Susana Díaz se vistió de intenso rojo y se lanzó a su entrevista con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la segunda desde que accedió a la presidencia de Andalucía. Fue imposible sustraerse al momento político. En la agenda oficial las reivindicaciones de la comunidad andaluza ante el próximoplan Juncker, la reforma del modelo de financiación o la reclamación de que se relaje el déficit para las comunidades autónomas. En el discurso real los “líos internos” del PSOE, su apoyo o no a Pedro Sánchez, el desafío soberanista de Cataluña o Podemos coparon su intervención ante los medios.
Sus palabras más repetidas: “España” o “mi país”. La dirigente socialista se mostró mucho más cómoda en su comparecencia de prensa en La Moncloa cultivando su perfil de mujer de Estado que lo que estuvo hace una semana en el Palacio de San Telmo, sede del Gobierno andaluz, donde se resistió mucho más de salirse del guion y hablar sobre su supuesta rivalidad con Sánchez o sobre otros temas de actualidad alegando que hablaba como presidenta de la Junta. En Madrid su verbo es mucho más fluido que en Sevilla.
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Fue a La Moncloa a reivindicar proyectos andaluces pero, aunque en su equipo lo achaquen a los periodistas y al “desinterés” por Andalucía de Despeñaperros hacia arriba, lo cierto es que la entrevista con Rajoy sirvió para reforzar, una vez más, su discurso como líder nacional y no como presidenta andaluza. Aprovechó su intervención inicial para glosar los compromisos que había arrancado al presidente del Gobierno para su comunidad. Defendió un compromiso compartido por infraestructuras eternamente prometidas como el corredor ferroviario de Algeciras-Bobadilla y el de la Costa del Sol Occidental (Fuengirola-Marbella en una primera fase) o el rescate de la autopista de peaje AP-4 a Cádiz.
Logró el aplazamiento de los 426 millones de euros que la comunidad debe liquidar al Estado por los fondos de convergencia. Y aseguró, cada vez que pudo, una postura de “lealtad sincera” hacia el presidente del Gobierno. A partir de ahí se movió como pez en el agua hablando de la Casa Real y del hecho de que la Infanta Cristina se vaya a sentar en el banquillo, elevó la voz sobre la necesidad de un proyecto político a largo plazo para Cataluña y se enquistó en la defensa de un PSOE “fuerte y unido que gane las próximas elecciones municipales” o en las advertencias sobre los peligros de Podemos.
Discurso ‘de Estado’
La dirigente andaluza desembarcó justo cuando el PP y Rajoy han emprendido una ofensiva contra Pedro Sánchez, a quien denosta como líder de la oposición, recordándole que con Alfredo Pérez Rubalcaba su partido estaba “mejor” y el Gobierno sí tenía un interlocutor para temas de Estado. Precisamente en ese papel de mujer de Estado, que preserva la unidad de España y la igualdad de todos los ciudadanos del país, es en el que la socialista se movió más cómoda.
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La única pregunta que logró que asomara su irritación fue precisamente la que versó sobre si había recibido y recogido quejas del presidente sobre Sánchez. “No hemos hablado, evidentemente, del líder de mi partido”, zanjó por dos veces. Sería una deslealtad incomprensible en el PSOE que acudiera a La Moncloa a dar munición a Rajoy contra su secretario general, advierten los suyos, aunque la foto y las preguntas estuvieron ahí y sus respuestas también.
Susana Díaz fue una de las pocas socialistas a las que Rubalcaba confió el secreto de la abddicación del Rey Juan Carlos. Lo hizo para ganar tiempo cuando, tras el fracaso de las europeas, el partido comenzó a prepararle su salida. Tampoco oculta que tiene una buen relación con Felipe VI y se muestra firme en apoyar al Gobierno en el cumplimiento de la ley en Cataluña, lo hizo ayer de nuevo cuando se le preguntó sobre las querellas contra Mas y otros miembros de su Gobierno por desobediencia.
Ella se ha encargado de tener hilo directo con los grandes empresarios del país del Ibex 35. Si se trata de medir su vocación por sus discursos, sería fácilmente demostrable que aspira a tener voz en España muy por encima de lo que le correspondería. En su equipo no lo ven así. Creen que estar al frente de una comunidad de “casi nueve millones de habitantes” la legitima de sobra para entrar en todos estos debates. Es cierto que le preguntan y ella contesta encantada.
Sin candidato en las primarias
Sobre Pedro Sánchez de nuevo jugó a la duda. Dejó claro que no va a apoyar a ningún aspirante a las primarias del PSOE para resolver quien será candidato en las generales. Alegó que tampoco lo hizo antes de verano en la disputa por la secretaría general. Es cierto, se cuidó de pronunciarse públicamente pero es una ridiculez negar que fue ella la que puso en marcha al aparato socialista andaluz para derribar a Madina y entregarle el poder a Sánchez.
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“No voy a contribuir al ruido”, “no voy a entrar en líos internos de mi partido porque lo que me preocupa es España, mi país”, repitió. Nada de “distracciones” y a trabajar por “resolver los problemas reales de los ciudadanos” y ganar las próximas elecciones de mayo, fueron sus consignas. Dio su respaldo a Sánchez: “Mi secretario general”, con posesivo. Pero por mucho que lo repita como un mantra sabe perfectamente que siempre deja una puerta abierta para su salto a Madrid y que ninguna de estas versiones de su discurso acallarán las tensiones internas. Quizás ya no pueda parar la bola de nieve o lo mismo no le interesa. “Discreparé como presidenta de Andalucía, es mi responsabilidad y mi obligación”, volvió a reiterar.
Y otra puntilla. Esta vez sobre Podemos. Un día después de que muchos españoles oyeran a Pedro Sánchez en La Sexta abrir la puerta a pactos con cualquier fuerza política, a ésta, ella desarrolló discurso propio sin ataques directos pero sí con un poso de desdén muy calculado. Saludó que Iglesias le ‘copiara’ en Cataluña, así lo dio a entender, la idea de “no levantar muros” pero enfatizó la “desconfianza” que le genera por su “ambigüedad, por hablar de manera tangencial de los problemas y no mojarse en nada”. Criticó la estrategia de no presentarse a las municipales (“Quien no puede comprometerse con su pueblo no se comprometerá con España”) y su oferta de “recetas fáciles para problemas difíciles”.
Que deje pasar el tren de la política nacional o se suba en él, que contribuya o no a líos internos que existen y en los que el PSOE andaluz ha colaborado directamente, que esté o no en “distracciones” se podrá discutir. Ahora, que Susana Díaz aprovechó la foto con Rajoy para desplegar una vez más su perfil y su discurso político nacional como si fuera más una candidata a inquilina de La Moncloa que una presidenta de la Junta de Andalucía es un hecho. Ahí están sus palabras y sus opiniones. De todo o casi todo