sábado, 25 de agosto de 2012

A los Vivítopes....


Comídítas muy especiales...


El lujo de comer entre rejas

Por L. Moreno | 22/08/2012 - 18:48
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Hace algunos años, la vida en el calabozo era muy triste. Cuatro paredes que se agolpan unas sobre otras generando una sensación claustrofóbica, ventana enrejada por la que apenas entraba el sol, goteras y charcos de agua estancada. Pero lo más descorazonador era el menú diario del prisionero, a base -con suerte- de pan y agua.
Pero hay una cárcel donde no es así. Descubre un restaurante para los culpables del buen gusto culinario, la prisión gastronómica en la que delinquirás sólo por entrar y de la que nunca querrás salir.

El restaurante Fortezza Medicea se encuentra en el interior de la cárcel de máxima seguridad que le da nombre, erigida hace siglos en Volterra por la conocida y poderosa familia de banqueros italianos, los Medicci. Una impresionante fortaleza de ladrillo viejo, escaleras de piedra gastada y rejas oxidadas, remodelada cuidadosamente respetando su esencia medieval para acojer hasta 120 comensales que quieren vivir la experiencia de comer entre rejas. Es el restaurante donde la expresión "¡comer así de bien tiene que ser un delito!" cobra un aspecto más literal de lo que imaginamos.

A pesar del brillo de los tenedores de plata, de las risas y el sonido del cristal chocando en cada brindis, no ha dejado de ser una cárcel donde los reclusos (vigilados atentamente por cámaras de seguridad y guardias armados para prevenir cualquier conflicto o robo de cubertería) cumplen penitencia de una forma enriquecedora para todos.
Los convictos -la mayoría, mafiosos trasladados de Nápoles, Sicilia o Plugia- se convierten en los camareros, chefs y sumelliers cuyo único crimen es atracarte el estómago a golpe de una comida que te hará la boca agua. Han cambiado las armas por las sartenes, y son los culpables de mover la batuta en los fogones para cocinar spaguetti, tortellini, lingüini, carpaccio de verduras... Los platos que componen la camorra gastronómica por excelencia nadando en una salsa de tomate de un intenso color rojo y regados por una fuente del mejor vino de la Toscana. No te servirán una cabeza de caballo, pero te prepararán una pasta que no podrás rechazar.
Además, organizan representaciones teatrales y amenizan las veladas con música en vivo y en directo para los comensales, que se convierten en jueces, jurado y verdugos de sus tentativas culinarias.
Se trata del mejor remedio para lograr la reinserción social de los reclusos, una toma de contacto con la realidad que satisface a ambas partes: los clientes disfrutan de una experiencia totalmente fuera de lo común y de una velada inolvidable; y los presos abandonan parcialmente ese lugar de marginación que lleva aparejada la vida entre rejas, demostrando su intención de rehabilitarse y un intento de pedir la aceptación general. El aura de peligro se relaja hasta adquirir la emoción vibrante de una partida de Cluedo, a pesar de que el pianista que cumple cadena perpetua tocando el teclado está condenado por asesinato o el camarero que te sirve la sopa galantemente haya sido acusado de envenenamiento.

La popularidad del local ha ido in crescendo, hasta el punto de que los funcionarios ya se han planteado abrir nuevas sucursales, pero acceder a sus entrañas no es tan fácil. Hay que reservar con semanas de antelación, someterse a un examen del Ministerio de Justicia de Roma para comprobar la ausencia de antecedentes penales y, además, atravesar una serie de detectores de metales instalados en el camino de acceso a la fortaleza, donde les requisarán la mayoría de sus pertenencias personales.
¿Nuestro veredicto? Un restaurante donde el único delito que se comete es robar el corazón de los comensales y matar el apetito con un atracón de la mejor cocina italiana.

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