La senadora se queda de piedra
La campeona mundial Marta Domínguez solo termina 12ª en la final de los 3.000 metros obstáculos, dominada siempre por la rusa Yuliya Zaripova
Todo ello parecía presagiar que en la final, disputada anoche en condiciones ideales para una prueba de fondo (estadio abarrotado, 17 grados, llovizna agradable), la senadora popular podría rubricar una fábula increíble, pues la rotura fibrilar de dos centímetros sufrida hace un mes en Helsinki no fue el único avatar negativo que afectó a su camino olímpico. La campeona del mundo en Berlín 2009 estaba preparada para luchar por una medalla olímpica.
Sin embargo otra lógica difícil de asimilar, y también ajena en cierta manera al atletismo y al sentido común, se impuso en Londres desbancando a la palentina, que terminó 12ª. Fue la lógica rusa, que convirtió la carrera de las siete rías y las 28 vallas en una marcha casi militar impuesta por la rubia Yuliya Zaripova, quien tomó la cabeza con el disparo del pistolero y no la abandonó ni un segundo, respondiendo con pequeñas aceleraciones a los apremios acechantes que le soplaban por la espalda. Con un ritmo implacable de 3m 6s el kilómetro que fue desgastando inevitablemente a las concurrentes y un final de 2m 55s, Zaripova impidió que se suscitara cualquier posible debate.
En cierta manera, fue una buena señal que Domínguez se quedara de piedra y, muda ante los medios aún (solo habla con su gente; con su hermana, que la acompañó hasta Londres, y con el técnico federativo José Ríos, ya que su último entrenador conocido, César Pérez, también preparador de bomberos, está imputado en una nueva operación contra el dopaje, la Skype), acabara donde acabó.
Habría sido groseramente llamativo que, habiendo preparado los Juegos como los preparó (corriendo carreras urbanas debidamente promocionada por la federación española, lesionándose, ganando unas elecciones al Senado, apenas corriendo en pista) hubiera terminado en el podio o siquiera finalista.
La cuarta noche del estadio Olímpico rendido al atletismo tuvo, por otra parte, sentimental tono caribeño y ritmo alegre en los himnos que acompañaron al podio. Lo más grande fue el oro del dominicano Félix Sánchez en los 400 metros vallas, ocho años y decenas de lesiones después de su primera coronación, en los Juegos de Atenas 2004.
Como si fuera su destino, Sánchez, gran talento nacido en Nueva York hace 34 años de padres emigrados y campeón del mundo también en 2001 y 2003, renació derrotando a otro caribeño, el favorito portorriqueño Javier Culson, con un tiempo simbólico, e imposiblemente igual al que le valió el oro en Atenas, 47,63s.
En los 400 sin vallas no hubo sorpresa. En la primera final de la historia olímpica de la prueba sin ningún participante estadounidense, el granadino Kirani James, de 19 años, ratificó un año después su victoria en los Mundiales de Daegu con unos magníficos 43,94s. Es la primera vez que el gran talento criado en institutos norteamericanos baja de los 44s, la marca de los grandes.
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