“¿Qué será de la Unión Europea?”, se plantea The Economist. Para el influyente semanario económico la encrucijada es bien simple, o el euro se escinde o se avanza hacia una mayor integración europea, incluso aunque sea de manera "tecnocrática y limitada":

Durante los dos años castigadosd por la plaga de la crisis, los líderes europeos han evitado enfrentarse a esta decisión. Sostienen que no quieren modificar el euro, excepto quizás en el caso de Grecia. Pero los acreedores del norte de Europa, con Alemania a la cabeza, no gastarán lo suficiente para garantizar la supervivencia del euro, y a los deudores del sur cada vez les ofende más que los extranjeros les digan cómo deben vivir sus vidas.
Si los líderes de la UE se decantasen por una escisión del euro:
… los bancos y las empresas de todo el continente se vendrían abajo porque no cuadrarían sus activos y pasivos nacionales y extranjeros. Se generaría un torrente de quiebras y demandas. Los Gobiernos con déficit se verían obligados a recortar drásticamente el gasto o a emitir moneda.
Ésa es una de las razones por las que la publicación llega, a su pesar, a la conclusión de que “las naciones en la eurozona deben compartir sus cargas”.
Lo deseable es salvar el euro y se puede conseguir. Pero queda una pregunta, ¿sienten los alemanes, los austriacos y los holandeses tanta solidaridad hacia los italianos, los españoles, los portugueses y los irlandeses como para correr con los gastos? Creemos que hacerlo revierte en su propio interés. Ha llegado la hora de que los líderes europeos, y Merkel en particular, hagan que así sea
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