Y yo pongo el Cava.....
Noches cálidas, cenas frías
Carpaccios, embutidos y quesos de primera calidad o sabrosas sopas frías constituyen las mejores opciones para quedar como el perfecto anfitrión… sin haber encendido ni siquiera los fogones. ¿Quieres saber más? Sigue leyendo opincha aquí.
¿Quién dijo que la carne no es para el verano? Es verdad que no apetece comer ni un asado ni un estofado en salsa, pero los carpaccios pueden ser la perfecta opción carnívora vacacional, ligera pero con el mismo sabor. El vacuno, la presa ibérica o el avestruz llegan a la mesa en finas lonchas marinadas o acompañadas de sal gorda, cebollino, vinagre o mostaza. La carne mantiene todo su sabor sin obligar a trabajar en exceso a nuestro estómago.
Embutidos y quesos de lujo
El lomo, la paleta o el jamón son el perfecto entrante para una cena informal, tanto en invierno como en verano. Además, si están previamente loncheados, habremos ahorrado un tiempo precioso que podemos emplear en abrir un vino, compartirlo con los comensales y apuntarnos un tanto con un maridaje perfecto.
Igualmente atemporales son las tablas de quesos. La riqueza de variedades nacionales asegura que no erraremos el tiro. Da igual que estemos hablando de un Manchego, de un Cabrales o de un Idiazábal: todos son apuestas seguras. Y presentarlos combinados, una auténtica garantía de éxito.
Gazpachos creativos
Si de cenas frías hablamos, no podemos olvidarnos del gazpacho, la reina de nuestras sopas veraniegas, que es tan resultona tomada en bol como en vaso, a modo de aperitivo. Lo ideal es presentar una guarnición para que cada cual complete el plato como prefiera: verduritas en trozos pequeños, huevo cocido, puntillitas de jamón… Los más atrevidos tienen la opción de dar una vuelta de tuerca más y apostar por un gazpacho de fresones o uno de sandía, fruta veraniega donde las haya.
Precisamente la sandía, junto al melón, puede ser la base de un postre fresco y de temporada. Junto a los trozos de fruta fresca no desentonará una bola de helado de cualquier sabor. Toda una explosión de colorido para hacer frente a los rigores del termómetro.
Por Javier Sánchez
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