jueves, 24 de septiembre de 2015

Seguimos hablando de....Franco.

La mejor descripción que he leído de Ángel Viñas (Madrid, 1941) dice que estamos ante un "historiador de combate". Pocos pueden presumir de un currículo tan impresionante, que abarca desde una cátedra en Ciencias Económicas hasta la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, pasando por trabajos en el Fondo Monetario Internacional y el puesto de embajador de la Unión Europea en la ONU. Actualmente preside la Asociación Española de Historia Militar. "Los méritos académicos son importantes, pero lo imprescindible para un historiador es la curiosidad. Para ser uno bueno hay que tener una curiosidad que te arrebate. Ahora sufrimos a muchos historiadores neofranquistas que se dedican a manipular, pero lo que más me sorprende es leer textos de autores como Stanley Payne y descubrir que no tienen curiosidad ninguna".
Explica que la suya, a veces, le sale cara. "No sé cuánto me gasté en mi último viaje a Moscú, pero cada vez que publico un libro se resienten mis finanzas". Su tetralogía sobre la Segunda República, un trabajo de 2.600 páginas, se considera referente esencial para comprender este periodo. El carácter combativo de Viñas quedó claro en la dirección del llamado "Contradiccionario", una obra colectiva que desmontaba el sesgo franquista del 'Diccionario biográfico español' (2011) de la Real Academia de la Historia.
Franco, junto a Heinrich Himmler en octubre de 1940. (CC)
Franco, junto a Heinrich Himmler en octubre de 1940. (CC)
PREGUNTA. Su nuevo libro, 'La otra cara del caudillo' (Crítica), rebate la imagen de austeridad y honradez que proyectó el general Franco. Demuestra que lo mismo aceptaba sueldos de empresas telefónicas, que coches de 400.000 euros del Führer o distraía donativos para la reconstrucción de la patria. Lo más llamativo es la operación café, una trama donde se embolsa los ingresos de un cargamento de 4.000 toneladas, regalado por el Gobierno de Brasil, y en la que además no pagó impuestos. ¿Fue el caudillo una caja registradora?
RESPUESTA. Franco se hizo multimillonario en la guerra civil. A mí la fortuna del caudillo nunca me interesó, no se me había ocurrido investigar. Quien me puso sobre la pista fue el periodista Javier Otero, con un reportaje que publicó en 2010 en la revista 'Tiempo'. Franco acumulaba en 1940 34 millones de pesetas (unos 388 millones de euros de hoy día) de fortuna personal. Para hacer el cálculo utilizo los coeficientes de José Ángel Sánchez Asiaín. Franco entra en la guerra sin un duro, la República le retira el sueldo por ser un general rebelde y la retribución que se puso él durante la guerra no la conocemos. Sí se sabe que después de la victoria cobraba 50.000 pesetas al año. Incluso concediendo que cobrara el doble, 100.000 pesetas, difícilmente podría haber ahorrado esos 34 millones de pesetas en 1940. El libro explica con documentos varias fuentes de ingresos.
P. Explica que, dentro del marco jurídico español, Franco disfrutaba de mayor poder y tenía menos controles que Hitler en Alemania o Stalin en la Unión Soviética.
R. Formalmente, tenía más poder, en la práctica, por el estilo. Lo que compartía con Hitler es que los dos eran fuente de Derecho. Te lo digo de otro modo: su palabra era ley. Es una cosa completamente insólita. El estalinismo fue una dictadura, pero jurídicamente la palabra de Stalin no era la ley. Lo que decía Franco, jurídica y ejecutivamente, sí que lo era. Es fascinante cómo la derecha española rehúye cualquier comparación de Franco con Hitler. La realidad es que Franco ejerció su poder por medio de leyes y decretos leyes, reservados a la jefatura del Estado, que no tenía obligación ni siquiera de publicar en el Boletín Oficial del Estado.
El estalinismo fue una dictadura, pero jurídicamente la palabra de Stalin no era la ley. Lo que decía Franco, jurídica y ejecutivamente, sí que lo eraEsto quiere decir que te podían castigar por una norma desconocida, ya que "la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento". Y no estoy hablando de legislación de guerra: la última ley de este tipo que he descubierto es de 1957. No podemos descartar que haya alguna de más tarde. Es un poco duro que el país funcione así. La leyes reservadas seguramente acabaron cuando empieza el proceso de apertura al exterior. Pero tampoco estoy seguro, con este libro he descubierto cosas que me han dejado estupefacto.
P. El texto comienza denunciando que no es fácil hacer investigación histórica en nuestro país, especialmente sobre esta época. ¿Cuáles son los obstáculos?
R. A lo largo del último Gobierno del PP se ha paralizado la desclasificacón de documentos. Lamento usar este término, pero me parece una vergüenza lo que está pasando en el Ministerio de Defensa. La anterior ministra, Carme Chacón, dejó preparado un lote de unos 10.000 documentos para desclasificar. El problema es que Pedro Morenés, actual responsable, se ha negado a hacerlo. Solo tiene que aprobarlo el consejo de ministros, me refiero a un simple 'sí', ya que esos papeles ya están revisados y no se ha encontrado nada que afecte a la seguridad del Estado ni al honor de las personas. ¿Por qué este bloqueo?
Yo he leído dos argumentos geniales de Morenés para justificar su postura. Cada uno es como para levantarle un monumento. Su primera excusa es que "las Fuerzas Armadas tienen otras cosas que hacer". Eso es algo obvio: imagínese un ejército cuya única función fuera desclasificar papeles. No se le había ocurrido ni a Cantinflas. El segundo argumento es que esos documentos "nos pueden crear problemas con otros países". Supongo que busca evitar roces con la Francia de Vichy, el Tercer Reich o con la Italia fascista. ¿Se imagina usted a Berlín furibundo y en armas por unos papeles sobre Franco que se publiquen aquí? Ahora mismo para estudiar esa etapa de la historia española hay que recurrir a documentos estadounidenses, británicos, franceses, belgas o suizos.
Francisco Franco y Carmen Polo. (CC)
Francisco Franco y Carmen Polo. (CC)
P. ¿Cómo es posible este bloqueo documental?
R. La actitud de Morenés es una tomadura de pelo. Hay investigadores que lo denuncian, pero los superiores del ministro no le piden responsabilidades. Por eso se queda tan pancho. Lo que yo me pregunto, sin ningún tipo de broma, es esto: si el pasado español es tan refulgente, si la dictaudra fue estupenda, fantástica y abrió el camino para la grandeza de la patria, ¿qué tienen ustedes que ocultar? Lo que yo he descubierto, sencillamente, es que la historia reciente no es como nos la han contado. En el libro pongo el ejemplo de Esperanza Aguirre, que escribe muchos artículos y deja filones. Sus textos son bastante estúpidos en términos históricos.
En el libro cito uno de ABC en 2012 donde ella, con tono displicente, afirma que no hace falta ser historiador para saber que la República fue un desastre. Pues mire, no está tan claro, porque no fue así. También recuerdo que, en dos ocasiones, Mariano Rajoy dijo que el franquismo fue un "régimen autoritario", cuando en realidad fue una dictadura. En el PP actual solo recuerdo al señor Margallo hablando del franquismo como dictadura. Lo hizo frente a una comisión del Congreso, no frente a las masas enardecidas, pero está bien que se reconozcan estas cosas.
P. ¿Qué motivaciones pueden tener historiadores y políticos para manipular en favor de Franco?
R. Intento evitar explicaciones sórdidas. No sé si ellos hacen caja lavando la imagen de Franco, por eso prefiero decir que su modo de actuar recuerda al mecanismo de la proyección, que es un término psicológico. Los neofranquistas imputan al adversario político, al enemigo, una serie de comportamientos en los que ellos han incidido. El discurso oficial franquista es que la parte más sana del ejercito y de la sociedad española se levanta en armas el 18 de julio para evitar que el país se precipite por el abismo de una revolución comunista. Esto no me lo invento, son cosas publicadas anteayer.
El problema es que no fue así. Lo que sabemos seguro, y lo he publicado en otro libro, es que los monárquicos españoles acudieron a Mussolini con dinero de Juan March para apalabrar el equivalente a 50 millones de euros actuales. No era dinero para preparar un golpe de mano, sino una guerra larga que sabían que se iba a producir. Tenían claro que el golpe no iba a triunfar y que habría una guerra civil. Todos los documentos que he recopilado al respecto están en la calle Alcalá 93 y se puede acudir a consultarlos. A la relación entre fascistas y monárquicos llevo dándole vueltas unos 30 años.
P. ¿Qué responsabilidad tienen las editoriales, periódicos y cadenas de televisión que legitiman a los autores 'neofranquistas'?
Una parte de la derecha española no acepta el pasado. Por eso han construido estructuras periodísticas y culturales que legitiman su relatoR. Mi opinión es que una parte de la derecha española no acepta el pasado. Por eso han construido estructuras periodísticas y culturales que legitiman su relato. El problema es que el pasado es intocable: no tenemos claro qué es, pero sabemos que no se puede cambiar. Por eso varios sociólogos, historiadores y juristas estamos poniendo al descubierto vetas ocultas, desfiguradas y manipuladas. Muchos historiadores se prestan al juego, yo cito siempre dos o tres, cuyos nombres se repiten constantemente en mis libros: Payne, Suárez, etcétera. Trato su trabajo con mucho respeto, pero dejo claro que mi conclusión es que manipulan. Hay otros autores, como Pío Moa, a los que no cito nunca. Sencillamente su trabajo no tiene calidad mínima para ser tenido en cuenta. No le doy ningún valor a sus textos y no soy el único.
P. Dice en el libro que la derecha española usa la figura de Abraham Lincoln como ejemplo de proceso de cierre de heridas tras un guerra civil. ¿Es un símil adecuado?
R. Lincoln lo hizo muy bien, aunque luego la posguerra no fue como él esperaba. Lo que no es aceptable es comparar a Franco con Lincoln. En España se sabe muy poco sobre la guerra civil en EEUU. Yo descubrí un montón de cosas que ignoraba al pasar siete años viviendo allí. Cuando escucho a algunos periodistas, comentaristas e historiadores de aquí parece que sean de Kentucky. Pretenden ser más estadounidenses que los estadounidenses. Pero, bueno, si me estás preguntando por César Vidal, tengo que decir que es un autor al que cito cuando se tercia, ya que es doctor en Historia Antigua por la UNED y algo se le debe haber pegado, aunque no creo que mucho de historia contemporánea.
El ejército republicano en las montañas de Navacerrada. (CC)
El ejército republicano en las montañas de Navacerrada. (CC)
P. Además de la corrupción, el libro muestra las miserias de la educación franquista: a los escolares se les adoctrinaba en la obediencia y se domesticó el ámbito universitario.
R. Esa parte me parece escalofriante. Había muy poca distancia entre lo que enseñaban los maestros de escuela a los niños y lo que se pedía a los sesudos opositores a cátedra. La manipulación del sistema de enseñanza iba desde primaria al posgrado. Era un lavado de cerebro, con las características esenciales de un régimen fascista, la grandeza imperial, etcétera. A partir de 1943, Franco se da cuenta de que la Segunda Guerra Mundial no iba por los derroteros que él pensaba y cambia de carril. Puede parecer que mis opiniones son muy duras, supongo que me caerán críticas por todos lados, pero estoy muy tranquilo porque en primer lugar me baso en evidencia primaria relevante de la época.
La manipulación del sistema de enseñanza iba desde primaria al posgrado. Era un lavado de cerebro, con las características esenciales de un régimen fascistaLa base de mi argumentación siempre empieza en el archivo. Un mismo documento se puede interpretar de formas distintas, pero cuando aportas 850 documentos en la misma dirección ya resulta más complicado. El capítulo cuatro demuestra que Franco era pronazi: tenía una gran debilidad por Hitler y el nacionalsocialismo. Esto se confirma en el periodo de paz europea que va desde marzo hasta agosto de 1939. ¿Cómo piensa Franco ahí, qué decía cuando estaba en 'petit comité'? Hay muchos testimonios, pero el más importante es el del embajador portugués en Madrid, que era una persona de la máxima confianza que llevaba siete años en la capital. Se llamaba Antonio Pereira y era fascista o, como mínimo, partidario acérrimo del dictador Salazar. El tipo no era idiota y le chocó la exuberancia del discurso de Franco en favor del Reich. En este libro, le he dedicado un capítulo entero, pero la relación de Franco y el nazismo da para otro, que tengo planeado publicar.

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