A la chita....y no tan chita, Rusia con muchos problemas sociales, se convierte en un monstruo.
Rusia moderna, Europa posmoderna
Rusia ve a Europa como un socio comercial, no como un espacio de integración.
Antonio R. Rubio Plo
Un año después de la llegada a Medvédev a la presidencia rusa se han desvanecido progresivamente las expectativas iniciales de una mayor profundización en las relaciones entre la UE y Rusia. En apariencia, se podría atribuir al conflicto de Georgia del verano pasado, pero Europa dio por cerrada la cuestión tras una breve suspensión de negociaciones. El problema no sólo radica en los rusos, sino también en los europeos. La UE nunca reconocerá públicamente que su concepción de la seguridad en el continente europeo, derivada de la ampliación y de la extensión de los regímenes democráticos y del libre comercio, está pasando por horas bajas. Puede atribuir sus carencias en política exterior y de seguridad a la falta de ratificación del tratado de Lisboa, si bien el armazón institucional nunca podrá sustituir a la escasez de ideas.
"No es extraño que los rusos prefieran en la práctica las relaciones bilaterales con Alemania, Francia, Italia o España" La Europa posmoderna tendría que preguntarse por qué de unos años a esta parte Rusia la contempla como un destacado socio comercial, sobre todo en el ámbito de la energía, pero no la ve como un espacio de integración, al menos económica, por mucho que hayan aumentado los intercambios comerciales y los desplazamientos de los ciudadanos rusos. En realidad, Moscú parece estar apostando por una deliberada soledad estratégica. No era muy distinta la percepción del zar Alejandro II al considerar a sus fuerzas navales como los únicos amigos de su imperio. Sin embargo, algunos líderes europeos quieren creer que Rusia es una “democracia imperfecta”, un país que vive una transición perpetua y al que hay que tratar con pragmatismo. Pero el sistema político ruso, que se autocalifica de “democracia soberana”, no se considera en situación de provisionalidad. Antes bien, se siente orgulloso de recuperar el estatus de gran potencia política-militar, pese a las carencias demográficas y económicas. No obstante, su talón de Aquiles radica en no ser una potencia global, aunque sí lo sea regional. Quizás la geografía, o mejor dicho la geopolítica, no cuente en la Europa posmoderna, pero es inseparable de la concepción rusa de la seguridad. La mentalidad de Rusia es moderna y, por tanto, no está incapacitada para percibir las posibles contradicciones del otro, que a veces no son evidentes a quienes sólo contemplan el mundo desde el prisma de las buenas intenciones. Moscú ve el contraste de una Europa que predica los valores democráticos mas los pone en sordina al abordar los temas económicos. ¿No podría calificarse esto de realismo utópico?
No es extraño que los rusos prefieran en la práctica las relaciones bilaterales con Alemania, Francia o España. Son más tangibles que las que tengan con Bruselas. ¿Podemos esperar que esto cambie cuando exista un presidente de la UE?
Antonio R. Rubio Plo es analista internacional.
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