un sitio web sobre economía, también se mostró escéptico. “Hemos vivido una dictadura increíble durante años, y hubo tantas mentiras”, dijo. “No veo perspectivas de que la situación mejore para la gente a corto plazo”.
Cuba ha cambiado poco desde que la revolución de 1959 llevó a Fidel Castro al poder. La Habana es una belleza en ruinas. Mansiones dilapidas de estilo art deco y casas coloniales están divididas entre varias familias. Las calles están repletas de autos de los años 50 y modelos de la era soviética, que sirven de recordatorio de la alianza cercana de la isla con la difunta URSS.
El acceso a una Internet lenta es poco habitual y muchos cubanos dependes de fuentes de noticias estatales, como el periódico Granma.
Celaya, la periodista y disidente, dijo que Obama fue claro al señalar que EE.UU. seguirá presionando al gobierno cubano en asuntos como democracia, libertad de expresión y derechos humanos.
“Tenemos que ver si la oposición y la sociedad civil cubana consideran esto como una oportunidad de ganar más espacio y ser más creativos”, manifestó. “No podemos esperar que el gobierno de Estados Unidos. asuma nuestras responsabilidades. Debemos ser más creativos”.
—Sara Schaefer Muñoz y José de Córdoba contribuyeron a este artículo.