Cuando éramos ricos
Publicado el 08-06-2010 , por Andrés Betancor
Cuando éramos ricos podíamos gastar y gastar. Cuando éramos ricos podíamos derrochar y derrochar. Cuando éramos ricos podíamos tener más de 69.000 cargos públicos electos y más de 21.000 entidades públicas de todo tipo y condición. Ahora que ya no lo somos, se pretende corregir el derroche y el despilfarro con la misma política irreflexiva. Si la falta de raciocinio sirvió para alimentar el monstruo, ahora con la misma carencia se pretende adelgazarlo.
En la reciente reunión de catedráticos de Derecho Administrativo que celebramos anualmente alrededor de la figura de D. Eduardo García de Enterría, el tema de conversación ha sido cómo empequeñecer el monstruo creado por la exuberancia irracional de la política. Es lógico que reflexionemos sobre si están justificadas tantas Administraciones, agencias, entidades públicas empresariales, fundaciones públicas, organismos autónomos, consorcios, sociedades públicas empresariales, etc. Que es necesario racionalizar el sector público es evidente.
Ahora bien, hay que hacerlo de forma distinta a como se ha hecho hasta ahora. Un ejemplo es ilustrativo. Es el caso de la figura de las agencias estatales. Creada en el año 2006 para racionalizar el sector público del Estado central, fue planteada como la figura a la que “se van a reconducir los organismos públicos existentes”, llegándose a afirmar que cualquier otra que se crease en el futuro revestiría la forma de agencia, porque reunía todas las bondades imaginables ya que “promovía una cultura de responsabilización por resultados”.
La realidad es muy distinta. En el año 2007 existían 14 entidades públicas empresariales y 69 organismos autónomos; en el año 2009 nos encontramos con 14 entidades públicas empresariales, 68 organismos autónomos y ¡7 Agencias estatales! Según parece, racionalizar es incrementar. El Gobierno ya nos tiene acostumbrados a la propaganda: decir una cosa y hacer lo contrario.
Es lógico que los empleados públicos, entre los que me encuentro, protesten por la reducción salarial. No tanto por la reducción misma, que es motivo suficiente, cuanto por conocer mil y una fórmulas más razonables de producir el mismo resultado sin afectar a los derechos de tantos cientos de miles de personas, muchos de ellos con retribuciones modestas y dedicados en más del 85% a la educación, a la sanidad, la policía, la justicia, las prisiones y las fuerzas armadas.
Gobernar es establecer prioridades, lo que significa distinguir lo principal de lo secundario según la pauta que más contribuya a crear riqueza nacional en el largo plazo. Es imperativo identificar qué gastos son un lastre y qué otros contribuyen a las funciones esenciales del Estado y al progreso de la nación. Aquí radica la grandeza de los grandes frente a la mediocridad de los mediocres: mirar más allá de la punta de la nariz.
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