domingo, 26 de septiembre de 2010

El Mundo de otra manera....

Tzvetan Todorov: "Atacar Irak e Afganistán fueron acciones mesiánicas"


El pensador francés denuncia la conversión de las democracias en utopismos de nuevo cuño en su ensayo La experiencia totalitaria

Alberto OJEDA | Publicado el 22/09/2010

Tzvetan Todorov viene alertando en sus últimos libros de una degenaración preocupante: la que lleva a las democracias occidentales a comportarse como regímenes comunistas o fascistas, según el caso. El paralelismo, de entrada, parece descabellado, pero en el ensayo que ha presentado este miércoles en Madrid, La experiencia totalitaria (Galaxia Gutenberg), llama la atención sobre una serie de hechos que lo justifican. La invasión de países como Irak o Afganistán para extender la libertad, el dominio que ejercen las instancias económicas sobre las acciones públicas de los Estados o la reciente expulsión de los gitanos de Francia son algunos ejemplos que pone sobre la mesa.

Pregunta.- ¿Cuáles son los síntomas que le llevan a equiparar nuestras democracias con utopismos tan nocivos como el comunismo o el fascismo?
Respuesta.- Son más que síntomas: son manifestaciones directas, como la asunción unilateral del derecho de injerencia en otros Estados, que ha justificado la intervención bélica de nuestras democracias en países como Irak o Afganistán. Ahora si la libertad es atacada en otro país está legitimado atacarlo, esgrimiendo para ello una serie de valores e ideales. Por tanto, no puede hablarse de síntomas sino directamente de guerras.

P.- ¿No es un exceso esta equiparación? Aun reconociendo estos abusos, las distancias entre los regímenes totalitarios del pasado y las democracias del presente son enormes, ¿no?
R.- Sí, por supuesto, las diferencias son infinitas. Lo que sucede es que la democracia, por sí misma, no determina las relaciones exteriores de un país determinado. Por ejemplo, Italia, Austria Hungría y Alemania eran democracias en 1914 y aun así desataron entre ellas una de las guerras más salvajes de la historia de la humanidad. También ocurrió un poco después con Francia y Reino Unido, cuando protagonizaron diversas guerras coloniales, repartiéndose para sí continentes enteros. No hay contradición entre ser una democracia a efectos internos y un régimen imperialista en el exterior. No digo que las guerras de hoy sean coloniales, pero están inspiradas en el deseo expandir los derechos humanos. Por eso creo que atacar Afganistán e Irak fueron acciónes mesiánicas.

P.- ¿Y la expulsión de los gitanos en Francia es otra "manifestación directa"?
R.- Sin duda. Va contra ciudadadanos de la Unión Europea. Molestan por sus constumbres diversas: por no llevar corbata, por no vivir en las ciudades, por no escolarizar a sus hijos. Son un chivo expiatorio pefecto para enmascarar los desjustes verdaderamente importantes. Es absurdo pensar que los problemas de Francia se deben a ellos. Además, al día siguiente de ser expulsados pueden entrar sin dificultad en territorio francés.

P.- Pregunta clásica: ¿Qué responsabilidad debemos asignarle a Marx por las masacres del gulag?
R.- Marx era un pensador que realizó un análisis de la sociedad y de la economía en el que no se encuentra nada especialmente escandaloso. Pero en el programa de acción del comunismo, formulado en el Manifiesto del partido comunista, está el germen de la violencia porque se dice que para llevarlo a cabo hay que eliminar un parte de la sociedad. No dice que hay que fusilarla pero sí que debe desaparecer. Fue a partir de Lenin cuando se interpretó en este último sentido tan extremo. Marx es sí responsable porque su doctrina no permite el pluralismo de ideas ni la disidencia. Pero él nunca imaginó que fuera necesario que murieran millones de personas para hacer realidad sus ideales. Así que se puede decir que tiene cierta responsabilidad, pero nunca directa. Decir esto último sería ridículo.

P.- ¿En qué medida los países comunistas del este de Europa se han librado de las inercias nacidas con el totalitarismo?
R.- El Antiguo Régimen comunista ha dejado muchas secuelas. Durante el totalitarismo había en ellos un distancia abismal entre los discursos políticos y la realidad. Los dirigentes predicaban valores edificantes como la libertad, la igualdad, la paz..., pero en realidad practicaban el egoísmo, el arribismo, la violencia... Eran profundamente cínicos y precisamente por eso se han adaptado tan bien al capitalismo salvaje que ha sucedido al comunismo en estos países. Ellos eran los que tenían los contactos y el dinero para comprar las empresas estatales al término de las dictaduras y siguen haciendo lo mismo que hacían antes: preocuparse únicamente por sus intereses.

P.- Reflexiona en su libro sobre el constante afán de los gobernantes por imitar a los artistas y viceversa. ¿Sigue hoy presente esa tendencia?
R.- Sucedió sobre todo con las vanguardias a principios del siglo XX. Los artistas que las protagonizaron no se conformaban con modificar el arte: también querían cambiar el mundo. Y los dictadores de esa época se inspiraban en la pretensión de estas vanguardias de hacer tabla rasa del pasado para construir al hombre nuevo. No veo que ahora Merkel, Sarkozy o Berlusconi pretendan construir un hombre nuevo. En algunos detalles puede recordarnos a aquellos dictadores, pero ya no temo que hagan de nuestras vidas el objeto de su arte y quieran modelarlas como si fueran arcilla.

P.- Habla de la memoria como el remedio contra el mal. Pero también alerta sobre su potencial para avivar el resentimiento. ¿Cómo debemos usarla entonces?
R.- Es importante tener en cuenta que la memoria no es buena por sí misma. Hay usos positivos pero también abusos. La memoria se emplea en muchas ocasiones para recordar que hemos sido víctimas de vejaciones y humillaciones, para así justificar la posibilidad de infligir un daño a otros. Ocurrió en Francia. Tras se humillada en la II Guerra Mundial, sus autoridades se conjuraron que no ocurriera de nuevo. Esta actitud dio pie a las guerras de Argelia e Indochina. Por esto la memoria es sobre todo positiva cuando nos recuerda las veces que nosotros mismos obramos mal o jugamos el papel negativo. Así sí que pueder servir para evitar que nos equivoquemos de nuevo.

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