En la legislatura anterior ya habíamos entrado en un escenario de excepción, pero quien ahora ostenta el Gobierno no quiso darse por enterado. Entonces su prioridad no era el país, sino sus propios intereses electorales. Luego, una vez que ya lo alcanzaron, empezaron a poner en práctica todo lo que nos prometieron que no harían. Quizá, si lo hubieran hecho de golpe y nada más aterrizar, al menos hubiesen conseguido algo de eficacia. Pero no, el tratamiento tenía que ser homeopático y no de choque, porque había aún algunos flecos políticos colgando, como las elecciones de Andalucía.
Los gobernantes de entonces, por su parte, no comenzaron a actuar con contundencia hasta que, casi de forma literal, Europa se les echó encima. En ambos casos los intereses políticos de cada una de las partes predominaron sobre lo que dictaba la urgencia de la situación.
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