miércoles, 28 de mayo de 2014

A los Vivítopes....

Txakoli de Getaria, vinos con aroma a brisa del mar


La costa vasca que rodea la localidad pesquera de Getaria está salpicada de bodegas de txakoli, ese vino antaño ácido y denostado, que se ha convertido en una variedad muy apreciada y uno de los exponentes de la modernización vivida por el vino en Españaprimir
Los 17 kilómetros de costa que transcurren entre los municipios vascos de Zumaia y Orio están llenos de atractivos para el viajero. Animadas playas que harán las delicias de los surferos, pueblos de encanto marinero y una gastronomía excepcional donde destacan los asadores de pescado fresco a la parrilla, los bares de pintxos e incluso las propuestas de cocineros del firmamento culinario, como la del restaurante de Karlos Arguiñano en Zarautz. Pero, además, otro de los motivos que hacen famosas las escarpadas laderas de estos montes que desembocan en el mar Cantábrico son sus vides, con las que se elabora el vino local, el txakoli con denominación de origen de Getaria, un vino antaño denostado por su acidez y tosquedad, pero que se ha convertido en una variedad muy apreciada, exponente de la revolución que han vivido los caldos españoles en las últimas décadas.
El txakoli es un vino blanco muy expresivo, joven y afrutado, que posee una leve acidez característica, consecuencia de la variedad de uva que se emplea en su elaboración (la autóctona Hondarrabi Zuri) y el microclima de la zona, muy diferente al que se da en otras zonas de producción tradicionales españolas (más soleado y seco).
En realidad, ese clima lluvioso, falto de sol y la cercanía al mar eran uno de los motivos que habían abonado la mala fama que antes tenía el txakoli, considerado un vino de taberna, más bien de baja calidad. No obstante, gracias al esfuerzo iniciado por los hermanos Chueca a principios de los años 80, con la recuperación de la variedad de uva autóctona y el lanzamiento del vino Txomin Etxaniz, se produjo un cambio de tendencia. 
Desde entonces, los bodegueros de la zona han ido afinando los caldos, en un gran desafío enológico que supone el aunar la tradición local con la modernidad y los paladares más exigentes. Este proceso les ha valido para situar varias bodegas en las listas de los críticos más prestigiosos del mundo (de la D.O. de Getaria y también de las otras D.O. vascas de txakoli, la de Bizkaia y la de Araba).
Los que quieran iniciarse en el mundo txakoli pueden probarlo en cualquiera de los bares de estos municipios de la costa vasca, después de un día de playa, una ruta de senderismo, de visitar los preciosos pueblos de la zona o incluso de conocer el museo del modisto Balenciaga (era natural de Getaria, al igual que el otro ciudadano ilustre del pueblo, el explorador Juan Sebastián Elcano, primero en completar la vuelta al mundo). No obstante, los que deseen profundizar en este vino tan especial pueden optar por una ruta por las bodegas de la zona, que ofrecen catas y visitas a sus instalaciones, además de vender el producto directamente al por menor.
Los bodegueros de la zona recomiendan probar el txakoli acompañado de un bocado de productos típicos de la zona, como son la anchoa en salazón y el bonito en aceite. Así lo sirven ellos en las catas que organizan en sus instalaciones, situadas en caseríos típicos de las montañas vascas, en muchos de los casos.
Cata y senderismo
Los que quieran evitarse conducir para poder disfrutar enteramente de las catas de txakoli sin miedo a cometer una infracción de tráfico, pueden optar por alojarse en un hotel-bodega, como Gaintza o Urki (en ambos casos, las vistas al mar son espectaculares).
También es posible combinar el senderismo y la cata, realizando el hermoso itinerario que va desde Zarautz a Getaria, entre el mar y la montaña. 
La ruta tiene 7,8 kilómetros y una duración de unas dos horas, con una dificultad media-baja. Los menos acostumbrados al senderismo no deben asustarse con el primer tramo del camino, pues la pendiente bastante pronunciada del inicio no vuelve a repetirse en el resto del trayecto. Además, la vuelta se realiza por el paseo que discurre al lado de la carretera nacional que une los pueblos de Getaria y Zarautz, por lo que el camino de regreso es bastante llano. Conviene destacar la espectacular vista de la ruta de regreso, pues el itinerario discurre muy pegado a los acantilados, de manera que a veces incluso salpica una ola del mar bravo del Cantábrico.

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