El pasado 19 de mayo, Leo Messi rubricaba su enésimo contrato con el FC Barcelona. Era la ecuación que resolvía la actual Junta directiva, con quien por cierto vive distanciado, tras situar a Neymar en el principal escalón económico del vestuario. Tras rectificar y recolocar al argentino en el primer puesto, se cerró el nuevo compromiso que alcanza hasta junio de 2018 con una cláusula que se mantiene en 250 millones de euros, cantidad prohibitiva para casi todas las entidades futbolísticas. En el ánimo del mejor jugador del mundo está abandonar el Barça, y así lo ha dejado caer en sus círculos más íntimos. Pero la realidad es bien distinta. La edad, 28 años al final de este curso -31 cuando finiquite lo firmado- es el primer hándicap que aparece para cualquier club que pretende amortizar el altísimo coste. Sin embargo, en los plazos que se ha marcado el argentino, si Bartomeu gana las elecciones en 2016 forzará decididamente su marcha.
Cesc Fábregas ha analizado recientemente el presente deportivo de su ex equipo. Desde Inglaterra, con la perspectiva que genera la distancia, sentenció en Radio Marca: "El actual Barça son Messi y diez más". Quizá no le falte razón, pero suena mal y desmerece al resto de la plantilla. Es verdad que la relación entre ambos creció durante el último curso, fraguada en una excelente relación familiar. Incluso, se apunta a la figura del centrocampista como enlace del rumor que situaba a Messi en el Chelsea. Lamentablemente para ambos, Mourinho apagó radicalmente el fuego. El entrenador y casi mánager de Stamford Bridge clausuraba cualquier opción de futuro para el ‘10’ en el sur de Londres. "Es imposible que el Chelsea pueda ficharlo. Debemos cumplir la norma del juego limpio financiero", aclaraba el luso. Y por aquí es por donde se fragmenta el anhelo de evasión de Leo. El 'fair play' financiero impuesto por Platini desde la plataforma de la UEFA es la soga que presiona el cuello de aquellos que despilfarran y que ahora se ven forzados a presentar las cuentas en Suiza.
Las palabras de Fábregas no condicionan a nadie. En el vestuario del FC Barcelona son conscientes de que Messi es el líder y quien arranca la fila que hace que todos los demás se sitúan tras su figura. La pleitesía que se asume con el crack es reconocida por todos, incluido Neymar o el recién llegado Luis Suárez. Sin embargo, el sentimiento en la caseta es bien diferente a lo expuesto por el jugador 'blue'. En el grupo se aclara que Leo es la principal estrella de la constelación que evoca un fútbol que asombró al universo y sembró huella para el futuro. Se explica desde dentro que todos suman siendo conscientes de que esa capitulación con el mejor es más que necesaria. Y Messi también lo sabe. El argentino se sabe el mejor y a fe que lo demuestra.

Messi mantiene una cruzada con la Hacienda Pública. Este es el verdadero talón de Aquiles del jugador y el centro de todas sus preocupaciones. Más allá de las serias diferencias que sostiene con la Junta directiva de Bartomeu, con quien no mantiene ninguna cercanía porque considera que 'entregaron' el club a Neymar y que a él apenas lo han ayudado, la imputación por fraude fiscal que se mantiene sobre su persona descorazona al chico. El jugador se sientedesamparado pese a abonar más de 50 millones de euros y no comprende los motivos que impulsan a la Justicia a mantener la causa por la vía penal y no dirigirla a la vía administrativa. Esta fuerte desazón es lo que indigna a la familia, que se siente abandonada y escasamente protegida por los actuales mandamases de la entidad. Por aquí es por donde no parece que el confort vuelva a Messi y a su padre, que tantas veces han agradecido el trato dado por el FC Barcelona en el pasado.
Las elecciones a la presidencia del club en la primavera de 2016 es la única preocupación del actual presidente, que accedió al cargo tras la dimisión deRosell. La obsesión de Bartomeu por mantenerse en el sillón elimina cualquier otro envite que afrontar. Con Messi bien blindado, la dirigencia es consciente de que es casi imposible que nadie se preste a soltar tan alta cantidad, pese a que el sudamericano ha solicitado ayuda a la marca deportiva de la que es imagen para tratar de compensar el brutal desembolso. En este momento, sólo el Manchester United, que unió sus lazos para el próximo decenio (2015-25) con Adidas, se puede plantear una operación demasiado costosa pero financiada a dos partes. Otros como el Real Madrid renunciaron al propósito y clubes con capital árabe como Manchester City o París Saint Germain -cuando se produzca la salida de Ibrahimovic- se sitúan a la expectativa. En todo caso, la hipotética victoria de Bartomeu en las elecciones atenaza el porvenir de Leo, que sigue situándose en el mercado y advirtiendo que si el proceso de Hacienda lo termina ahogando, apretará a quien sea necesario para abandonar el Barça.  Entretanto, Bartomeu sigue a lo suyo y es ajeno al sentimiento del argentino. A él solo le preocupa la pelea por ganar las elecciones.