Tan lejos, tan cerca. A las 14.38 horas del pasado 8 de mayo, el euro se estiró hasta los 1,3993 dólares. Romper los 1,40 dólares, algo que no ocurre desde 2011, parecía un mero formalismo, más allá de lo complicado que siempre resulta en el mercado de divisas traspasar las barreras de tres ceros -1,4000-. No hubo que esperar demasiado tiempo para comprobar que no iba a ocurrir. Poco después de las 15 horas, la moneda única ya compraba menos de 1,39 dólares; al día siguiente entregó la de los 1,38; y la semana pasada incluso se le vio por debajo de los 1,37 dólares, para gravitar luego en torno a este tipo de cambio.
Tras este frenazo, dos protagonistas, el Banco Central Europeo (BCE) y su presidente, Mario Draghi, y una posibilidad casi convertida en certeza: el anuncio de que la entidad pondrá en marcha nuevas medidas expansivas en la reunión del 5 de junio. Certeza, o mucho más que eso, porque hasta el ortodoxo e influyente Bundesbank -el banco central alemán- ha dado su plácet a que el BCE descargue más munición monetaria el próximo mes
Estas expectativas se reflejan ya en las previsiones de los expertos. Según el consenso de mercado recogido por la agencia financiera Bloomberg,el euro finalizará 2014 en los 1,32 dólares, esto es, un 3,6% por debajo de su cambio actual. Si esos pronósticos están en lo cierto, la divisa europea se depreciaría un 4% contra la estadounidense en 2014, su mayor caída anual desde el 6,5% que se dejó en 2010.

MAQUINARIA EN MARCHA

El mercado, por tanto, ya ha engrasado la maquinaria para que el euro y el dólar intercambien los papeles que han ido desempeñando en los cuatro primeros meses del año. Si hasta la fecha era el euro el que se fortalecía, en adelante 2014 debería ser territorio dólar... si el BCE cumple las expectativas que el propio Draghi ha alentado y si, por supuesto, la Reserva Federal (Fed) estadounidense también cumple con su parte de seguir retirando los estímulos e ir preparando el camino para elevar los tipos de interés en el segundo trimestre de 2015. 
La divisa europea ha contado con tres resortes fundamentales para su escalada. El primero, el dinero procedente de los mercados emergentes; el segundo, y vinculado con el anterior, la búsqueda de rentabilidad en la deuda pública y la renta variable de los países periféricos; y el tercero, clave, el distinto paso de los balances de sus respectivos bancos centrales. Mientras el del BCE ha menguado en lo que va de año de los 2,28 a los 2,16 billones de euros, el de la entidad presidida por Janet Yellen desde febrero ha seguido engordando, en su caso de los 4,03 a los 4,30 billones de dólares -al cambio actual, de 2,94 a 3,13 billones de euros-. 
Este último elemento ha sido determinante en el cuerpo a cuerpo entre el euro y el dólar en los últimos meses. Y si precisamente las palancas del mercado comienzan a moverse en una dirección contraria se debe a lo que espera para los próximos meses. Primero, que el BCE dé marcha atrás y adopte medidas monetarias expansivas que amplíen de nuevo su balance; y segundo, que la Fed prolongue la retirada gradual (tapering) de su tercer programa de compras de activos y lo finalice por completo en octubre. 
Estas expectativas no solo se reflejan ahora de forma incipiente en las divisas. También han dejado -y siguen dejando- su huella en la deuda pública. Actualmente, la rentabilidad de los bonos estadounidenses a 10 años alcanza el 2,5%, mientras que la de los alemanes se limita al 1,4%. Entre ambos, por tanto, existe una brecha de 110 puntos básicos -o 1,10 puntos porcentuales-. Aunque este diferencial aún no ha alterado el orden de las cosas en las divisas, puede ser un motor adicional para la reacción alcista del dólar porque incrementaría el apetito de los inversores por la deuda estadounidense.
En opinión del analista financiero Juan Ignacio Crespo, que acaba de publicar su libro Cómo acabar de una vez por todas con los mercados, estos argumentos podrían desencadenar el inicio de un viraje bajista del euro que le llevaría "hasta los 1,05 dólares en un par de años". Y confirmando que la industria financiera trabaja con la hipótesis de que, en efecto, el futuro pertenece a un dólar más fuerte, Mutuactivos lanzó a finales de abril un nuevo fondo, Mutuafondo Dólar, con el propósito de aprovechar de su previsión de que el billete verde debe apreciarse en un futuro próximo. 

¿Y SI DECEPCIONA?

Sin embargo, y pese al descenso de las últimas jornadas, el euro todavía se mueve en los 1,37 dólares. Es decir, por encima de los 1,355 dólares a los que se cambiaba a comienzos de noviembre, cuando rebajó los tipos de interés del 0,5 al 0,25% en la que ha sido su última actuación hasta la fecha. 
De algún modo, el cambio actual deja entrever que los inversores tienen sus reservas. Esto es, que conociendo el historial del BCE y que no siempre ha cumplido con las expectativas creadas -aunque con Draghi está siendo distinto-, los inversores necesitan ver para creer antes de inclinar la balanza del lado del dólar. Si está a la altura de lo que se espera, el BCE habrá sentado las bases para que el movimiento de las últimas jornadas tenga continuidad; si no, el euro retomará su ataque a los 1,40 dólares. 
La maquinaria está en marcha. Draghi se ha encargado de engrasarla. Pero falta la confirmación oficial. Y esta llegará el 5 de junio.