domingo, 26 de mayo de 2013

Primavera Sound....


Pero qué bestia, Nick Cave

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Esta noche ha terminado el festival musical Primavera Sound, que desde el pasado lunes ha ofrecido en Barcelona 235 actuaciones ante 170.000 asistentes. Las actividades se han concentrado desde el jueves en el Parc del Fórum, donde este sábado han destacado grupos veteranos como Nick Cave & The Bad Seeds, Wu-Tang Clan, Los Planetas, My Bloody Valentine, Dexys y Dead Can Dance, entre otros.
El público, cerca de 50.000 personas (según datos del Primavera, compuesto en un 42% por personas de fuera de España y en otro 20% por españoles de fuera de Cataluña), volvió a llenar el Fórum, sin que esta gran cantidad de gente provocase ningún problema de saturación ni en la circulación por el enorme recinto ni en el acceso a los servicios. Debe quedar reflejado, en fin, que la producción del festival es a todos los niveles estupenda.

Caín del gran poder

Cantaba Leonard Cohen en 'Last Year's Man': "Algunas mujeres esperan a Jesús y otras mujeres esperan a Caín". Nick Cave es de los que cantan a estas últimas damas, o bueno, a todos los que por una razón u otra parecen atraidos por el camino que lleva a la perdición. La ropa de negro probablemente ayudó a propiciar la alquimia en su actuación palpitante al frente de The Bad Seeds.
Pues bien, todo comenzó con algunas de las sinuosas serpientes que se arrastran lentamente en su último disco, 'Push The Sky Away', canciones de apariencia apacible por su ritmo al ralentí pero que esconden veneno en los dientes y llevan el peligro escrito en sus hipnotizantes anillos. 'Jubilee Street' fue el primer mordisco. La banda tocaba de repente con una intensidad asfixiante; rock crocante de pianos golpeados y guitarras estranguladas y órganos de puticlub. Nick El Caín gozaba, iba de un lado a otro, gritaba y gemía, sonreía como una gárgola, buscaba la complicidad del violinista Warren Ellis, y todo el rato el viento meneaba la negra melenita que Javier Bardem pareció copiarle para su papel en 'No es país para viejos'.
La tensión manaba en arroyuelos de canciones que confluían en el océano de su conciertazo, en cuyas profundidas se sumergía una masa de caras ensimismadas. Juguetón, a la búsqueda de adrenalina, el australiano bajó al foso a cantarle a los ojos a sus fans al ritmo sinuoso de 'Red Right Hand'. En 'Jack The Ripper' pisó por lo menos tres cables de alta tensión, o eso parecía al ver su huesudo cuerpo meneado por sacudidas y los ojos echando chispas. Dedicó 'Tupelo' a Elvis Presley dispuesto a matar de un susto a más de uno con los repentinos estallidos de ruido mientras caía de rodillas aullando a la luna llena.
La intensidad alcanzó su mayor cota en 'The Mercy Seat', un crescendo de cinco o seis minutos que terminó como la marimorena y al que siguió 'Stagger Lee'. Cave ya se había puesto a esas alturas el traje de oscuro predicador dispuesto a oficiar un exorcismo de la primera fila entera, en cuya barrera se instaló, con sus tobillos agarrados por la gente y su garganta estallando.

Enseñanzas hip hop para pequeños saltamontes

Como un enorme avión con el tanque lleno para un largo viaje, el concierto del recuperado grupo neoyorquino Wu-Tang Clan arrancó leeentamente, arrastrando su gordo trasero, ajustando canción a canción el volumen de los seis micros, tomando potencia poco a poco. Pero cuando parecía que nunca echaría volar, de repente, se despegó del suelo, subió, y aceleró aún más, y subió, y ya cada base flipada era una sacudida en las piernas y todos los brazos tocaban el aire, y subió más, con rapeados como metralletas y todas las voces sin parar de jalear un segundo, improvisando sobre el 'Come Together' de The Beatles y lo que hiciera falta. Las canciones terminaban de golpe y de golpe vovían a brotar sin descanso. Subió más todavía, y ya no había duda de aquel viaje de hip hop karateka y denso y nocturno y algo demente no tenía billete de vuelta.

Ruido en la madrugada

La parte nihilista de los espectadores encontraba su máximo deleite en una muchacha de pelo rosa que daba furiosos saltos entre luces cegadoras y un sonido dance-punk. Este ruido que taladraba la madrugada provenía de Crystal Castles, un dúo canadiense que ha sabido conservar el misterio después de tres discos. Mientras ella cantaba gritos severamente distorsionados de denuncia posmoderna, él lanzaba atronadores ritmos de baile 'raver' aumentados por un batería. En la tercera canción, la cantante ya había cumplido el rito de lanzarse sobre el público, aunque con ello se cargara su micrófono durante canción y media.
Casi a la misma hora, en la otra punta del vasto espacio que ocupa Primavera Sound, actuaba otro grupo que hace del ruido su seña de identidad, My Bloody Valentine. A diferencia de su ya histórica doble actuación en el festival en 2009, en esta ocasión el impacto provocado por su música fue menor, aunque su incandescente tensión constante aún transmite una extraña paz elevadora, cuando no incluso narcoléptica. Con el volumen de sonido en un rango digamos estándar (en aquélla ocasión el ruido era casi físico), el grupo inglés que canonizó el sonido shoegaze ha combinado las canciones de su nuevo disco, 'mbv', con las de principios de los años 90.
Hombre apacible de amables mofletes y mirada colgante, el guitarristaKevin Shields volvió a ser el responsable principal de la actuación. Su voz, como la de su compañera, apenas se escuchó, enterrada como un murmullo por el oleaje de distorsión provocado por sus guitarras y por la batería a macha martillo.

Historia del pop

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Desenterrar 'Una semana en el motor de un autobús' sólo podía traerle problemas a Los Planetas. ¿Tocar de principio a fin su primera obra maestra, publicada originalmente en 1998? Un grupo vivo no debería empezar a recuperar su pasado de ese modo si no quiere parecer moribundo. Pero empezó la sucesión conocida de himnos para cantar con los ojos cerrados flotando sobre un colchón de distorsión y todo fue tomando sentido. A ratos Jota cantó como Jota, pero en general lo hizo bastante bien, mimando las melodías en vez de simplemente desembarazándose de ellas, y la banda rescató con fidelidad y mucha eficacia las canciones. Florent, el guitarrista, crecía y crecía. Y de pronto, después de todo, esto no estaba mal, y todo el mundo cantaba "porque seremos cientos por cada uno de los vuestros" y "Dios me tendrá que proteger, qué va a pasarme esta vez" y "no será peor de lo que era no será peor seguro que es mejor" y, ea, señores míos, que les quedó redondito el concierto.
Seguimos retrasando el reloj hasta los años 80. Kevin Rowland, ¡vaya tipo! No temais, buenas gentes, acercaos, acercaos a este hombre que aparecía en el Auditori vestido como un pincelito, empeñado en proclamar al género humano que el baile es bello y que la canción debe preservarse como dogma de fe. En torno a su magnética presencia (teatralizaba algunas letras, se cambiaba de ropa: lo ocupaba todo) y a su voz untuosa, uno de los grandes misterios del pop británico, Dexys Midnight Runners, Dexys para los amigos. Amigos que celebraron con entusiasmo la fina recuperación, un pelín "camp" pero divertida, de su legado de soul de ojos azules.
Ahora recordamos a los añorados Stereolab, un grupo tan bueno que hasta sus imitadores le salen estupendos. Ése es el caso de Melody's Echo Chamber, proyecto de una vocalista francesa como Laetitia Sadier e igualmente encantadora. Su exótico pop sofisticado con forma de alambique adoptaba un aspecto sexy en la presencia y la voz de Melody Prochet, a lo que se añadían ocasionales ráfagas de ruido psicodélico.
Primavera Sound ha echado así el cierre en Barcelona hasta la última semana de mayo de 2014 (y ya con un primer grupo confirmado, Neutral Milk Hotel). El próximo fin de semana se celebrará en Portugal Primavera Sound Oporto.

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