La UE, un club aún selectivo
Belortaja
Ya cuenta con veintisiete miembros y otros candidatos llaman a la puerta. ¿Se han adherido a la UE países demasiado diferentes? ¿Este hecho compromete la forma en la que se dirige? De Groene Amsterdammer responde a estas preguntas en su análisis sobre los euromitos.
La metáfora del tren sin freno que pasa con gran estruendo, la imagen angustiosa de una Unión Europea no sólo con Turquía, sino también con Ucrania, Georgia y la Cochinchina, convertida en una entidad ingobernable, que se desmorona por las diferencias culturales y de desarrollo económico...
Este temor se alimenta por el hecho de que no existe una frontera oriental clara y de que ampliación parece ser la razón de ser de la Unión. La paz, la seguridad y la estabilidad a través de la integración. Después de 1989, la ampliación con doce Estados miembros adicionales tenía que hacerse a toda costa, aunque todo el mundo sabía que algunos candidatos a la adhesión aún no estaban preparados.
Algunos creen que al hacerlo se quemó una etapa. No sólo porque se confirmó efectivamente que la ampliación era algo puramente político, sino porque modificó el carácter de la Unión hasta el punto de que si se añadían más miembros, no cambiaría realmente la situación.
De hecho, aún se mantienen conversaciones oficiales con otros cuatro países candidatos (Croacia, Macedonia, Montenegro y Serbia) y otros dos países de los Balcanes (Albania y Bosnia-Herzegovina, si no estalla). Estos países se encuentran prácticamente en el corazón de Europa. "Por otro lado", comenta el politólogo belga Hendrik Vos, "si los países acaban por hacer lo que les hemos exigido hace unos años, es difícil decirles ahora que se queden aún fuera".
Cada Parlamento nacional posee un derecho de veto
A veces discutimos si el límite lo determina la geografía, la democracia, los políticos o los electores. La respuesta es que todos estos elementos al mismo tiempo. Es el motivo por el que no tiene razón el argumento de que la Unión no deja de ampliarse.
Empecemos por la geografía. Puede que no exista una frontera oriental, pero sí existe una frontera meridional. En lo relativo a la democracia, siempre nos referimos a los criterios llamados de Copenhague. Se trata de las condiciones de adhesión como el Estado de derecho, unas elecciones limpias, el respeto de los derechos humanos y un concepto impreciso como la "comunidad de valores". Según los eurófilos, Europa puede acoger a los países que estén dispuestos a adoptar estos valores. Pero incluso en opinión Josef Janning, director de estudios del grupo de reflexión European Policy Center y partidario de la ampliación, esto significa también que Rusia y Turquía, por ejemplo, jamás serán miembros de la UE. "Porque ellos se consideran a sí mismos como casos particulares y no quieren someterse a unas reglas ajenas".
Y luego están los políticos. "Hay que examinar dónde acaba la gobernabilidad, con cuántos países podemos hacer leyes juntos", explica Vos, que ha escrito dos libros sobre el proceso de toma de decisiones dentro de la UE. Parece que se ha llegado a ese límite. A esto se añade el hecho de que cada Parlamento nacional posee un derecho de veto. Con ello, la opinión pública resulta ser el último freno de la ampliación. Y en muchos países, la opinión pública ya no está a favor de una gran Europa. Atrás quedó la época en la que se podía convencer de la adhesión con el crecimiento económico.
Leer el "euromito" anterior: "Una solidaridad que sigue siendo rentable".
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