sábado, 28 de junio de 2014

Eslabones....

El eslabón más débil
En este artículo Bill Bonner nos demuestra cómo en esta crisis los grandes beneficiados están siendo los ricos y los grandes perjudicados no están siendo los pobres, sino todos los demás, la clase media incluida, gracias a la emisión descontrolada de dinero.
Mientras las bolsas muestran tímidos retrocesos, el oro continúa con subidas hasta recuperar el nivel donde empezó la última caída. Y mientras tanto seguimos buscando al eslabón más débil de la cadena.
 
Una cadena de engaños, estafas y robos ha corrompido a la economía de los Estados Unidos. De arriba abajo, cada decisión financiera ha sido manipulada hacia una dirección o hacia otra. Desde los préstamos universitarios e hipotecarios hasta la emisión de bonos corporativos y las recompras de acciones de las empresas. El dinero generado de la nada nos conduce a unos precios de los activos más altos.
 
En la parte baja de la cadena esto no tiene buen aspecto. Según el Wall Street Journal, los estudiantes norteamericanos que se gradúen este año estarán ahogados en una deuda media de 33.000 dólares. En el mejor de los casos tardarán más de una década en devolver los préstamos.
 
Los compradores de casas tampoco se están beneficiando del boom del dinero barato. Los grandes fondos de inversión, con acceso a miles de millones de dólares a tipos de interés ultra bajos, han entrado en el mercado inmobiliario estadounidense inflando los precios de la vivienda. El comprador medio termina pagando un precio más alto como resultado, y se encuentra también atrapado por la hipoteca hasta casi el final de sus días.
 
La familia media americana también se encuentra con gran problema. Por un lado los precios reales suben y por el otro los salarios reales se reducen. Todo esto, sumado al mayor endeudamiento familiar, pone a las familias en una posición más difícil que nunca.
 
Pero en los eslabones más elevados la gente está encantada. La Reserva Federal, en una feliz conveniencia con los bancos, crea dinero nuevo. Las grandes compañías lo utilizan para recomprar acciones, los bancos centrales también compran acciones. ¿Qué más pueden hacer con todo el dinero que crean? Además, comprar acciones parece que satisface a todo la gente que de verdad importa. Los inversores están contentos, los economistas están contentos y los políticos están contentos.
 
Después de todo un mercado bursátil al alza significa que la economía está mejorando, ¿no?
 
Mientras tanto, las entidades financieras terminan poseyendo más negocios reales, más empresas reales, más casas reales y más producción real de la economía. Las firmas de Wall Street poseen más casas y más acciones; todo comprado con un dinero que ellos mismos han creado de la nada.
 
Imagínese que es un insider de Wall Street con muy buenos contactos. Usted ha pedido prestado a comienzos del año pasado y simplemente lo invirtió en el S&P. ¡Menudo genio sería usted! Con unas ganancias del 30 por ciento en la Bolsa, el coste del dinero que invirtió sería de tan solo el 4 por ciento. Usted ha ganado un 26 por ciento con un dinero que nunca ganó o que nunca ahorró.
 
¡Menudo negocio! Imprimir más dinero y comprar más activos. Seguir así hasta que uno se haga millonario, ¿no?
 
¿Y qué es lo que le va a detener? ¿Quién se queja? ¿Quién se da cuenta del engaño?
 
Pero debe haber un eslabón débil en esta cadena.
 
Esta semana nos hemos fijado en la inflación. La Reserva Federal dice que los precios al consumo están subiendo un 2 por ciento anual. El Massachussetts Institute of Technology dice que están subiendo dos veces más rápido de lo que dice la Fed, y John Williams calcula que si calculásemos el IPC como se calculaba en 1990 (lo cambiaron posteriormente), tendríamos una inflación cercana al 6 por ciento.
 
En otras palabras, si la cifra de inflación correcta es del 6 por ciento, el PIB real se está hundiendo. Si la última cifra de crecimiento del PIB en Estados Unidos en el primer trimestre, teniendo en cuenta una inflación del 2 por ciento, ha sido de -2,9 por ciento, la cifra real teniendo en cuenta la inflación de acuerdo al cálculo de 1990 sería de -6,9 por ciento.
 
Una inflación del 6 por ciento también golpea al resto de las variables macroeconómicas. Los salarios reales, por ejemplo, caen al nivel de 1968.
 
Esta semana vimos que las cifras oficiales hablan de un incremento de los precios de un 39 por ciento desde el año 2000. Otros indicadores de la Reserva Federal hablan de incluso un 31 por ciento de inflación. Pero tomando en consideración la comida, energía, transporte y vivienda, lo que de verdad importa, los precios han subido más de un 50 por ciento en lo que llevamos de siglo.
 
¿Qué está fallando? Probablemente la emisión de dinero. El dinero que emite la Reserva Federal no está sustentado en una actividad económica real, forjado por el sudor del trabajador y por la paciencia del ahorrador.
 
Este dinero no es real y, cuando lo pongamos a prueba, se romperá.
 
Saludos,
Bill Bonner.
Bill Bonner es fundador y presidente de Agora Inc., con sede en Baltimore, Estados Unidos. Es el autor de los libros "Financial Reckoning Day" y "Empire of Debt" que estuvieron en la lista del New York Times de libros más vendidos.

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