Nada ha sido igual desde su llegada. Como en Hogwarts, la escuela de magia en la que todo era tradición, en el Banco Central Europeo (BCE) imperaba el orden, mandaba la ortodoxia, solo alterada por reducidas dosis de experimentos monetarios. Hasta que Mario Draghi llegó a la presidencia en noviembre de 2011. Porque nada ha sido igual desde entonces, como tampoco lo fue en Hogwarts tras la llegada de Harry Potter. El banquero italiano se ha convertido en una suerte de mago que, a golpe de truco, ha modificado hasta el extremo la fisonomía del BCE. La entidad es más flexible, más proactiva y está más abierta a las aventuras de lo que jamás ha estado desde que tomó las riendas de la política monetaria en la Eurozona en 1999. 
Su actuación estrella tuvo lugar en 2012. Todos hablan de ello todavía. Primero, y para captar la atención del auditorio de los mercados, se comprometió a "hacer lo que sea necesario" para salvar al euro. Y luego se sacó de la manga un programa de compras de deuda -OMT- que nunca ha utilizado, pero cuyos efectos, que aún perduran, resultaron fundamentales para contener la crisis de la deuda periférica y proteger la viabilidad del euro
Pero ningún mago vive de una sola función. Y ahora Draghi Potter se ve exigido de nuevo. Esta vez, el desafío es distinto. Se enfrenta a un enemigo del que ni siquiera habla. Es el que no debe ser nombradoel innombrable. Ladeflación, un auténtico Lord Voldemort en versión económica. Del mismo modo que Harry Potter no pronunciaba su nombre en la ficción, Draghi tampoco lo hace en la vida real. ¿Un ejemplo? En un discurso pronunciado el 21 de noviembre, el presidente del BCE enunció 35 veces la palabra inflación; y ninguna la palabra deflación. Lo curioso es que toda su intervención giraba en torno a la necesidad de adoptar las medidas que sean precisas para crear inflación y limitar el riesgo de que la innombrable -la deflación- arraigue en la Eurozona como lo ha hecho en Japón desde hace más de una década. 
¿Por qué no la pronuncia? ¿Por superstición? No. Si no lo hace es porque teme que, como si de un maleficio se tratara, degenere en una profecía autocumplida. Es decir, que solo con mencionarla se alimente a sí misma y aparezca de verdad en la región. 
¿Y por qué le asusta tanto la deflación? Porque, como Lord Voldemort, puede imponer un reino de tinieblas. Desincentiva la inversión, el empleo y el consumo e incrementa la carga real de las deudas, con lo que, en caso de asentarse de verdad en la Eurozona, agravaría los efectos de la crisis y retrasaría -aún más- la recuperación. Por el momento, lo cierto es que la inflación lleva un año por debajo del 1% en la Eurozona y en noviembre, según el dato adelantado, descendió al 0,3%, con lo que temores continúan vigentes. 

UNA 'MAGIA' ASIMÉTRICA

Consciente de esta amenaza, Draghi está dispuesto a explorar al máximo los confines de política monetaria de la Eurozona. Ya ha bajado los tipos de interés al 0,05%, ya ha puesto en marcha un programa especial de financiación bancaria a largo plazo (TLTRO) y ya ha lanzado varias iniciativas para comprar deuda financiera (cédulas y titulizaciones) en el mercado. Todo ello, con la intención de fabricar dinero. ¿Cuánto? La "expectativa" es que ese arsenal sirva para devolver el balance del BCE desde los 2 billones actuales hacia los 3 billones -o cerca- a los que llegó a engordar a comienzos de 2012. 
Draghi ya está trabajando en el más difícil todavía. En la pócima secreta del BCE para luchar contra la innombrable. Esa pócima responde a las siglas QE
Pero también es consciente de otra cosa: de que con estos trucos puede que no le alcance. Por eso ya está trabajando en el más difícil todavía. En la pócima secreta del BCE para luchar contrala innombrable. Esa pócima responde a las siglasQE, correspondientes al término inglésquantitative easing. Consiste en expandir la cantidad de dinero en circulación mediante la compra de activos en el mercado.
Ya lo está haciendo parcialmente con la adquisición de esas cédulas y esas titulizaciones, pero la pócima completa pasa por sumar a esas compras el ingrediente secreto: la deuda pública. Draghi se mira en el espejo deEstados Unidos y Reino Unido, que no han dudado en aplicar diversos paquetes de QE durante la crisis, para mostrarse decidido a hacerlo. Todo con tal de que la que no debe ser nombrada no asome su figura en la región.
El problemas es que Draghi es consciente de otra cosa más: del poder asimétrico de su magia. El presidente del BCE sabe que un banco central tiene completas garantías de éxito cuando se trata de enfriar una economía y frenar la inflación, porque el impacto de una subida de los tipos es inmediata; incrementa el coste de las deudas, encarece el crédito y de ese modo retira dinero de la economía. Con menos dinero habrá menos consumo y la inflación se calmará. Todo rápido y directo, sin más matices que el grado de intensidad dispuesto a aplicar en esas subidas. 
Draghi es consciente de los males que puede provocar la deflación y de que aún le quedan trucos en su varita mágica; pero también es consciente del poder asimétrico de su magia
Sin embargo, no ocurre lo mismo a la inversa: bajando los tipos de interés e incluso creando dinero mediante la compra de deuda en el mercado no tiene asegurado el éxito. ¿Por qué?Primero, porque no tiene garantías de que el dinero nuevo se filtre a la economía real y se traduzca en más crédito que genere a su vez más inversión empresarial, más empleo y más consumo. Y segundo, porque aunque llegue a la economía real, en última instancia una empresa, una familia o una persona solo dedicaran ese dinero a inversión y consumo si quieren hacerlo; es decir, son ellos, y no Draghi, quienes conservan la potestad de decidir qué hacer con ese dinero. 

EL 'DRACO MALFOY' ALEMÁN LE VIGILA DE CERCA...

Esta asimetría y el hecho de que el BCE no tenga certeza absoluta acerca del éxito de esa medida alimentan el debate. Draghi, desde luego, está preparado para adentrar a la entidad en lo desconocido. Y teniendo en cuenta la experiencia japonesa, en la que una reacción tardía y tímida sembró la semilla de la deflación, parece decidido a dar el paso cuanto antes y en la cuantía que sea precisa. 
Sin embargo, su posición no es la única. En el seno del Consejo de Gobierno del BCE hay opiniones diferentes. En especial, la del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. Del mismo modo que Draco Malfoy defendía la pureza de la sangre de los magos, Weidmann, como mandamás del banco central alemán, es el defensor de la ortodoxia monetaria en la entidad. 
De visita en Madrid los días 24 y 25 de noviembre, Weidmann ha dejado muy clara su postura al asegurar que detecta "una obsesión" por el QE. Y subrayó que, precisamente, "comprar deuda no sube el Producto Interior Bruto (PIB)"... por arte de magia. La magia en la que él cree proviene de las reformas estructurales que incrementen la competitividad de las empresas y la productividad de los trabajadores. 
Y va más allá. Parapetado en el Tratado de la Unión Europea, que prohíbe al BCE financiar directamente a los países, Weidmann sabe que Draghi está ya bordeando los límites legales de la entidad, que debe centrarse exclusivamente en la política monetaria y olvidarse de la fiscal, que se escapa a su mandato y está fuera de su jurisdicción. 
A su paso por Madrid, Weidmann ha dejado la sensación de que mucho tiene que cambiar la situación para que respalde un QE completo; una cosa es su apoyo unánime a más medidas y otra muy distinta que eso sea un cheque en blanco
Vamos, que pese a que Draghi vio reforzada su autoridad como presidente del BCE en la reunión de noviembre, Weidmann ha dejado claro a su paso por Madrid que mucho tendrá que cambiar la situación para que él acepte la pócima secreta de un QE en la Eurozona. Que una cosa es sumarse al apoyo "unánime" de adoptar más medidas para defender la estabilidad de los precios y reactivar la economía, y otra muy distinta que eso se traduzca en un cheque en blanco que quebrante la pureza de la institución. Y menos con prisas; antes de ir más allá, el Draco Malfoy del BCE pedirá tiempo para ver el impacto de las últimas medias expansivas de la entidad. 
El banquero italiano no es ajeno a la posición de Weidmann ni a a esos límites legales. De hecho, sabe que ya los está pisando. Por eso todo indica que en la última reunión de política monetaria de 2014, que tendrá lugar el jueves 4 de diciembre, no lanzará ya un QE completo. Eso sí, tras calentar el ambiente en las últimas semanas, el mercado espera que, al menos, adopte un paso intermedio e incorpore a su arsenal de medidas la compra de deuda corporativa.
Porque una cosa está clara. Draghi Potter trabaja en su próximo truco. Del mismo modo que la cicatriz que Harry Potter lucía en la ficción le alertaba de las emociones de Lord Voldemort, algo le dice que la innombrable, ese enemigo que no quiere pronunciar, acecha de verdad. Lo presiente. Y teme actuar demasiado tarde.