martes, 27 de mayo de 2014

Personajes únicos...

Silverio Cerra y el Instituto Feijoo del Siglo XVIII: una deuda impagable

Un recordatorio de la labor y el legado del sacedote y estudioso de Feijoo
Sábado24 de mayo de 2014
Inmaculada Urzainqui Miqueleiz
Inmaculada Urzainqui Miqueleiz
Muchas cosas hermosas se han dicho y se han escrito estos días sobre Silverio Cerra: excelente profesor, sacerdote ejemplar, amigo de sus amigos, inteligente, humilde, erudito, amante de la naturaleza, experto en la figura de Feijoo… Todo con absoluta verdad, como sabemos muy bien quienes lo hemos conocido y tratado de cerca. Para nosotros, que hemos compartido con él la pasión por el Siglo de las Luces y por Feijoo y, desde hace algún tiempo, el afán por echar a andar la edición crítica de sus obras, ha sido, además, el amigo sabio, generoso y leal con el que siempre hemos podido contar para todo lo que ha hecho falta. Por eso también a nosotros —los investigadores del Instituto Feijoo— su muerte nos deja un doloroso sentimiento de pérdida.
Volcado desde hace años en la investigación del pensamiento de Feijoo y en el rastreo de los escritos que fueron anudando su bibliografía, esa labor se materializó, entre otros estudios, en tres obras fundamentales, Doscientos cincuenta años de bibliografía feijoniana (1976), Las ideas antropológicas de Feijoo (1986), que fue su tesis doctoral, y la Bibliografía de Feijoo (1981), que hizo en colaboración con el recordado profesor José Miguel Caso González como base necesaria para la proyectada edición de sus Obras completas. Aunque su relación con el Instituto Feijoo ha sido constante a lo largo de todo este tiempo, se hizo mucho más estrecha todavía cuando decidimos reemprender ese proyecto, tras haber tenido que posponerlo para hacer frente al de la edición de las Obras completas de Jovellanos, que, con el impulso y apoyo del Ayuntamiento de Gijón, pasó a constituirse en empeño prioritario del profesor Caso hasta su muerte, y luego del Instituto.

TRADICIÓN HUMANISTA

Al formar el equipo para hacerlo por fin realidad, tuvimos claro que necesitábamos a Silverio. Y efectivamente, gracias a su entusiasta y generosa disposición, en él ha estado incondicionalmente desde el primer momento. No solo como el experto conocedor, que lo era, de todos los entresijos de la obra feijoniana. También, y sobre todo, como el intelectual que, en la mejor tradición humanista, sabía avistarla e interpretarla desde sus más diversos ángulos (el pensamiento, la ciencia, la historia, la política, la religión…). Por eso su aportación ha ido mucho más allá de las abundantes notas que ha redactado o de la identificación y traducción de los numerosos textos latinos que, como avezado latinista, quiso tomar a su cargo. Lo que nos ha enriquecido, y será huella imborrable en el largo trabajo que tenemos por delante, es esa mirada múltiple, ese caudal inmenso de conocimientos y esa sabiduría feijoniana que tenía tan interiorizada y le permitía iluminar, sin necesidad de apelar a otras fuentes, cualquier problema o cuestión que los textos del Padre Maestro pudieran plantear.
Y no solo eso. En nuestro quehacer compartido ha sido también parte fundamental su extraordinaria calidad humana, esa condición suya hecha de bonhomía, jovialidad y capacidad comunicativa que le distinguió, y que tanto le hizo parecerse a Feijoo.
Lamentablemente, ya no podrá ver el tomo primero de las Cartas eruditas, a punto de salir de la imprenta, ni el segundo, para el que dejó preparados los materiales, ni los que vendrán después. Tampoco podrá participar en el Simposio Internacional sobre Feijoo, que se celebrará en Oviedo el próximo mes de noviembre con motivo de los 250 años de su muerte, y de cuyo Comité científico formaba parte. Pero su recuerdo  y su lección estarán allí, como estarán siempre, entre nosotros.
Muchas gracias, querido Silverio.

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