El enigma de la luz y el color de Turner llega al Prado
Juan Carlos Rodríguez | 15/06/2010 - 10:460 comentarios Puntúa la noticia :
Un diluvio de luz y color. El Museo del Prado inaugura el día 22 la exposición más esperada del año, que enfrenta la genialidad de William Turner con los pintores clásicos -Rembrant, Rubens, Claudio de Lorena, Canaletto- que le sirvieron de inspiración. La que será, sin discusión, la gran exposición del verano, completa una cuenta pendiente del coleccionismo español: la práctica ausencia de Turner de las salas nacionales. Galería: Las obras de Turner en el Prado
La consecuencia inmediata será que Turner maravillará en El Prado. "Turner y los maestros", porque la gran exposición en la pinacoteca madrileña no sólo es la primera de grandes proporciones que se le dedica en España a Joseph Mallord William Turner (1775-1851), uno de los maestros más reconocidos de la historia del arte universal, sino que le sitúa en su contexto artístico.
Inspiración e influencia
Junto a los coetáneos -John Constable, el otro gran paisajista inglés, que fue su gran rival-, también estarán aquellos que admiraba y le inspiraban: Rubens, Rembrandt, Claudio de Lorena, Watteau, Poussin o Canaletto.
"Esta comparación ayudará a comprender de qué manera el acercamiento y las respuestas de Turner hacia otros artistas tuvieron como fin no sólo rendirles homenaje, sino también aproximarse a ellos mediante una sutil forma de transformación original de sus enseñanzas", según el comisario de la exposición en su versión española, Javier Barón.
Madrid incorpora nuevas obras
Versión española porque la exposición, organizada por la Tate Britain de Londres, en colaboración con la Réunion des Musées Nationaux de Francia, el Musée du Louvre de París y el propio Museo del Prado, ya ha pasado con indudable éxito por Londres y por París, pero en Madrid incorpora nuevas obras.
Piezas maestras como "Naufragio de un carguero", "Tormenta de nieve: Aníbal y su ejército cruzando los Alpes", "Paz. Entierro en el mar", "Sombra y oscuridad: la tarde del Diluvio" y "Luz y color (la teoría de Goethe): la mañana siguiente al Diluvio", todas ellas obras todas de madurez e inéditas en España, según resalta Barón.
"Extrema intensidad pictórica"
El gran atractivo de la muestra será, para el comisario y jefe del departamento de pintura del siglo XIX del Museo del Prado, ver a un artista siempre mal representado en colecciones españolas pero que, como pocos en la historia de la pintura, alcanzó una "extrema intensidad pictórica" con la que consiguió una verdadera transformación del arte del paisaje.
Pero también llegó mucho más allá: "Un innovador, un precursor de la modernidad y que abrió paso al impresionismo y a la abstracción".
Entre las 80 obras que se pueden admirar en el Prado hasta el 19 de septiembre hay incontables obras maestras. La mitad de Turner, entre ellas se incluyen "Un barco encallado", "Tormenta de nieve" o "Naufragio de un carguero", cumbres procedentes de instituciones y colecciones europeas y norteamericanas.
La otra mitad, 40, de aquellos artistas que influyeron en Turner. Mención especial merecen algunas que nunca antes fueron expuestas en España, como "Muchacha en la ventana", de Rembrandt, y "Les Plaisirs du Bal", de Watteau, procedentes de la Dulwich Picture Gallery en Londres.
Novedades en El Prado
La obra de Watteau será novedad en El Prado, lo mismo que "Puerto con el embarque de santa Úrsula" (Londres, National Gallery), de Claudio de Lorena ?el gran espejo de Turner?, y "Paisaje con una carreta al atardecer" (Rotterdam, Museum Boijmans van Beuningen), de Rubens.
?Lo que se va a mostrar es cómo este gran paisajista al que durante mucho tiempo se consideró un caso artístico aislado, buscó su propio sitio en la historia del arte innovando, pero lo hizo a partir de lo aprendido de otros grandes de la pintura?, según Barón.
Mostrar los cuadros en parejas
Por ello, se ha optado por mostrar los cuadros en parejas. Es decir, un Turner y su modelo, uno junto al otro, para concluir que Turner toma la base clasicista de los paisajes de Claudio de Lorena, las marinas tempestuosas de Van de Velde, las composiciones venezianas de Canaletto o los paisajes alpinos de Loutherbourg y Ruisdael, para crear una vibrante obra que alcanza una ambiciosa perfección formal.
Y cómo, especialmente en su madurez, Turner anticipa con claridad la revolución impresionista que se producirá a finales del XIX y principios del XX, convirtiéndose en un ejemplo exponencial de la continuidad del arte, en una fuente inagotable de inspiración para los que vinieron después: Monet, Renoir, Manet, Corot, Pollock, Gerhard Richter, Rothko, Willem de Kooning y muchos más.
"Turner, el maestro"
Pero esta segundo capítulo, algo así como "Turner, el maestro", excede la muestra del Prado, si bien, menos que más, se ha podido apreciar en las exposiciones acerca de "Monet y la Abstracción" o la de los impresionistas del Musée d?Orsay en la Fundación Mapfre.
El mejor pintor de la historia del arte británico, y el más contemporáneo. Aún insuperable. El camino que lo conduciría a su personalísima pintura, de la que surgiría una imagen de la naturaleza nunca antes concebida, lo encontró en esa marudez, en ese periodo tardío, a mediados del siglo XIX, culminación a más de setenta años de trabajo sin descanso, en el que fue constantemente transformándose, renovándose, descubriéndose.
A su muerte se encontraron en su estudio más de 19.000 dibujos y bocetos. "Incluso hoy día, quien contemple sus cuadros creerá ver el mundo ?el mundo de la luz y el color?, incluso por primera vez", afirma el crítico Michael Bockemühl.
Visto de otro modo, John Ruskin, el más importante historiador del romanticismo inglés y primer gran defensor de la pintura de Turner, dijo que "sus cuadros nos hacen ver el mundo de un modo nuevo".
"Inocencia de los ojos"
Ante todo, Turner devuelve a quien mira sus cuadros la "inocencia de los ojos", según Ruskin, "ese modo de ver infantil que percibe las manchas coloreadas como tales, sin saber lo que significan, tal como las percibiría un ciego al que repentinamente le fuera devuelta la vista".
Es una pintura que se dirige a los ojos, sin necesidad de ser entendida, pero la genialidad de Turner es que comprenderla nos hace verla de otro modo. Y es esta fuerza que altera la percepción visual la que sigue haciendo de la pintura de Turner un enigma.
Azorín, que le consideraba el arquetipo de pintor puro ?para él , su aislamiento era garantía de autenticidad, según destaca Barón?, asociaba ese enigma al sentimiento religioso que Turner manifestaba al pintar, que lleva al escritor de Monóvar a describir el trabajo artístico del pintor británico en términos de rito sacerdotal en un artículo en 1931.
"Así su sensibilidad privilegiada ante la Naturaleza, que lo hace conmoverse hondamente ante el cielo, ante las montañas, ante el mar, ante los ríos. Así también su vivencia de la tarea pictórica como la de un sentimiento religioso, que lo hace entrar en éxtasis ante el rayo de sol caído sobre una pared, o que lo llena de emoción suprema al oprimir los tubos de óleo?.
Nuevo sentido de la naturaleza
A finales del siglo XVIII, el espíritu romántico contribuye a elevar el género del paisaje a una nueva dignidad. La progresiva libertad de los artistas en la elección de los temas beneficia a la pintura de paisajes, si bien el verdadero triunfo de la naturaleza ?y de la obra del hombre? en la pintura no tendrá lugar hasta el comienzo de la Revolución Industrial.
Niño prodigio formado como dibujante de arquitecturas, Turner da un giro copernicano en el estudio y tratamiento de la luz, incorporando además en sus lienzos y en sus acuarelas un mundo circundante en proceso de veloz transformación ?que posteriormente desarrollarían los impresionistas? y del que surge un nuevo sentido de la naturaleza.
Desaparece todo lo que en ella evocaba inmovilidad y estabilidad para dejar paso a lo fluido. De ahí la obsesión por las tormentas, por el mar, por los ríos... pero también por el discurso de Burke sobre lo bello y lo sublime, que se convierte en una obsesión por representar lo ilimitado, lo grandioso, lo heroíco de la naturaleza.
Turner vendió caro, gozó del éxito. No hay nade de él de la angustia económica de los impresionistas, pero ya tenía mucha de esa otra angustia, la artística, que le llevó a pintar el mundo según su corazón. Lo que el Prado permite ver es que Turner no viene de la nada: viene de sus maestros, del romanticismo, de la pasión, del misterio.
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