Se supone que el oro es un refugio en medio de tiempos difíciles y depreciación de divisas. Entonces, ¿por qué, pese a la cesación de pagos de Grecia, la caída del euro frente al dólar y los tropiezos del mercado de valores de China, el oro ha permanecido allí, como una piedra decorativa?
En una semana en la que se ha transado a un mínimo de cinco años —el lunes, el contrato para entrega en agosto llegó a US$1.106 la onza troy en Nueva York —, el metal amarillo ha caído más de 40% desde que alcanzó un máximo de casi US$1.900 en agosto de 2011. Desde junio de 2014, los inversionistas han retirado más de US$3.000 millones de los fondos que invierten en metales preciosos, según datos de Morningstar, una firma de investigación financiera. Los activos totales en fondos de metales preciosos se han encogido 20% en 12 meses.
“Muchos de los inversionistas se han desilusionado con el oro”, dice Suki Cooper, directora de investigación de metales de Barclays BCS +0.84% en Nueva York. “La demanda de activos de refugio no ha sido lo suficientemente fuerte como para levantar los precios, pero ha sido lo suficientemente fuerte como para evitar que se caigan”.
Muchas personas pueden haber comprado oro por las razones equivocadas: por su reluciente retorno anual de 18,7% en promedio entre 2002 y 2011, o debido a sus supuestas propiedades mágicas de lucha contra la inflación, o porque se supone que debe brillar en los días más oscuros. Pero el oro tiene escasos rendimientos a largo plazo, no es una panacea contra la inflación, y tiene buen desempeño frente a crisis inesperadas, pero no frente a problemas de larga maduración como lo es la situación griega. Y es más probable que usted pueda embotellar un rayo antes de determinar el verdadero valor del oro.
Con novatos inversionistas en oro que están recién empezando a entender todo esto, el precio se ha visto empañado. Es hora de llamar a la tenencia de oro lo que realmente es: un acto de fe. Tal y como la definió la Epístola a los Hebreos: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Compre oro si usted siente que debe, pero admita honestamente que depende de la esperanza y la imaginación.
Los amantes del oro, la gente que cree en la posesión del metal amarillo a cualquier costo, a menudo se asemejan a los sujetos de un experimento de laboratorio sobre psicología de la disonancia cognitiva.
Si usted está en las garras de una disonancia cognitiva, cualquier cosa que pueda considerarse prueba de que usted esté equivocado se convierte en evidencia de que usted debe tener razón. Si, por ejemplo, la impresión masiva de dinero de los bancos centrales no ha disparado una inflación apocalíptica, eso no significa que no lo hará. Significa que es más probable que nunca que suceda, algún día.
Usted no querrá ser una de estas personas que se pasan años diciéndole a la realidad que está equivocada. Hay argumentos a favor de tener oro, pero son expresados en susurros, no a los gritos como el cataclismo anunciado habitualmente por los fanáticos del metal amarillo.
Debido a que el oro, a diferencia de las acciones, los bonos, los bienes raíces y otros activos financieros, no genera ingreso alguno, valorarlo es prácticamente imposible. “Intrínsecamente carece de valor (...) no tiene precio”, dice Paul Brodsky, un ex gerente de fondos de cobertura que ahora es estratega en Macro Allocation, una firma de inversión, investigación y consultoría de Nueva York. “Se puede construir un modelo financiero para valorarlo, pero cada factor será producto de la imaginación”.
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El oro es dos cosas a las que no es fácil ponerles precio: una materia prima y una moneda.
En primer lugar, el commodity: a los precios recientes, las compañías mineras pierden dinero en más de una octava parte del oro que extraen, dice Cooper de Barclays. Eso podría conducir a una disminución de la oferta. Y si la demanda, incluso de quienes no lo compran como inversión en China o India, resurgiera en forma inesperada, puede que no haya suficiente oro para todos.
William Rhind, presidente ejecutivo de World Gold Trust Services, patrocinador de SPDR Gold Shares, un fondo que cotiza en bolsa con activos por US$26.000 millones, también prevé lo que él llama “un cambio continuo de la demanda desde Occidente hacia Oriente, y de los inversionistas a los consumidores”.
Esos factores, dice Cooper, sugieren que es poco probable que el oro se hunda mucho más y hasta podría subir un poco. ¿Cuándo? ¿Cuánto? Quién sabe.
Como moneda, el oro tiene un valor latente e indeterminado, dice Brodsky. Si el mundo se va al infierno financiero, usted no podrá usar sus lingotes de oro para pagar comida enlatada en el supermercado. Pero sí podrá pagar con dólares que estuvieran nuevamente respaldados con oro, como lo estaban en 1971.
El metal es “engorroso y arcaico y bárbaro”, dice Brodsky, “pero sigue siendo un depósito de valor, y podría volver a ser la base del dinero, como un respaldo real de la moneda”. Basar el valor del dinero en algo escaso, más que en el derecho irrestricto de usar una imprenta, permitiría a los bancos centrales fortalecer las monedas, dice. También crearía una nueva fuente importante de demanda de oro, si es que eso ocurre alguna vez.
El oro es visto a menudo como una cobertura contra la inflación, y ha superado los aumentos en el costo de vida, pero no en forma tan robusta como otras alternativas. Desde 1975, al comienzo del período en el que la tenencia privada de oro volvió a ser legal en Estados Unidos, el metal ha generado un retorno promedio de 0,8% anual, descontada la inflación, frente a 5% de los bonos, 8,3% de las acciones y hasta 1,1% del dinero en efectivo, según Christophe Spaenjers, profesor de finanzas de la escuela de negocios HEC de París. “Los movimientos de los precios del oro pueden ser difíciles de racionalizar, incluso con el beneficio de una retrospectiva considerable”, dice. Entonces, si la compra de oro es un acto de fe, ¿cuánto dinero debe uno poner en riesgo?
Laurens Swinkels, investigador senior de Norges Bank Investment Management de Oslo, calcula que el valor total de mercado de los activos financieros del mundo a finales de 2014 era de aproximadamente US$102,7 billones. El Consejo Mundial del Oro estima que el total de dicho metal en poder de los inversionistas era US$1,4 billones a finales de 2014.
Por lo tanto, si usted le asigna la misma proporción a su tenencia de oro, debería destinarle 1,3% de su cartera de inversiones. Cualquier cosa muy por encima de eso sería más que un acto de fe; sería un salto en la oscuridad.
Ni siquiera el brillo del oro puede cambiar eso.